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Vestidos para la aventura
Columna
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Cómo vestir para viajar en el tiempo

Si vas al pasado es fácil crear tendencia de moda, aparte de que puedes matar a Hitler; en el futuro tus caras zapatillas de marca ya no serán tan guais pero te enteras de lo que viene

Rod Taylor en la versión cinematográfica de 'La máquina del tiempo' de 1960: si vas a provocar un seísmo en el espacio-tiempo, por lo menos arréglate.
Rod Taylor en la versión cinematográfica de 'La máquina del tiempo' de 1960: si vas a provocar un seísmo en el espacio-tiempo, por lo menos arréglate.
Jacinto Antón

Para viajar en el tiempo, así ya de entrada, lo más recomendable es vestir como para viajar a cualquier otro sitio: es decir, cómodo y discreto. Ambas cosas te ayudarán mucho si viajas, por ejemplo, a la época de los dinosaurios: la discreción impedirá que presentes un perfil muy conspicuo (y apetitoso) mientras que la comodidad te permitirá salir pies en polvorosa si van mal dadas en el Cretácico. En algunos desplazamientos temporales, sin embargo, has de tener cuidado con que la comodidad no perjudique la discreción: a un tiranosaurio le importará una higa que calces unas zapatillas deportivas de marca –excepto en lo que afecte a tu velocidad punta– pero unas New Balance Fresh FoamX 1080 v12 de running pueden dar el cante si tratas de salvar a JFK en Dallas en 1963 o si viajas a Troya (como hacían los protagonistas de El túnel del tiempo en un capítulo de aquella notable serie de los años sesenta) y te las ve Aquiles y te las quiere cambiar por Briseida. Si viajas al futuro, por otro lado (o por donde sea), tus zapatillas de marca ya no serán tan guais, lógicamente, aunque es cierto que eso tampoco te lo van a afear los Morlocks antes de comerte. Todo esto puede parecer una absoluta marcianada (véase la anterior entrega Cómo vestir para recibir a los extraterrestres), pero el viaje en el tiempo es un asunto muy serio y consecuentemente qué te pones para realizarlo ha de serlo también, digo yo (véase Interestellar y los bien que le queda todo a Matthew David McConaughey, incluso en un agujero negro).

He leído al respecto (del viaje en el tiempo, no de la moda para viajar en el tiempo, que es un tema pionero mío) Viajar en el tiempo, precisamente, de James Gleick (Crítica), un ensayo científico que repasa las ideas sobre ese anhelo de la humanidad prestando atención a lo que han dicho de ello la física, la literatura (especialmente la ciencia ficción, claro), la filosofía, el cine y diversas manifestaciones de la cultura popular. Gleick es biógrafo de Newton (Isaac, no Helmut) y de Richard Feynman, experto en electrodinámica cuántica y en la física de la superfluidez del helio líquido subenfriado, a quien no se me ocurre con quién confundirlo. Me he saltado algunas páginas enrevesadas relativas a la física (yo estoy por las respuestas sencillas a la pregunta de qué es el tiempo: lo que averiguas al mirar el reloj), pero el libro me ha resultado muy entretenido y estimulante. Uno de los grandes problemas de viajar al futuro, por lo visto, con o sin coche DeLorean, es encontrarte contigo mismo: porque produce paradojas temporales, incluida, añado yo, la de verte a ti mismo en persona vestido de los años setenta (¡pantalones de piel de melocotón con pata de elefante!), por no hablar de tener que ver cómo bailabas y tratabas de ligar. Sorteando algunas opiniones revientartículos que sostienen que solo se puede viajar en el tiempo desnudo, lo que aparte de ser embarazoso impediría llevarte una colección de John Galliano a la Inglaterra de Cromwell y hacerte un nombre (o que te quemaran por brujo), mi opinión es que nadie ha viajado en el tiempo tan admirablemente vestido como el protagonista de La máquina del tiempo, de H. G. Wells, en la versión cinematográfica en que lo encarnaba Rod Taylor: ¡si el que el tío llevaba hasta batín!, ¿se puede imaginar mayor comodidad? Claro que se lo ha de quitar cuando lo persiguen los antes citados Morlocks en el año 802701, hasta donde se desplaza para encontrar a Yvette Mimieux, ¡pudiendo haber viajado a hace un millón de años y citarse con Raquel Welch!

Gleick señala que las razones más habituales por las que la gente desearía viajar en el tiempo, aparte de matar a Hitler y cuidarte más la dentadura, son ganar dinero en las apuestas y revivir amores del pasado (evitando los errores que cometimos), pero a saber qué pasaría con el efecto mariposa. En fin, cada uno. De momento podemos ir haciendo la maleta con toda tranquilidad, pues como apuntó Stephen Hawking tras organizar una fiesta para viajeros del tiempo y enviar las invitaciones una vez celebrada: “Estuve esperando un buen rato, pero no vino nadie”.

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Sobre la firma

Jacinto Antón
Redactor de Cultura, colabora con la Cadena Ser y es autor de dos libros que reúnen sus crónicas. Licenciado en Periodismo por la Autónoma de Barcelona y en Interpretación por el Institut del Teatre, trabajó en el Teatre Lliure. Primer Premio Nacional de Periodismo Cultural, protagonizó la serie de documentales de TVE 'El reportero de la historia'.

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