“Tina Turner todavía vive traumatizada”: el documental que habla de algo más que una cantante y de mucho más que una víctima
Hablamos con Dan Lindsay y T. J. Martin, directores del documental ‘Tina’, que cuenta cómo al hablar del infierno de su relación con su marido para poder pasar página, el mito del pop también consiguió, involuntariamente, que el mundo pensase en ella como una víctima
“No he tenido una buena vida. No lo ha sido en muchas ocasiones, porque las buenas noticias no han logrado equilibrar las malas”. La confesión de Tina Turner al inicio del rockumental que lleva su nombre marca la pauta de lo que sucederá en pantalla durante las (casi) dos horas siguientes. Dirigido por Dan Lindsay y T.J. Martin, autores de Undefeated (Imbatidos), por el que ganaron el Oscar en 2011 al mejor documental, Tina se ha presentado estos días en la Berlinale y llegará a los cines en verano. Hablamos del retrato íntimo de una megaestrella que superó el infierno de abusos al que le sometió su anterior marido y que luchó para redefinir su carrera y su legado en sus propios términos.
Dan Lindsay recuerda por videoconferencia su primer contacto en 2018 con la volcánica vocalista en su mansión de Suiza, donde vive prácticamente aislada desde hace más de una década. “Fuimos a su casa en Zúrich y estábamos tomando café con Erwin Bach, su actual esposo. Ella bajó las escaleras y nos soltó: ‘Se ha publicado un libro. Se ha rodado una película. Ahora existe hasta un musical. ¿Cómo diablos vais a hacer un documental?’. Fue uno de esos momentos únicos. Le dijimos: ‘Bueno, para eso estamos aquí'. Se echó a reír y empezamos a hablar. En cuanto tuvimos confianza, logramos que entendiera que esto no era un docudrama televisivo de una hora, sino un filme en formato documental. Ha sido una odisea de dos años y medio, pero hemos conocido a una persona increíblemente honesta, cálida y con los pies en la tierra”.
La cinta, dividida en cinco partes no cronológicas, supone un relato a varias voces (por allí desfilan Oprah Winfrey, Angela Bassett o Kurt Loder, que coescribió en 1986 su autobiografía, Yo, Tina) marcado por la entrevista que la artista concedió a People en 1981. La revista, que por entonces contaba con 30 millones de lectores, desvelaba en su número del 7 de diciembre las “torturas” a las que la había sometido su marido durante sus 16 años de matrimonio. “Viví una vida de muerte. Yo no existía. Pero sobreviví”, admitía allí la cantante. Según Carl Arrington, el editor de música de People y autor de aquella entrevista, ella le confesó los abusos sufridos por parte de Ike Turner, “porque pretendía contarlo y olvidarse de ello. Pero sucedió todo lo contrario. Eso marcó para siempre su carrera”.
De acuerdo con Lindsay, “todavía vive traumatizada, como se puede ver en el filme. Es algo que aún siente muy cerca, que aún experimenta en sueños y que cada vez que habla de ello es como si le sucediera de nuevo”. Su socio tras la cámara, T.J. Martin, interviene: “Descubrir que el pasado sigue tan presente en su vida fue una sorpresa para mí. Cómo esos conflictos permanecen incluso con 81 años. Y eso es algo que ambos vimos desde nuestros primeros contactos. Esa fue la principal razón para hacer la película de esta manera”. Lindsay explica que, aunque tuvieron total libertad creativa, también eran conscientes de que no debían hacer “precisamente” lo que querían: “Es decir, volver a traumatizarla. Sobre todo cuando supimos que íbamos a tener acceso a todas las entrevistas que Kurt Loder realizó para su libro y a las cintas de su encuentro con People”.
Una historia que empezó hace demasiado
Tina Turner (Brownsville, Tennessee, 1939), nacida como Anna Mae Bullock, es la menor de tres hermanas de una familia de campesinos. Su padre, que trabajaba como supervisor en una plantación de algodón, siempre tuvo un trato abusivo con su esposa. Harta de las palizas, la madre desapareció de casa cuando ella tenía 11 años y las tres hermanas tuvieron que irse a vivir con su abuela. A los 16 se mudó a San Luis (Misuri), donde comenzó a frecuentar los clubes de música locales. Allí descubrió a Ike Turner al frente de su banda, The Kings Of Rhythm. Él era un pionero del rock and roll que en 1951 había grabado Rocket 88, uno de los primeros temas del género. En 1957 entró en su grupo como vocalista gracias a una voz arrolladora y cargada de sensualidad, muy lejos de los inocentes himnos pop de la Motown que triunfaban en la época. Ike resuelve cambiar el nombre de su nueva cantante y, ya de paso, añadirle su propio apellido. Así, el dúo Ike & Tina Turner debuta con A fool in love en 1960. Allí comienza una fecunda relación artística, que pronto deviene también en sentimental. Al final, se casan.
Mientras la pareja mantiene un ritmo infernal de directos (hasta cuatro al día) y publica un buen puñado de tórridos singles, en la intimidad empiezan los primeros maltratos. Aun así, se casan en 1962. De su encuentro en 1966 con el productor Phil Spector sale un clásico como River Deep - Mountain High, publicado en Philles, el sello del productor. Fue el primer tema en el que escapa del yugo creativo marital y siente plena libertad para hacer algo diferente. Quizá por eso su marido se dedica a poner a caldo la canción durante toda la promoción. “No es un disco negro”, refunfuña él en una de esas entrevistas, ante la mirada atónita de Tina.
En 1968 ella ya ha comenzado a usar somníferos para poder conciliar el sueño, pero una noche se toma el bote entero de Valium. “Nunca supe cómo se sentía”, afirmó Ike en una entrevista del año 2000, a la vez que definió cínicamente aquel intento de suicidio de su esposa como “una manera de llamar la atención. Supongo que no era feliz con lo que yo hacía: ser un mujeriego, andar con otras y esa clase de cosas”. En 1971, su versión de Proud Mary de Creedence Clearwater Revival se convierte en el mayor éxito del dúo. Craig Turner, el primer hijo de Tina, cuenta en el documental como a finales de los sesenta y principios de los setenta sus padres salían de gira ocho meses seguidos y solo aparecían por su hogar de Los Ángeles cuatro meses al año. “Nadie sabía lo que estaba pasando en esa pareja. Yo era muy leal. Estaba dedicada a él. Aunque ya no había amor”, expone ella en la cinta. La popularidad de Proud Mary mete más presión a Ike, que busca un nuevo hit a toda costa estimulado por la cocaína que ha empezado a consumir con frecuencia.
Gracias a las enseñanzas budistas, un credo que acababa de adoptar, Tina decide en 1976 que se acabó lo que se daba. Tras sufrir la enésima paliza de camino al hotel Hilton de Dallas, donde tienen que actuar esa noche, ambos suben a la habitación y, aprovechando que él se queda dormido, ella coge su equipaje de mano, sale por la puerta y ya no regresa jamás. Cuando despierta lejos de él a la mañana siguiente, es el 4 de julio, su “día de la liberación”.
El renacimiento
Con el divorcio en 1978 renuncia a todo, excepto a su nombre artístico, que de otro modo él hubiera podido utilizar reemplazándola en el grupo con otra vocalista. Después de la sentencia, empieza una larga peregrinación por casinos de Las Vegas y todo tipo de programas de televisión, trabajos que le sirven para pagar las deudas contraídas con los promotores de su última gira, cancelada tras la espantada de Dallas. Reconvertida en inopinada diva disco (mitad cabaret, mitad espectáculo para nostálgicos), encuentra su salvación en Roger Davies, el nuevo mánager que contrata en 1979. Tina quiere ser la primera artista femenina de rock en llenar estadios como lo hacen The Rolling Stones. Y él conoce el camino para lograrlo. “Era la primera vez que controlaba mis propios shows. Era mi propia jefa”, recuerda.
Pero en la industria nadie quiere saber nada de ella. A principios de los ochenta, “a cualquiera que le preguntaras pensaba que seguía con él”, rememora Davies, que es el que recomienda que airee en People la tragedia de su matrimonio. “Nuestra generación fue la primera que empezó a romper el silencio”, asegura Oprah Winfrey en el filme. En 1984, Capitol se aviene a publicar su primer álbum, Private dancer. Allí se incluye una versión de What’s love got to do with it, una composición que no le gusta demasiado y que graba a regañadientes. “Yo era rock and roll. Y aquello era una canción pop”, sostiene. Para sorpresa de todos, el disco acaba vendiendo 10 millones de copias en todo el mundo y ella se convierte en la superestrella global que siempre quiso ser. Llegan las actuaciones masivas (180.000 personas en Río de Janeiro, por ejemplo), elepés multiplatino como Break every rule (1986) y papeles en taquillazos como Mad Max: más allá de la cúpula del trueno (1985). Está en todas partes, hasta en los anuncios de Pepsi junto a David Bowie.
En la cima de su carrera, los periodistas siguen preguntando por Ike, por lo que en 1986 decide escribir su autobiografía, Yo, Tina. “Cada vez que hablo vuelve a salir el tema. Es como una maldición”, llega a exclamar en una sesión promocional. Reviviendo el horror que sufrió, muchas mujeres se atreven a liberarse, pero ella está continuamente recordando los peores momentos de su vida. Una mujer condenada a confesar en bucle su maltrato. “Esa es la principal paradoja que pretendíamos explorar”, explica T.J. Martin. “Buscando alejarse de él, se atrevió a contar la verdad sobre su matrimonio, con lo que irónicamente se ató aun más, ya que tuvo que llevar consigo ese dolor a lo largo de toda su producción en solitario. Honestamente, nosotros no tenemos la respuesta a esta contradicción. Deseábamos señalar este asunto, especialmente en los tiempos que estamos viviendo”. Dan Lindsay, su compañero en la dirección, es de la misma opinión. “Es muy complicado detener el ciclo del abuso. Muchas veces, la manera en la que actuamos en nuestras relaciones es un comportamiento aprendido. Y pasa lo mismo con el ciclo del trauma”.
El destino de Tina cambió por completo cuando conoce en 1986 a Erwin Bach, un joven ejecutivo discográfico que ha sido enviado por su compañía a recogerla al aeropuerto de Heathrow, con el que empieza a salir a los pocos meses. Después de casi tres décadas de compromiso, se casan en Zúrich en 2013, el mismo año que ella recibe la nacionalidad suiza. El propio Bach, que también ejerce de productor ejecutivo del filme, afirma al final del metraje: “Este documental es un cierre”. Una especie de testamento visual dedicado a su hijo Craig, que se suicidó en 2018. Martin expone: “Creo que es una especie de extensión de la propia Tina, planteando la cuestión de cómo acabar. Ella se retiró de los escenarios en 2009, sin embargo, este trabajo va más allá de su presencia escénica: es su saga, su historia, su legado. Pero nunca te fíes de Tina. Tiene una energía brutal y quién sabe si un día vuelve a los escenarios. Aunque la idea es que quiere dejar de ser un foco de atención”.
Martin asegura que ella ya ha dado el visto bueno a la película. “Obviamente estábamos muy nerviosos cuando le mostramos el resultado, porque hubo un par de momentos de duda por su parte debido a sus experiencias pasadas”. Se refiere a la negativa de Turner a ver What’s love got to do with it, la película biográfica sobre su vida protagonizado por Angela Bassett en 1993 y estrenada en España con el mismo nombre que este documental, Tina. “Por entonces no tenía ninguna gana de volver a revivir ese dolor. Y nosotros tampoco queríamos crear ahora otra circunstancia que le causara angustia emocional. Así que cuando se sintió preparada, lo vio. Nos han dicho que le ha gustado, que le parece auténtico y preciso. Para nosotros ese es el mejor cumplido”. Y Lindsay añade. “También comentó que sorprendentemente no le había resultado tan difícil de ver como esperaba”.
Después de 100 millones de copias vendidas y 12 premios Grammy, podría decirse que Tina Turner solo ha empezado a superar el trauma a sus 81 años y tras el fallecimiento de su maltratador en 2007. “Durante mucho tiempo odié a Ike”, reconoce en el documental. “Cuando murió, me di cuenta de que estaba enfermo. He tenido una vida de abusos y no hay otra forma de contar la historia. Esa es la realidad. Y tengo que aceptarla”.
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