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Un iPod fallido, un divorcio, trenes eléctricos y 10 o 12 discos: la agitada madurez de Neil Young

Casi rozando los 80 años, el cantautor canadiense sigue siendo noticia casi todas las semanas tanto por su prolífica carrera musical como por todas las aventuras empresariales en las que le da tiempo a meterse

Neil Young
Neil Young durante un concierto en Oakland, California, en 1974.Gijsbert Hanekroot (Redferns)

A punto de cumplir 79 años, Neil Young sigue generando noticias cada semana. Por ejemplo, el 24 de septiembre de 2024 fue un día señalado para sus seguidores porque tocó por primera vez en directo Hey Babe, un tema de su disco American Stars ‘N Bars (1977) que nunca antes había interpretado ante el público. Un par de noches antes había presentado nueva banda (los Chrome Hearts, incluyendo a Micah Nelson) en su tradicional actuación en el Farm Aid Festival, el festival benéfico que organiza cada año para dar apoyo financiero a los pequeños granjeros estadounidenses, y el día 6 de septiembre ya estuvo marcado en rojo porque fue el de lanzamiento de la tercera entrega de sus monumentales archivos.

A diferencia de tantas otras leyendas —aunque quizá ya solo sea comparable con sus amigos Dylan, embarcado en su Neverending Tour, y Willie Nelson, que en noviembre publica su álbum número 154—, Young nunca descansa; a diferencia de tantas otras leyendas —en esto sí que se ha quedado solo— casi todo lo que hace el canadiense sigue siendo relevante y merece atención.

“Si se me ocurre una canción o un proyecto que sacar adelante, tengo que hacerlo inmediatamente. En cuanto tengo una idea, me pongo con ella y me olvido de todo lo demás”, le contaba Young al entrevistador Zach Sang hace alrededor de un año. Para ilustrarlo, en otras ocasiones, ha bromeado diciendo que si fuera piloto de avión, se estrellaría enseguida “porque soltaría los mandos tan pronto como apareciera una melodía”. Atendiendo a los hechos (y a tantas leyendas sobre canciones compuestas mientras conducía, como Like a hurricane), es fácil imaginarlo, y es que el ritmo de Young resulta difícil de seguir incluso para sus fans más entregados. Solo durante el último lustro ha lanzado tres álbumes de estudio (Colorado, Barn y World Record) junto a su banda clásica, los Crazy Horse, al que se suma All Roads Led Home firmado por unos tales Molina, Talbot, Lofgren & Young; cuatro discos en directo y ha recuperado tres “discos perdidos” que no llegaron a publicarse en su momento (Chrome Dreams, con las primeras versiones de canciones conocidas, Toast, grabado en 2001, y Homegrown, con temas inéditos de 1974 y 1975, los años gloriosos).

Neil Young durante un concierto en Saratoga, Nueva York, en 2024.
Neil Young durante un concierto en Saratoga, Nueva York, en 2024.Gary Miller (Getty Images)

Por supuesto, Young también ha seguido desclasificando material de sus archivos, comercializados tanto a trozos como dentro de enormes cajas. La tercera parte, recién presentada, abarca el polémico periodo entre 1976 y 1987, y con 17 cedés y 5 blu-rays (casi cien horas de música minuciosamente recopilada junto a comentarios y explicaciones de su autor) hace que la expresión “café para los muy cafeteros” se quede corta.

Y eso solo por lo que respecta a la música. En otra entrevista reciente, preguntado por su famoso verso “es mejor arder que apagarse lentamente”, el cantante y compositor respondió que esas palabras solo tienen sentido “si el rock& oll es todo lo que eres y todo lo que quieres hacer”, pero que en cualquier otro caso la vida es mucho más: “la naturaleza, la familia, la belleza, hay un montón de cosas que quedan fuera de ese animal autosuficiente que es el rock”. Como demuestra su trayectoria, que incluye enfrentamientos con multinacionales, activismo en defensa de la naturaleza, polémicas relacionadas con políticos, desarrollos tecnológicos más o menos afortunados, negocios exitosos, fracasos empresariales, una paternidad entregada y todo tipo de vicisitudes existenciales, para “el padrino del grunge” hay vida fuera del rock.

Una fuerza de la naturaleza

Solo sus amigos más íntimos han hablado mal de Young. Por ejemplo, David Crosby, fallecido en enero de 2023, aprovechó buena parte de sus últimas entrevistas para decir que “Neil es la persona más egoísta” que conoció. Por su parte, el escritor Jimmy McDonough, autor de Shakey, una detallada biografía primero autorizada y después desautorizada que está considerada la cumbre de su género, a día de hoy rechaza hacer declaraciones sobre el músico, pero sí que recuerda que mientras preparó su libro todos los que dependían de él “tenían miedo de hablar, algo habitual cuando es una superestrella la que te paga el sueldo”.

Se suele decir que Brian Epstein fue el quinto Beatle o que Jagger y Richards no serían nada el uno sin el otro, pero es difícil establecer quién ha sido o es la mano derecha de Young. Periódicamente, las colaboraciones con los míticos Crosby, Stills y Nash se convirtieron en desencuentros (para reconducirse al cabo de unos pocos años, el único con el que la amistad nunca se ha tambaleado ha sido Stephen Stills), los Crazy Horse, incluido Frank Sampedro, también parecen condenados a aparecer y desaparecer (y solo destacan cuando están cerca de su gurú) y figuras como el productor David Briggs o el mánager Elliott Roberts fallecieron hace años sin que la carrera de Young se resintiera. Ni siquiera en 2014, tras el divorcio de su esposa y compañera Peggy Young (fallecida en 2019), con quien había estado casado 36 años, la productividad arrolladora del mito pareció resentirse.

Neil Young posa en Los Ángeles en 1967.
Neil Young posa en Los Ángeles en 1967.Michael Ochs Archives

Puede que la capacidad para trabajar en solitario y sin pausa del autor de Old Man se deba, en parte, a un temperamento tormentoso (“es difícil estar en desacuerdo conmigo”, admitía también ante Zach Sang), pero eso es algo que, por otro lado, también le ha permitido no descuidar nunca el compromiso con la verdad y la honestidad de su música. No por casualidad, una de las metáforas más usadas por los críticos ante la obra de Young es la del fenómeno natural, como si su voz y la distorsión de su guitarra procedieran de una fuerza sobrehumana: “Pero no hablamos de un huracán, o de una inundación, o de una peste”, explica Luis Boullosa, crítico musical y líder de la banda Gog y las Hienas Telepáticas. “Hablamos, más bien, de un roble venerable, cercano, casi uno con los hombres que lo han visto crecer desde que eran niños. Como figura mitológica, Young encarna no ya al hombre común, sino al grupo de hombres comunes que saben resistir la adversidad y distinguir por instinto, por nobleza, entre el bien y el mal”.

El asturiano Pablo und Destruktion, uno de los músicos españoles en los que la influencia del canadiense es más evidente, suscribe las palabras de Boullosa y añade: “Él vivió todos los revivals del folk desde el primero de los años sesenta y todos los posteriores, que más o menos llegan cada quince años. Estuvo a las duras y a las maduras, y siempre fue capaz de revitalizar ese vínculo con la verdad y con la tierra, con la canción como algo confesional. Él es un paisano, que aquí en Asturias no solo significa, como en castellano, un oriundo de la zona, sino que tiene otros tintes, es como ser un caballero de pueblo, algo parecido a ser un hidalgo. Y eso me marca mucho, me inspira mucho tanto para los directos como para luego hacer las grabaciones”.

Todo lo que no es rock: aventuras paralelas y negocios

En 2014 Neil Young reunió a estrellas como Elton John, Emmylou Harris, Dave Grohl o Bruce Springsteen en un video para promocionar el PONO, un reproductor de audio en alta calidad desarrollado y apadrinado por él y destinado a competir con el iPod. Pero pese a ese despliegue, nunca fue demasiado popular. El PONO es solo uno de los últimos ejemplos de esos proyectos tecnológicos en los que Young se embarca y que, según cuenta McDonough en Shakey, llenan su rancho de Broken Arrow de ingenieros excéntricos, restauradores de coches barbudos y representantes de empresas tecnológicas.

Un hombre escucha música de un malogrado Pono.
Un hombre escucha música de un malogrado Pono.picture alliance (picture alliance via Getty Image)

Pocos años antes de lanzar PONO, Young había concentrado toda su energía en el proyecto LincVolt. LincVolt es un Lincoln Continental, un coche clásico de 1959, que la estrella convirtió en vehículo híbrido allá por 2010. La implicación de Young en este proyecto fue tal que recorrió Estados Unidos hablando de las bondades de los motores eléctricos y los biocombustibles y ofreció a sus fans, según reconocen en foros como Reddit, una oportunidad para conocerlo de cerca mucho mejor que décadas de giras. En el SEMA 2013 (un salón del automóvil organizado en Las Vegas) pasó horas discutiendo sobre las bondades de las células de combustible o las baterías aplicadas al automóvil y contestando a las preguntas de otros entusiastas del mundo del motor.

¿Son estos empeños las excentricidades de un millonario todavía muy influido por la contracultura y los logros de aquellos años durante los que todo parecía posible en California o son producto de un activismo comprometido y de las ganas de cambiar el mundo no solo desde el arte? Probablemente, ambas sean compatibles. Como mínimo, durante los últimos años Young ha sabido introducir en la conversación pública cuestiones hacia las que algunos estadounidenses (especialmente los seguidores de músicas como las que él produce) se muestran muy reticentes, como el ahorro de combustible y el cambio climático, los efectos perjudiciales de los cultivos transgénicos o —menos importante pero más cerca de su profesión principal— la mala calidad de audio que ofrecen las plataformas de streaming.

Pero, sin duda, además de la música y del ecologismo, los trenes eléctricos han sido la principal pasión de Young. El cantante llegó a poseer el 20% de Lionel, la empresa más prestigiosa dentro del sector y, en colaboración con sus técnicos (según cuentan, durante los noventa, al acabar cada concierto, a veces en el mismo backstage, corría a reunirse con trabajadores de la compañía de modelismo), desarrolló multitud de mandos y aparatos que le sirvieron para reforzar su relación con su hijo Ben, que sufre parálisis cerebral. Ese empeño por comunicarse lo mejor posible con Ben también lo llevó a fundar, en 1987 junto a Pegi, el colegio Bridge School. Desde entonces y hasta 2016 la institución se financió a través de conciertos benéficos en los que además del propio Young actuaron Tom Petty, Paul McCartney, Sonic Youth o R.E.M. (a la estrella no le cuesta tirar de agenda) y continúa funcionando y desarrollando programas punteros en el uso de la tecnología para facilitar la comunicación de alumnos con necesidades complejas.

¿Qué haría Neil Young?

Cuando en 2009 el Primavera Sound detuvo su programación para que todos los asistentes se concentrasen en el escenario principal, donde iba a actuar Neil Young, nadie, ni siquiera quienes habían acudido allí a ver a djs, se quejó. Hace tiempo que Young es una figura incontestable, quizá la única sobre la que existe tal unanimidad (no todo es consenso alrededor de Dylan), y es que el canadiense ha logrado transmitir una autenticidad (en el desarrollo de su obra) y un compromiso (respecto a las causas que defiende y a sus propias cruzadas contra el mercado) que hace años que resultan insólitos. Lo de Neil va más allá de la marca personal. García Díaz (Pablo und Destruktion) lo explica así: “¿Qué pasa con la gente que sigue su camino? Que está en un tiempo que es tradicional, y el tiempo tradicional no es lineal. Ya no hay modas, porque la honestidad no es progresista ni decadentista; no es de izquierdas, no es de derechas; no es de los años sesenta ni de los dos mil… La honestidad es, y ya está. Y estos artistas, que tienen un punto de profetas, saben utilizar ese tipo de tiempo como fuente de la eterna juventud: siempre están donde tienen que estar y siempre son lo que son”.

Así que, bien entrado 2024, ¿está justificado el culto alrededor de Neil Young? ¿Tienen sentido todos sus lanzamientos, iniciativas y luchas, de la obsesión por la calidad del sonido a las denuncias contra la multinacional Monsanto? Responde Boullosa: “Todo lo que hace podría ser discutido. Pero para hacerlo habría que descender, mezquinamente, a los detalles biográficos de un hombre sin duda más complicado de lo que aparenta. O ensañarse con algún disco intrascendente de vejez. O considerar que sus quimeras comerciales son absurdas. Pero que el hombre real de hoy se parezca más o menos al árbol frondoso en que se convirtió hace décadas no es de nuestra incumbencia. Y tampoco cambiaría la verdad espiritual mayor: al final del día, si surge un problema, ¿Qué haría Neil Young? no es la peor de las preguntas”.


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