Maneras de vivir después de muerto
Amazon trabaja para que su asistente virtual pueda reproducir la voz de los difuntos. Es solo la última de las numerosas opciones de inmortalidad digital
Los hologramas, los cada vez más perfeccionados deepfake (alteraciones de la realidad realizada gracias a la inteligencia artificial) y la realidad aumentada están resucitando a los muertos. Con motivo de su 40 cumpleaños, Kanye West le regaló a su por entonces pareja, Kim Kardashian, un holograma de su difunto padre, Robert Kardashian, en el que este la felicitaba y le decía lo orgulloso que estaba de la familia que había formado. Y es que, desde que en 2012 se reviviera mediante un holograma a Tupac Shakur para hacer un histórico dueto con Snoop Dogg en Coachella, son muchas las celebridades que han vuelto a la vida mediante hologramas, entre ellas Amy Winehouse, Whitney Houston, Michael Jackson e incluso Ronald Reagan. Una ilusión que puede llegar a costar 400.000 dólares (unos 379.000 euros).
“Uno se siente significativo al sentirse inmortal”, explicaba el psicólogo Clay Routledge en un artículo con el mismo título publicado en 2014 en Scientific American. “Sabemos que a pesar de esforzarnos por permanecer vivos, vamos a morir. (…) La gente sabe que su vida es breve, así que nos esforzamos por ser parte de algo que trascienda la existencia biológica”. En este sentido, Routledge aclara que la conciencia de la muerte hace que nos afanemos por tener experiencias más trascendentales, y que aumenten tanto nuestra fe como nuestro deseo de tener hijos y nuestro compromiso romántico.
Hay personas preocupadas por el recuerdo que vaya a quedar de ellas una vez hayan muerto, y por eso cada vez aparecen más oportunidades para cuidar de nuestro legado. Ya existen aplicaciones, como la japonesa Suma Tomb, que ofrece a los usuarios la posibilidad de crear un vídeo de realidad aumentada que aparezca justo después de su muerte para aquellos que visiten su tumba y activen la aplicación. Existen también compañías, como Forever Mortal, que crean un tributo dedicado a la persona que fallece y que permanecerá accesible para ser visualizado desde cualquier parte del mundo con conexión a internet. También una de las gigantes tecnológicas, Amazon, está desarrollando un sistema basado en inteligencia artificial que recupera la voz de personas fallecidas y las reproduce a través de su asistente virtual, Alexa. Startups, como la portuguesa ETER9, la primera de varias de este estilo, prometen la inmortalidad digital mediante un algoritmo de inteligencia artificial que recopila todos los mensajes digitales que la persona publica en vida en esa plataforma, creando un avatar digital (al que llaman contraparte) que tendrá autonomía propia una vez que la persona muera. Es decir, después de haber interactuado mucho en la plataforma mientras se está vivo, esta dispondrá de datos suficientes como para seguir posteando en nombre del usuario una vez que este haya muerto.
Es lo que se conoce como MindFiling, que pretende construir un archivo mental, digitalizar nuestros pensamientos y creencias, una propuesta del movimiento Terasem para trascender nuestra existencia biológica. En colaboración con Hanson Robotics, el movimiento Terasem lanzó el proyecto LifeNaut con el fin de obtener la vida mental de un individuo. La fundadora del movimiento es la CEO Martine Rothblatt y la primera persona que participó en el experimento fue precisamente su esposa, Bina Aspen. Después de más de cien horas de audio y vídeo captando sus expresiones, gestos, creencias, sentimientos y sentido del humor, consiguieron crear la humanoide Bina48. “No nos cuesta nada volcar la información de las redes sociales en un archivo digital. Las redes sociales son uno de los inventos más extraordinarios de nuestro tiempo, y las aplicaciones que existen nos permiten sacar a Siri de Siri y desarrollar la conciencia de los sistemas operativos. Todo el mundo podrá desarrollar clones mentales de sí mismo que tendrán su propia vida en la web. Para mí y para Bina la idea de la clonación mental y de los cuerpos regenerados significa que nuestra historia de amor será eterna”, explica Rothblatt, también autora del libro d.
Pero surgen muchos interrogantes al respecto: ¿tiene recompensa este enorme esfuerzo de darnos continuidad? ¿Qué esconde nuestro empeño por trascender la muerte biológica? ¿Es puro narcisismo?
Según la encuesta que el CIS realizó en 2021 para evaluar el estado de salud de los españoles tras la pandemia, el 52,3% de los mayores de 65 años manifestaba no tener ningún miedo a la muerte. “Los mayores tienen más capacidad de relativizar: han vivido circunstancias muy complejas a lo largo de su vida y, además, pueden tener la vivencia de que ya han tenido una vida amplia, y todo lo ven desde otra perspectiva”, matizaba Antoni Ramos Quiroga, jefe de Psiquiatría del hospital Vall d’Hebron de Barcelona. La tanatofobia empieza antes, cuando uno aún supone que le queda mucha vida, pero también tiene plena consciencia de que puede perderla. Ese temor a perder la oportunidad de lo que aún queremos experimentar es lo que aumenta el pánico. En este sentido, el antropólogo y etnopsicólogo catalán Josep María Fericgla, que imparte los talleres llamados Despertar a la vida a través de la muerte, para expandir la consciencia y aumentar las ganas y la fuerza para vivir, explica en una entrevista del podcast Hablemos de la muerte que “cuando una persona dedica unas horas al día a abrirse a esta experiencia de lo irracional, pierde el miedo a morir”, aunque señala que perder el miedo a morir no significa perderle el respeto. “La pregunta que hay que hacerse es: ¿qué espera la vida de mí?, y esto permite que nos entreguemos a la vida”.
En lugar de esta pregunta madura, la que suele predominar es “¿qué espero de la vida?”, que es la que conduce a buscar la perpetuidad, una forma de burlar la muerte física. Es lo que explica que aplicaciones como Replika cuenten con más de un millón de usuarios activos. Esta aplicación en concreto no solo permite crear un chatbot (un simulador de conversaciones humanas) de la persona que ha muerto, sino de uno mismo o de la pareja o amigo que a uno le gustaría tener. Es un ejemplo más de cómo la tecnología trata no solo de llenar el vacío de la ausencia, sino el espacio que genera la soledad. En la mayor parte de los casos, sigue siendo un intento cuyo resultado no solo no consigue satisfacer, sino que puede crear más frustración. ¿Nos generará la copia digital de alguien que amábamos, acaso, más tristeza?
Mientras dilucidamos, los cementerios virtuales están ganando cada vez más atracción. No solo los camposantos podrán visitarse de forma online, sino que también se podrá asistir a funerales retransmitidos en directo y se podrá visitar la tumba de alguien como y cuando se quiera. En las lápidas empiezan a proliferar los códigos QR, que permiten incluir epitafios más largos, así como biografías, fotografías y vídeos. No solo se propicia más información, también se reducen los costes.
El sumun del futurismo en la industria funeraria actual se da en el columbario del cementerio de Ruriden (Tokio), donde se encuentran 2.046 altares con estatuas de un Buda de cristal. Cuando alguien quiere ver a un difunto ha de escribir el nombre en una pantalla y la figura dentro de la cual se encuentran las cenizas se ilumina. Bienvenidos al cosmos virtual, pura mitopoeia (elaboración de mitos).
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