La coalición de la izquierda griega rechaza unirse a un Gobierno de unidad
El presidente de Grecia, Karolos Papulias, convoca para hoy otra reunión con los principales líderes de los partidos para evitar volver a las urnas
El 72% de los griegos quiere una solución al vacío de poder “a cualquier precio”, y el 78%, un Gobierno que haga “todo lo que sea menester” para que el país siga en la eurozona; solo 13 de cada 100 prefieren recuperar la dracma. Son datos de la última encuesta publicada en Grecia (un sondeo de Kapa para el diario To Vima), pero una de dos: o los líderes de los partidos políticos estaban demasiado ocupados negociando contrarreloj y no podían prestar atención a la voz de la calle, o el mensaje de la ciudadanía —como el de las urnas— parece no llegar ya a ningún puerto.
Conservadores, socialistas y el partido revelación de los comicios del pasado día 6, Syriza (Coalición de Izquierda Radical), no cedieron un ápice en sus posturas en la reunión que han mantenido hoy con el presidente Karolos Papulias, el veterano político socialista encargado in extremis de evitar la debacle antes de convocar nuevos comicios.
En vez del consenso y la “cooperación necesaria” que subrayaba la citada encuesta, el diálogo entró en punto muerto tras el rechazo de Syriza a participar o cuando menos apoyar un Gobierno de unidad nacional. Ante un panorama cada vez más negro —el Estado solo dispone de liquidez hasta mitad de junio—, Grecia debe devolver mañana 435 millones de euros del pago de intereses de la deuda; y el jueves, debería constituirse el Parlamento salido de las urnas (pero solo en caso de que haya un Ejecutivo). Pese a lo perentorio de los plazos, el país sigue sin rumbo.
A la salida de la reunión con Papulias, Andonis Samarás, líder de Nueva Democracia (primer partido, 108 diputados), reiteró su solución: “Un Gobierno viable, por lo menos hasta las elecciones europeas, por encima de las personas y con un objetivo primordial, permanecer en el euro”. La insistencia de Syriza (segunda fuerza más votada, 52 diputados) en no secundar una coalición que se pliegue a los dictados de la Unión Europea (UE) y el Fondo Monetario Internacional (FMI) hizo descarrilar toda esperanza. “La presión para que Syriza participe o apoye un Gobierno de unidad es ilógica y no tiene precedentes. Pretenden que demos [a ese Ejecutivo] falsa sensación de legitimidad. No quieren consenso, quieren connivencia, pero los griegos no pueden ser chantajeados más”, manifestó Tsipras, subrayando el mandato de las urnas a su partido: una revisión de las draconianas condiciones del memorándum (programa de ajustes suscrito con la troika).
Fotis Kuvelis, líder de Izquierda Democrática (Dimar, 19 diputados), se quedó pues con las ganas de ver a Syriza conformar una coalición, como viene pidiendo desde el viernes –igual que conservadores y socialistas-, y no ocultó su pesimismo al frustrarse la penúltima chance. Kuvelis fue el plato fuerte de la segunda ronda de contactos del presidente. Tras los tres ‘grandes’, el jefe del Estado recibió durante la tarde –esta vez por separado- al resto de partidos con representación parlamentaria: Griegos Independientes (derecha nacionalista); el Partido Comunista (KKE), Aurora Dorada (neonazis) e Izquierda Democrática. De los cuatro, solo Dimar es abiertamente proeuropeo, aunque con reparos: en declaraciones al canal de televisión Mega, Kuvelis volvió a exigir ayer que el futuro Gobierno griego “se desenganche” del plan de austeridad impuesto por la UE y el FMI, y que “revise inmediatamente” las nuevas leyes que prevén un recorte salarial y facilitan los despidos. Papulias ha convocado hoy a una nueva reunión a los líderes de los tres principales partidos y al de Izquierda Democrática, pero Alexis Tsipras ha declinado su asistencia.
Veterano de la II Guerra Mundial y miembro activo de la resistencia contra la ocupación nazi, en los años cuarenta del pasado siglo, Papulias, de 82 años, debió de tragar sapos al recibir a Nikos Mijaloliakos, el líder neonazi, cuyas bazas negociadoras se ignoran. Aurora Dorada, el partido que dirige, solo sabe jugar otras cartas. Horas antes de que su jefe de filas fuera recibido en la presidencia del Estado, grupos de simpatizantes a bordo de motocicletas sembraron de octavillas homófobas una zona de marcha de Atenas, según la prensa griega. “Después de los inmigrantes, seréis los siguientes”, decían los panfletos esparcidos por Gazi, una antigua zona industrial reconvertida hace un lustro en barrio de moda.
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