Cómo el creador del toro de Osborne cambió la historia del diseño español
La exposición ‘La huella de Manolo Prieto’, en el Museo del Patrimonio Municipal de Málaga hasta el 27 de junio, reúne casi un centenar de piezas elaboradas por un artista que formó parte del grupo de pioneros que definieron la profesión de diseñador en la España de los años treinta
Desde su estudio de ocho metros cuadrados, con un tablón como mesa, unas cuantas témperas, lápices y pinceles, Manolo Prieto cambió la historia del diseño en España. Sin apenas recursos, pero con mucho ingenio y creatividad, de aquella habitación salieron más de 600 portadas para la serie Novelas y cuentos de la editorial Dédalo, anuncios publicitarios para Renfe, Nestlé, Aviaco o Iberia y carteles taurinos, de lírica y de teatro.
También el perfil de un “toro negro y enorme”, que diría José Bergamín, declarado con los años Bien de Interés Cultural y convertido en icono nacional sobrepasando incluso el objetivo con el que fue concebido. “Fue muchos diseñadores en uno”, asegura Emilio Gil, uno de los comisarios de la exposición La huella de Manolo Prieto, que reúne casi un centenar de piezas del autor gaditano en el Museo del Patrimonio Municipal (Mupam) de Málaga hasta el próximo 27 de junio.
La muestra se aloja en la planta baja del edificio situado junto al paseo del Parque, a un paso de la playa de La Malagueta. Se despliega en dos espacios. El primero está protagonizado por el papel con una cuadrícula a lápiz sobre la que Prieto dibujó en 1956 las primeras trazas del perfil que luego ―con algunas modificaciones por parte de la empresa de ebanistería― se convertiría en el reconocido toro de Osborne. Hoy aún se pueden ver 90 de ellos junto a autovías y carreteras nacionales de la península Ibérica, pero también ha llegado a Japón, México y Dinamarca. “Hoy lo vemos como algo normal, pero en los años cincuenta era una propuesta muy arriesgada: una imagen elemental que representaba a un coñac, Veterano, sin mostrar una copa o una botella”, explica Juan Aguilar, también comisario de la exposición.
El especialista subraya cómo Prieto quiso relacionar los atributos del toro bravo con los del público que tomaba esa bebida: esencialmente hombres. “El mito nació cuando se indultó su presencia como valla publicitaria y trascendió el hecho por el que fue construido para convertirse en patrimonio cultural de un país”, añade Aguilar. El toro, de hecho, fue elegido diseño más representativo del siglo XX por las principales asociaciones de diseñadores de España.
La sala incluye también algunas de las primeras portadas de la serie Novelas y cuentos. Las publicaciones originales se acompañan de la prueba de imprenta y de los bocetos realizados, con el tamaño de un sello. “Eso le impedía incorporar elementos accesorios”, indica Aguilar, también comisario de la exposición, que destaca cómo las imágenes elementales de Prieto decían mucho a través de un singular uso de la retórica del lenguaje y de una gran síntesis compositiva.
Fue un trabajo que desarrolló durante 17 años, creando 628 portadas y conformando una de las colecciones más singulares de un diseñador gráfico y su evolución, como el propio Aguilar recogió en su tesis doctoral. Manolo Prieto disfrutó de este trabajo editorial más que ningún otro, pero fue el que peor rendimiento económico le ofreció. “Era tan poco lo que me pagaban que decidí abaratarlo, dibujando menos y pensando más”, dijo en su diario el autor, que recibió más de 40 premios nacionales e internacionales.
Las portadas dirigen la mirada hacia la segunda sala, en cuyas paredes hay carteles de obras teatrales y publicitarios de gran tamaño para marcas como Aviaco, Renfe o Iberia, además de otros de pequeño formato para anís Castellana. También numerosos bocetos, de apenas cuatro o cinco centímetros, que le servían luego para desarrollar sus ideas. “El buen cartel debe atraer por su belleza, retener por su intención, convencer por su mensaje y, luego, provocar una sonrisa si es posible”, decía el propio autor en su discurso en la Academia de Bellas Artes de Santa Cecilia, en su Puerto de Santa María natal. “Ha de ser sencillo y justo en su concepción, no debe tener nada de más ni de menos”, subrayaba, al tiempo que afirmaba que “todo aquel que deba apoyarse en un texto, no es buen cartel. El afiche actual español ha dejado de serlo para convertirse en una estampita bonita que nada tiene que ver con la actualidad”, insistía.
Prieto, Lápiz de Oro de la Asociación de Dibujantes de España, forma parte del grupo de pioneros que construyeron la profesión de diseñador en la España de los años treinta ―durante la Guerra Civil estuvo en el frente republicano, elaborando periódicos para las tropas― y las décadas posteriores. A esa generación también pertenecen Josep Planas, Jordi Fornas, Cirici Pellicer, Tomás Vellvé, Josep Artigas, el diseñador e impresor Ricard Giralt Miracle o Julián Santamaría, recientemente fallecido por covid. “Cualquiera de ellos sería hoy uno de los profesionales de referencia”, asegura Emilio Gil, que además de comisariar la exposición es fundador de Tau Diseño, Medalla de Oro de las Bellas Artes en 2015 y autor del libro Pioneros del diseño gráfico en España. “Era una época de muchas limitaciones: había pocos recursos, pocas opciones para uso de colores y un contexto complicado con la censura, pero tanto él como otros compañeros sacaron todo adelante con un tremendo ingenio”, subraya Manuel Prieto hijo.
Prieto recuerda a su padre trabajando durante largas jornadas, desarrollando varios proyectos a la vez. Carteles y escenografías convivían con las campañas publicitarias que realizaba como parte de la publicitaria Azor, donde comenzó a trabajar en 1947. Tenían como clientes Peugeot, Danone o el Real Madrid. Su trabajo era en solitario hasta que, únicamente en la recta final, entraban en acción fotógrafos o coloristas. “Hoy cualquier acción publicitaria tiene un equipo de varias personas, él lo hacía todo solo”, afirma su hijo, que dice que cuando las compañías publicitarias tiraron de tecnología y grandes equipos su padre se retiró de ese campo para refugiarse en la numismática.
Dedicó los últimos años de su vida a la creación de medallas, como la que se puede ver en la exposición de Málaga, en homenaje a Federico García Lorca. Su padre siempre quiso que él también se dedicara al arte, pero no lo consiguió. “No me salía, yo no tenía esa sensibilidad ni la motivación”, recuerda hoy tras una vida dedicada a la banca.
La exposición La huella de Manolo Prieto es solo una pequeña muestra de la ingente labor desarrollada por Prieto ―del que en 2021 se cumplen 30 años de su fallecimiento― y que ahora almacena el Museo Nacional de Artes Decorativas. La gestiona la Fundación Manolo Prieto, impulsada por sus familiares con la participación de profesionales del diseño. “Nuestro objetivo es conservar su obra y difundirla”, dice Marta Prieto, nieta del diseñador, desde Estados Unidos.
Camino de las dos décadas de existencia, la fundación estudia que la muestra malagueña pueda viajar a otras ciudades y también prepara otra para finales de otoño en el Museo de la Moneda centrada la faceta de medallas. “Más allá del icono que representa el toro, hizo una gran producción en numerosas facetas”, insiste su nieta, que subraya que su abuelo es “un pedacito de la historia de España” y su trabajo “una forma de conocer cómo era aquella época, los pocos medios que tenían y las dificultades que se pasaron”.
Para no olvidarlo, el Mupam de Málaga también acoge una pequeña selección de obras realizadas con los mismos procesos y utilizando el lenguaje de Manolo Prieto por una quincena de jóvenes creadores procedentes escuelas de diseño nacionales y la Monterrey, en México. Además, se ha realizado un taller de ilustración con la participación de estudiantes de la Escuela Superior de Diseño San Telmo y la Facultad de Bellas Artes de Málaga para subrayar la vigencia de un pionero.
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