Guillermo de Inglaterra, el príncipe doliente que ha aprendido a sufrir en silencio: del acoso escolar al cáncer de Kate Middleton
El heredero al trono aprendió muy pronto que el deber era lo primero: un mantra que hizo propio cuando tuvo que caminar detrás del ataúd de su madre, Diana de Gales. Ahora tiene que lidiar con la enfermedad de su padre y de su esposa, hacerse cargo de tres niños y dirigir la monarquía
Guillermo de Inglaterra tenía 13 años cuando su madre, Diana de Gales, reconoció en una entrevista a la BBC que su marido le había sido infiel con Camila Parker Bowles y que ella misma había tenido un affaire con James Hewitt. “Éramos tres en mi matrimonio”, confesó la princesa en noviembre de 1995 ante 23 millones de británicos y 200 millones de telespectadores en todo el mundo. Guillermo, que acababa de comenzar sus estudios en el internado de Eton, siguió la llamada “entrevista del siglo” desde el despacho de su tutor. Cuando finalizó la emisión, Andrew Gailey lo encontró desplomado en el sofá, con los ojos enrojecidos por las lágrimas. Según el profesor, el príncipe se recompuso rápidamente y corrió de regreso a su habitación. La propia Diana contó a su amiga Simone Simmons que ese fin de semana su hijo mayor le reprochó su falta de cautela. Gritó y lloró, pero al día siguiente se disculpó con ella y le regaló un pequeño ramo de flores. Lady Di se dio cuenta de que le había causado un daño profundo e irreparable.
Ahora, a sus 41 años, el heredero al trono del Reino Unido es una persona capaz de controlar sus sentimientos en público. Los expertos reales coinciden en que lo aprendió de su abuela paterna, la reina de Inglaterra, que tenía el lema “Nunca hablar y nunca quejarse”. Él puede sonreír cuando está triste o mostrarse tranquilo en momentos de estrés y tensión. Lo ha demostrado en las últimas semanas. Mientras su mujer, la actual princesa de Gales, se recuperaba de una cirugía abdominal y comenzaba un tratamiento preventivo contra el cáncer, como ella misma contó el pasado viernes, él volvía al trabajo aparentando sosiego. Mientras el mundo hacía bromas sobre la ausencia de su esposa y especulaba sobre su matrimonio, él simulaba normalidad.
Lady Di confesó a Seward que su hijo mayor nunca se sintió cómodo con la exposición pública. En 1996, cuando la prensa publicó sus fotos tomando el sol en toples en España, Guillermo la llamó para decirle que los otros niños se reían de él. Diana contó al ejecutivo de medios Nicholas Coleridge que su hijo estaba siendo víctima de acoso escolar, pero que iba a tener que aprender a encajar las bromas y habladurías. El príncipe aprendió muy pronto que el deber era lo primero: un mantra que dolorosamente hizo propio cuando tuvo que caminar detrás del ataúd de su madre en su funeral. Tenía 15 años y no quería hacerlo, pero su abuelo, Felipe de Edimburgo, lo convenció de que si no lo hacía podría arrepentirse por el resto de su vida. Odió cada segundo de la larga procesión funeraria, pero lo disimuló caminando con la cabeza gacha y sin levantar los ojos.
Diana siempre definió a su hijo mayor como una persona que se toma todo en serio, que no se fía de las intenciones de los extraños y que es fácil de lastimar. “Guillermo es el sensible”, decía la princesa a sus amigos. “Pero estoy segura de que será capaz de lidiar con sus problemas. Tendrá que hacerlo”. También lo describía como una persona racional, pero muy consciente de los sentimientos ajenos. Esas características de fortaleza y empatía nunca han sido más necesarias que ahora. Kate Middleton elogió el apoyo de su marido en el vídeo que publicó el pasado viernes. “En enero, me sometí a una cirugía abdominal importante en Londres y en ese momento se pensó que mi condición no era cancerosa. La cirugía fue un éxito. Sin embargo, las pruebas posteriores a la operación encontraron que había cáncer. Por lo tanto, mi equipo médico me recomendó que me sometiera a un tratamiento de quimioterapia preventiva y ahora me encuentro en las primeras etapas de ese tratamiento”, explicó la princesa. “Por supuesto, esto fue un gran shock, y Guillermo y yo hemos estado haciendo todo lo posible para procesar y gestionar esto de forma privada por el bien de nuestra familia. Tener a Guillermo a mi lado es una gran fuente de consuelo y también de tranquilidad”, continuó.
El heredero ha sabido convertir algunos de sus traumas en causas. En 2021, una investigación independiente concluyó que el periodista Martin Bashir había usado documentos falsificados para conseguir acercarse a Lady Di y convencerla de dar la entrevista en Panorama de 1995. Tras el fallo, el príncipe sentenció: “Esa entrevista no tiene legitimidad y jamás debería volver a transmitirse”. Es un ferviente defensor del derecho a la intimidad y muy crítico con las malas prácticas periodísticas. Cuando una revista francesa publicó fotos de Kate Middleton tomando sol en toples en la Provenza, él la apoyó para que demandara al semanario. En 2017, ganaron el juicio y recibieron una compensación de 190.000 euros en concepto de daños y perjuicios. En una carta que escribió para la corte reconoció que la publicación de esas imágenes le resultó “particularmente impactante” porque le recordó al acoso que había conducido a la muerte de su madre. También lidera campañas para dar visibilidad a los problemas de salud mental y el bullying. En más de una ocasión ha denunciado que el acoso ya no se limita a las escuelas y que las nuevas tecnologías nos dejan más vulnerables.
En las últimas semanas, él y su mujer lo han sufrido en sus propias carnes con los bulos y burlas que han circulado en internet. Los próximos meses no serán fáciles. El príncipe tendrá que lidiar con la enfermedad de su padre y de su esposa, hacerse cargo de tres niños menores de edad y dirigir la monarquía. Y tendrá que hacerlo ante la atenta mirada de la opinión pública y el puntilloso escrutinio de los medios de comunicación y las redes sociales.
La presión será considerable. Pero, como ha explicado la periodista Harriet Sherwood, él podrá volcarse en su familia y tomarse todo el tiempo que necesite “sin preocupaciones económicas ni miedo a perder su trabajo”. “Muchos cónyuges o parejas en una situación similar tienen que tomar decisiones difíciles”, apuntaba Sherwood este fin de semana en The Guardian. “Conciliar el trabajo y el cuidado de alguien con cáncer puede ser difícil. La organización benéfica Macmillan Cancer Support aconseja tratar de encontrar un ‘equilibrio entre el apoyo que se desea brindar y lo que se puede hacer’ y hablar con los empleadores sobre posibles acuerdos laborales flexibles”. La periodista concluía: “Muchas personas dependen del apoyo —práctico y emocional— de familiares cercanos. No es la primera vez que Guillermo puede estar reflexionando sobre la ruptura de la alguna vez cercana relación con su hermano Enrique, que ahora vive a miles de kilómetros de distancia y en gran medida distanciado de su familia. Muchas familias se unen en una crisis y fortalecen los vínculos mutuos, esto parece poco probable para la realeza”. El propio príncipe Enrique parecía abrir esa puerta durante una entrevista en televisión el pasado febrero, tras una rápida visita a su padre en Londres. “Una enfermedad en la familia puede tener un efecto reunificador. ¿Es eso posible en este caso?”, le preguntó el entrevistador. “Absolutamente. Sí, estoy seguro. Lo veo en el día a día, en muchas familias, la fuerza de la unidad familiar que se junta. Creo que cualquier enfermedad une a las familias”, respondió él.
Por ahora el príncipe Guillermo tendrá que hacer frente a todo lo que le espera con su padre enfermo y sin el respaldo de su hermano. Pero sabe que no hay otra opción porque en la Casa de Windsor el deber es lo primero. Como decía su madre: “Tendrá que ser capaz de lidiar con sus problemas. Tendrá que hacerlo”.
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