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Opinión
Texto en el que el autor aboga por ideas y saca conclusiones basadas en su interpretación de hechos y datos

No diga ‘Eso no lo podría hacer una mujer’, diga ‘Eso no se hace’

Cada época crea sus arquetipos y el de nuestros tiempos va camino de ser el hombre que confía su destino a un viento a favor que ya no sopla y se da la castaña de su vida contra el presente

Un señor medio borrado y solo: el mundo en 2023 en la obra Alene på Café Nick, de Rasmus Eckhardt.
Un señor medio borrado y solo: el mundo en 2023 en la obra Alene på Café Nick, de Rasmus Eckhardt.Rasmus Eckhardt
Tom C. Avendaño

Imaginen a este tipo y díganme qué tal. Un americano popular, guaperas, hijo de músicos; conoce a una chica inglesa, se casa con ella, pactan afincarse en Inglaterra. Cuatro años y dos niños después, anuncian el divorcio. Solo entonces empiezan a oírse rumores de que a ella le gustaba mucho la fiesta; que quería vivir su juventud; que no le gustaba estar en casa. Que no era buena madre. Muchos rumores, de golpe, iguales –ella no es seria y él sí–, todos claramente vienen de él. Al poco se entiende por qué, cuando ella le denuncia a la policía porque él no suelta los pasaportes de las niñas: Se niega a que vuelvan a Inglaterra con la madre.

El tipo es Joe Jonas, integrante de aquel grupo de 2005 Jonas Brothers y uno de los pocos famosos cuya vida suena más interesante si no revelas su nombre. Su divorcio se inició el 1 de septiembre. La campaña de desprestigio contra su ya exesposa, a los pocos días. Las críticas al cantante, a las pocas horas. La demanda se puso el 21 de septiembre y desde entonces la ola de rechazo hacia él ha sido inevitable e irreversible. Ya quedaba mal cuando estaba parecía estar esgrimiendo su popularidad, su imagen de tío serio y un puñado de tópicos machistas para salir victorioso en el relato del divorcio. Quedó grotesco cuando se supo que quería ese relato para quedarse con las niñas. Gente más famosa que él le ha criticado, gente que ni le conocía de antes se ha puesto en su contra y gente que debería estar defendiéndolo le ha abandonado. No ha sabido medir bien su popularidad, dicen; no ha tenido en cuenta que su mujer, Sophie Turner, fue Sansa Stark en Juego de tronos y que seguramente caiga mejor a más gente que él (el Norte recuerda); no ha valorado que sus fans son, principalmente, mujeres mileniales que ya no van a cuestionar que otra mujer quiera ser libre en esta vida, eso quienes se crean el relato que ha ido colando Jonas en los tabloides; no ha recordado, como sí han hecho tantas personas, que a Turner se la ha visto muy poco de fiesta y que ella misma se ha retratado en varias entrevistas como una persona casera y aburrida. Joe Jonas, en fin, no ha sabido darse cuenta que el planeta en el que vive es otro.

Cada época crea sus arquetipos. Durante la colonización se propagó la imagen del nativo violento por civilizar y cuando Estados Unidos esclavizaba a africanos, la idea del negro vago y desobediente. Ahora es casi imposible colar arquetipos tan interesados. Sí se mantiene el principio más importante: el arquetipo que cala en la sociedad te demuestra quién tiene la sarten por el mango. El arquetipo de la mujer que no puede ser buena madre porque quiere vivir su vida ya no cala. El del hombre que mide mal sus fuerzas, que confía su destino a un viento a favor que ya no sopla y se da la castaña de su vida contra el presente, sin embargo, sí. Va camino de ser la enseña de nuestros tiempos.

La de Joe Jonas es, en traducción libre, la historia de Luis Rubiales (Luis Rubiales debe estar atónito de verse en el mismo saco que Joe Jonas) (¿sabrá Luis Rubiales quién es Joe Jonas?), la de Weinstein, la de Armie Hammer. La del tío que aún cree que los cambios que se han abanderado en los últimos diez años son más teóricos que reales, más marginales de lo que suenan, que no ha visto que el “eso si lo hiciera una mujer...” que decían las feministas hace 20 años hoy es “eso no se hace” y lo decimos todos.

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Sobre la firma

Tom C. Avendaño
Subdirector de la revista ICON. Publica en EL PAÍS desde 2010, cuando escribió, además de en el diario, en EL PAÍS SEMANAL o El Viajero, antes de formar parte del equipo fundador de ICON. Trabajó tres años en la redacción de EL PAÍS Brasil y, al volver a España, se incorporó a la sección de Cultura como responsable del área de Televisión.

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