Pablo Carbonell: “Mi opinión sobre las drogas es más importante que la que pueda tener la Reina”
Ha sido presentador, cantante, director y, en los últimos años, escritor revelación. El exreportero de ‘Caiga quien caiga’ vuelve con una novela que tiene bastante de autobiográfico y en la que pretende “demoler el ‘star system”. En esta entrevista lo consigue un poco también
En El nombre de los tontos está escrito en todas partes (Contraluz), Pablo Carbonell (Cádiz, 59 años) se larga una ácida sátira sobre el mundo del espectáculo que empieza con el protagonista esperando su turno en el corredor de la muerte. Hay para todos: talent shows, explotación infantil en la industria, managers abusones, radios fraudulentas… Una inmersión en la industria de alguien más que autorizado. En los últimos cuarenta años, Carbonell ha sido pareja cómica del inolvidable Pedro Reyes, parte de las liberadoras huestes del televisivo La bola de cristal, líder del irreverente grupo Los Toreros Muertos, integrante de aquella primera alineación de reporteros impertinentes comandados por El Gran Wyoming en el programa Caiga quien caiga, director de Atún y chocolate, escritor de tres libros e inventor de un sinfín de cosas más. Quizás esa curiosidad y un evidente gusto por la precisión a la hora de expresarse convierten a Carbonell en el entrevistado ideal.
Tras su El mundo de la tarántula: Memorias (2016, Blackie Books), esta es su segunda novela (la anterior fue Pepita, en Ediciones Destino, 2019), ¿se siente más cómodo escribiendo ficción? Creo que los escritores siempre hablan de lo que conocen y lo que siempre se pretende conocer es a uno mismo. La ficción solo se inventó para sentirse más libre. Yo ya sabía que escribiendo una biografía falsa iba a meter mucho de mí mismo.
¿Lo califica como tal, biografía falsa? Sí. Incluso podríamos decir autobiografía falsa, lo cual sería un nuevo género. Yo esperaba que la trama de la novela anulase la fuerza de la inquietud de saber cuánto hay de realidad mía y cuánto es invención. Prácticamente, casi todo es realidad.
¿En serio? Sí, lamentablemente sí. De todos modos, mi mirada hacia el mundo del espectáculo es más cariñosa que la del protagonista. Él está más desengañado, ha estudiado solfeo, ha tenido una madre explotadora, no ha sido libre en su creatividad, le han traicionado… Una serie de cosas que a mí no me han pasado, pero que sí he podido ver a mi alrededor.
La escribió en el confinamiento. El acontecimiento que lleva al narrador y protagonista a la cárcel y al corredor de la muerte me pasó por la cabeza hace treinta años. Pero necesitaba vivir esos treinta años dentro del mundo del espectáculo para poder escribirla. Nunca encontraba el momento ideal, pero vino la pandemia.
Ahora vive usted en un pueblo y parece volcado en la escritura. ¿Se está mejor alejado de tanto guirigay? El detonante de que me haya ido a vivir al campo ha sido la pandemia. Ya no quiero volver a la ciudad. Me he vuelto más pausado, más sano, me he quitado años, estoy mucho más guapo… Vivo pegado al sol. Antes de que amanezca, ya estoy en pie. Paseo a partir de las ocho de la mañana. Una de las grandes tareas que me impuse desde pequeñito en el mundo del espectáculo era demoler la distancia entre artista y público. Yo notaba mucha tontería en las estrellas de la canción y decidí hacer un grupo de payasos para reírme de esa actitud. Durante la pandemia no he podido subirme al escenario para hacer el payaso y me pregunté: “¿Cómo continuo mi trabajo de demolición del star system?”. Pues escribiendo esta sátira.
¿Hay algo en el libro que responda a un cierto ajuste de cuentas? Porque mete unos buenos reveses. Es verdad que no me ando con paños calientes, pero hay que comprender que este señor está esperando a sentarse en la silla eléctrica. Tampoco se va a poner estupendo. He intentado controlar su mala leche, ponerle mucho sentido del humor y algo de pedantería porque el hombre se expresa con bastante barroquismo. Adoro las palabras. ¿Ajuste de cuentas? En realidad, no. Siempre he disparado con balas de goma. Cuando estaba en Caiga quien caiga todo el mundo me decía: “¡Dales caña!”, cuando yo lo único que pretendía es que la gente se riera. A mí todas las conductas humanas me resultan comprensibles. No tengo capacidad de tirarle piedras a nadie.
Parece que no es usted muy amigo de ese concepto tan resbaladizo que es la fama, ¿no? En realidad no tenemos derecho a quejarnos los que estamos en el mundo del espectáculo o de la fama. A mí me entristece que me llamen famoso. Prefiero que me digan “Usted es actor”. O escritor, o lo que sea. Incluso puedo permitir que me tuteen. Pero que me digan que soy famoso me parece un poco insultante porque famoso es uno o una que consigue la fama porque se acuesta con alguien o por quienes son sus padres. Nepotismo espectacular.
Ha hecho televisión, ha dirigido una película, ha publicado algunos libros, ha sido y es líder de una banda. ¿Cómo lleva el síndrome del impostor? ¡Lo tengo! ¡Totalmente! En todo. Cuando salgo al escenario siempre pienso: “¿Se darán cuenta?”. Me veo cantando hace 35 años en las fiestas de Radio 3 y pienso que el mundo está peor que yo. Al protagonista de mi libro en realidad le pasa lo mismo: es de los más lucidos de los que le rodean.
Usted que ha vivido los ochenta y la Movida, ¿también se ha sentido un poco así, el más lúcido de los locos? En mi familia lo soy. No tengo diagnosticada ninguna enfermedad mental, que ya es un hito. Posiblemente mi hiperactividad sí sea un estado de locura, un estado continuo de fuga hacia delante y de incapacidad de quedarme quieto.
Igual es tan solo su manera de escapar a la locura. Sí, y también saber que así creas tu espacio en el que dar volteretas sin molestar a los demás. Los locos que no fabrican su espacio van dando por culo a los demás. El arte nos ha quitado de las calles a un montón de peligros sociales. En el libro lo digo: ¿cuánta gente ha cogido una guitarra eléctrica como sustituto de una metralleta? El arte es muy liberador.
En el libro aparecen otros temas de refilón, como el de la paternidad… Yo soy un padre feliz y muy responsable. Ojalá llegara al nivel de los míos. Mi madre, muy severa, y mi padre, un volado. Un equilibrio estupendo. Mi abuela era belga. Y creo que mi padre fue educado como se educan en el norte de Europa: los niños son personas desde que nacen. Aquí los mediterráneos consideramos que los niños solo son personas si los educamos y domamos bien. Yo soy de la escuela belga. Pero no me quiero enjardinar hablando de conceptos como la paternidad o la maternidad, que para eso he hecho una ficción, para no pillarme los dedos.
Es verdad que en su libro hay algunas cosas que pueden generar cierta polémica… He leído entrevistas maravillosas a compañeros en las que han demostrado una humanidad de la que yo carezco. A los dos días, el titular de ese reportaje ha provocado las iras de un colectivo enorme de población y el hombre ha tenido que salir a disculparse. En un mundo en el que la información se suministra casi siempre fuera de contexto, hay que cogérsela con papel de fumar. Yo no tengo ninguna cintura ni ninguna gana de que me recuerden que el mundo es un lugar atroz lleno de gente con una mala leche espectacular. Me pone muy triste.
¿Y cómo se maneja usted en Twitter, un lugar que no es precisamente amable y en el que tiene usted más de 150.000 seguidores? Me tapo las narices y entro. De todos modos, hace poco solo seguía a Yoko Ono.
Pero ya no sigue a nadie… A nadie. Mi opinión es para mí o mis amigos. Twitter es un escaparate donde pongo los productos que quiero lanzar. Soy muy feliz en Instagram viendo la vida como si fuera un turista. Echo de menos un sitio menos alegre, menos falso.
Sin embargo, pudiera pensarse que los reporteros de Caiga quien caiga fueron casi unos prototroles… En realidad yo era un trol bueno. Nunca me he reído de la gente, sino con la gente, de las tonterías que surgían. Mi propuesta era humanizar a los políticos y demostrar que más allá de la versión oficial tenían un lado humano. Una tarea imposible, la verdad.
Con Esperanza Aguirre estuvo cerca de lograrlo. Sí, sí. Un día no sé qué dije bien de ella y me llamó. Yo no sabía que tuviera mi teléfono. ¿Qué amiga suya se lo habrá pasado?
O suya. O mía, sí. Entonces la invité a la presentación del libro, de este último, y me dijo que haría lo posible por venir.
¿Y fue? No vino. En parte me alegro. Porque imagina que ahora ella presenta un libro y me hace ir. Bueno, no pasa nada. Pon “risas”. [Risas]. Iré encantado. ¿Sabes qué pasa? No sé si es por la edad, pero cada día me importa menos de qué ideología es la gente. El otro día, por cierto, y esto no lo sabe nadie, [Santiago] Abascal y [El gran] Wyoming estuvieron hablando en un bar.
Pero si me cuenta esto lo voy a publicar. Ya lo sé.
Pues ahora lo tendrá que desarrollar. De repente, Abascal saludó a Wyoming en un bar y estaba todo muy oscuro. No sé qué hora sería. El caso que le dijo: “Hola” y Wyoming le respondió: “Hola”. Y Abascal le dijo: “¿Sabes quién soy?” y Wyoming le dijo: “Ni puta idea”. Y entonces dijo: “Soy Abascal”, y Wyoming le respondió: “Pues estás muy bien para la edad que se supone que tendrías que tener”. Porque Wyoming pensó que era un futbolista del Real Madrid de hace un montón de años. El caso es que le dijo: “No, soy el líder de Vox”. Y Wyoming le dijo: “Creo que en toda España no hay dos personas más dispares hablando juntas”. Y siguieron conversando. Pues yo creo en eso, en encontrar puntos de encuentro aparte de a quien votamos y cómo pensamos. El otro día vino a mi casa a entrevistarme Fran Rivera. Yo nunca me he preocupado de qué vota Fran Rivera pero todo el mundo cree que vota a Vox. Me la pela. ¿Vino a mi casa haciendo el saludo romano? No. ¿Entró cantando el Cara al sol? Tampoco. Vino, nos partimos de risa y conmigo fue encantador. Hay gente a la que le altera mucho esto. Pues te tomas una pastilla y te tranquilizas. Y creo que los artistas estamos aquí, entre otras cosas, para tender puentes entre las personas. E igual si yo hubiera sido hijo de un torero, a lo mejor hubiera sido torero. Que a mí me parece un deporte horroroso…
Bueno, usted ha sido un torero muerto. Me sorprendió mucho que esa entrevista se convirtiera en trending topic por el hecho de que usted hablara de sus adicciones cuando ya lo ha contado mil veces. Me lo tomo con paciencia porque creo que mi opinión sobre las drogas es más importante que la que pueda tener la Reina, que es la presidenta de honor de la Fundación de Ayuda contra la Drogadicción, porque yo sé lo que son las drogas y el tiempo y la salud que te hacen perder, los círculos en los que te metes… Pero me entristece que la información se distribuya con esos contenidos porque la verdad se resiente. Y, en realidad, yo iba allí a hablar de mi videoclip con los Chanclas…
Se han juntado ustedes, Los Toreros Muertos con No me Pises que Llevo Chanclas, la megabanda del pop gamberro. ¿Vuelve a los escenarios por todo lo alto? Lo hemos hecho para irnos de parranda. La carretera y el rocanrol son sanísimos y muy buenos para todo.
Y, aparte de eso, en algo más andará… Estoy paseando un nuevo libro por el campo.
¿Una novela? ¡Sí!
¿Otra autobiografía falsa, más bien, ¿no? Claro, como todas.
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