“Las calles parecen el apartamento de mi abuela”: las frases más lapidarias de Fran Lebowitz sobre cómo vivimos en las ciudades
Personaje inseparable de la ciudad de Nueva York, y con opiniones para todo, acaba de estrenar en Netflix ‘Pretend it’s a city’, una serie de conversaciones con Martin Scorsese en las que carga contra el turismo, sus conciudadanos o el precio de las casas
Hay muchas cosas peculiares en Pretend it’s a city, la serie de Netflix. Para empezar, es bueno saber que la plataforma que, según se dice, exige a sus guionistas que incluyan un giro de la trama exactamente en el minuto siete del primer capítulo de cualquier cosa, haya colgado siete capítulos de media hora en los que no sucede nada, excepto que varias personas inteligentes hablan de lo que les apetece. Aunque lo más raro de todo es que nos permite asistir a un espectáculo poco común, en la televisión y en la vida: una señora habla y un hombre, que es su amigo, la escucha y le ríe las gracias. Se las ríe con ganas y con todo su cuerpo. La primera es Fran Lebowitz, y el segundo Martin Scorsese. Ambos llevan décadas siendo amigos y ya trabajaron juntos en otro documental, Public Speaking.
Al parecer, cuando Scorsese llamó a Lebowitz para proponerle otra serie, ella le contestó que ya le parecería raro que hiciese dos películas sobre el mismo tema, si el tema fuese George Washington, y que iba a ser un poco extraño que hiciese dos documentales sobre ella. Scorsese, sin embargo, cree que a su amiga Fran no te la acabas. Lebowitz es una famosa diletante, una figura inevitablemente ligada a la ciudad de Nueva York, que ha conseguido vivir de lo suyo a pesar de llevar unos 50 años con bloqueo creativo. Lo más parecido a ella sería gente como el escritor Quentin Crisp, fallecido en 1999. La raza se extinguirá con ellos.
Lebowitz solo publicó un par de libros con sus ensayos breves en los setenta y desde entonces vive de dar charlas públicas, o eso se cree. Para muchos, es un misterio cómo consiguió comprar un apartamento de tres millones de dólares en el barrio de Chelsea en el que vive con sus 12.000 libros. Aunque no esconde su misantropía (asegura que jamás ha vivido con nadie), la escritora es el perejil de todas las salsas y se la suele ver en las fiestas que importan.
Lebowitz tiene opiniones para todo, y aproximadamente el 60% de esas opiniones tienen que ver con la vida urbana y con la única ciudad digna de ese nombre, en su opinión, Nueva York. Hemos recogido unas cuántas de ellas.
Sobre apartamentos:
“El objetivo de una mujer en la vida debería ser encontrar el apartamento perfecto. Y yo lo he encontrado. El apartamento perfecto es el primer piso del Metropolitan. Con un sofá”.
“La gente constantemente me dice, ya sean amigos que se compadecen de mí, porque no puedo encontrar el apartamento perfecto, o agentes inmobiliarios: ‘No puedes permitirte un apartamento del tamaño que quieres con tantos libros. ¿Por qué no pones algunos libros en un almacén?’. Y siempre les digo lo mismo: ‘¿Y si te dijera que tengo cuatro hijos?, ¿me dirías que no puedo permitírmelos y que pusiera dos en un almacén? Para mí es lo mismo”.
“Para la mayoría de la gente que conozco con mi mismo nivel económico, la calefacción era un problema [en los setenta]. Hablábamos mucho de la calefacción. Si ligaba en Max’s antes de nada preguntaba: ‘¿Tienes calefacción?’. Y si decían que sí, era algo increíblemente seductor. De repente, la persona se transformaba en una joven Brigitte Bardot”.
“Una cosa sobre dejar tu apartamento es que hay tanta otra gente ahí fuera. Lo bueno de mi piso, aparte del hecho de que es un gran piso, es que yo controlo si hay otra gente ahí”.
“El edificio Chrysler está a la venta. Para mí, tiene el tamaño perfecto para una sola persona”.
Sobre Nueva York:
“Nadie puede permitirse vivir en Nueva York. Pero ocho millones de personas lo hacen. ¿Cómo? No sabemos”.
“El otro día leí que el año pasado 58 millones de turistas vinieron a Nueva York, donde ocho millones de personas están intentando vivir. A no ser que sean dueños de una cadena de hoteles, no creo que ni una sola persona de esos ocho millones esté contenta con ese dato”.
“Las calles están llenas de macetas con plantas artificiales, o quizá sean reales, no lo sé. ¿Pero qué pintan unas plantas en Times Square? Plantas, hamacas, baratijas... Parece el apartamento de mi abuela. Esperas encontrarte con pequeñas fotografías de los nietos; platitos con caramelos”.
“Es increíble porque hay millones de personas en Nueva York y la única persona que mira por dónde va soy yo”.
“Me presento voluntaria para ser la alcaldesa de noche, porque es el segundo trabajo más duro del país y debería dividirse en dos. Lo primero que cambiaría es el sistema de metro”.
“A nadie que vaya en metro le queda ningún espíritu. Nos lo han quitado. Si el Dalai Lama cogiera el metro una sola vez se convertiría en un lunático, en una persona furiosa”.
“Una de las razones por las que la gente de nuestra edad venía a Nueva York –si eras gay– era porque eras gay… Eso creaba una densidad de homosexuales enfadados, lo cual siempre es bueno para una ciudad”.
“Lo alucinante es que estoy viva. Habiendo andado descalza por Nueva York”.
“Los New York Dolls eran geniales, y muy poca gente los vio en directo. Solían tocar en el Mercer Arts Center, que un día se cayó sin más. Así era Nueva York en los setenta. Ese era el nivel de abandono. Tres edificios se cayeron ese año. Las cosas eran así, no contemplaba que fueran a ir a mejor”.
“Es tan difícil vivir en Nueva York que, cuando la gente dice ‘¿por qué vives en Nueva York?’, no sabes qué responderles, pero sabes que sientes desprecio por la gente que no tiene las agallas para hacerlo”.
“Soy una neoyorquina. Me gusta Nueva York. Y me gustan las ciudades. No es mi deseo hacer que Nueva York sea más suburbana. Personalmente, me gustaría tener derecho de veto sobre cada persona que llega”.
“Tener al turismo como la primera industria es una idea terrible, terrible para una ciudad, especialmente Nueva York. Si vas a convertir una ciudad, que es donde vive la gente, en una atracción turística, vas a convertirlo en un sitio para gente que no vive en él. Me niego a vivir en un lugar hecho para gente que no vive en él”.
Sobre lo que no es Nueva York:
“Para mí, el aire libre es lo que tienes que atravesar para llegar desde tu apartamento hasta el taxi”.
“No puedo quedarme quieta fumando un cigarro sin que diez personas me pidan las indicaciones para llegar a algún sitio. Siempre me sorprende. ¿De verdad?, ¿tengo aspecto de ser una persona amistosa?”.
“En Japón todo está escondido. La vida real tiene un número de teléfono secreto”.
“Los italianos son la gente más civilizada. Y son muy cálidos. Básicamente, son judíos con buena arquitectura”.
“En Roma la gente pasa la mayor parte del tiempo comiendo su almuerzo. Roma es sin duda la capital de almuerzos del mundo”.
“¿A alguien se le ha ocurrido que si pones buenas bibliotecas en las escuelas no hará falta ponerlas en las cárceles?”.
“No me gusta el tipo de vida en el campo en la que tienes que ayudar. Me gusta el tipo de vida campestre en la que hay servicio”.
Sobre Los Ángeles:
“¿Por qué se tarda seis horas en llegar a Los Ángeles? Si pusieran un Concorde a Los Ángeles, no tendría que pasar allí la noche. Esto es un objetivo nacional, en mi opinión”.
“Los Ángeles es un área similar a una ciudad que rodea al hotel Beverly Hills”.
“Hay dos tipos de transporte en Los Ángeles: coche y ambulancia. A los visitantes que deseen permanecer incólumes se les recomienda usar el segundo”.
“Si estás mirando cómo se pone el sol desde un aparcamiento de coches de segunda mano y te golpea el paralelismo entre esa imagen y el inevitable destino de la humanidad, bajo ningún concepto se te ocurra escribirlo”.
“Mucha gente en Los Ángeles lleva dietas especiales que restringen su consumo de comida sintética. La razón para esto parece ser la creencia de que la verdura y la fruta orgánica ayudan a que la cocaína funcione más rápido”.
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