“Es importante que las niñas africanas vean que pueden llegar aquí”
La jurista de Gambia Fatou Bensouda, de 50 años, es la nueva fiscal de la Corte Penal Internacional
Fatou Bensouda (Gambia, 1961) lleva con soltura y orgullo sincero su papel de modelo de comportamiento para las niñas africanas. La nueva fiscal jefe de la Corte Penal Internacional es la primera mujer en ostentar el cargo de la institución, abierta en 2002 para juzgar de forma permanente el genocidio y los crímenes de guerra y contra la humanidad. También es la primera llegada de África, y ha recorrido un largo camino iniciado en Banjul, la capital gambiana.
Hizo escalas en Nigeria y Malta, donde estudió Leyes y Derecho Marítimo Internacional a instancias del Gobierno de su país, que necesitaba formar a un experto para una agencia de nueva creación. El plan no cuajó y recaló luego en el Tribunal Penal Internacional que juzga el genocidio de Ruanda. Criada en una familia donde las dos esposas de su padre, un funcionario, se llevaban bien, señala a su madre y sendas hermanas mayores como sus mentoras. Era una situación familiar común en Gambia, que no siempre sale bien.
En su caso, todos los hijos fueron tratados por igual y ella no sufrió abuso doméstico, una realidad cotidiana en otros hogares. Pero lo vio a su alrededor. El efecto fue profundo y enseguida supo que quería contribuir a evitarlo. Lo considera una llamada del destino a la que pudo responder con el apoyo de las tres mujeres de su vida. Con su ejemplo y protección, le dieron lo mejor de su cultura: ser un poco hijo de la comunidad.
Visto así, su vida profesional posterior, que añade los cargos de Fiscal y Abogado General del Estado, además de secretaria de Estado de Justicia de Gambia, parece abocada a la fiscalía de la Corte Penal Internacional. “No debe haber techos de cristal para las mujeres, pero en África, con las desventajas que tenemos, cargos como este son buenos para cambiar imágenes y percepciones arraigadas. Es importante que las niñas africanas vean que se puede llegar aquí”, dijo, en su primera comparecencia ante la prensa extranjera destacada en La Haya, sede de la Corte.
Apareció vestida con casaca y pantalones de lino claro, y portando una llamativas joyas de cuentas azules. Un atuendo elegante y coqueto, alejado del uniforme de trajes de chaqueta o pantalón, más o menos ajustados, que impera entre las ejecutivas de altura. Casada y con dos hijos, uno de los cuales estudia en Gambia y el otro en Estados Unidos, Bensouda es muy alta y modula una voz suave sin perder seguridad.
Tampoco elude las preguntas, y admite franca los retos que afronta como fiscal jefe de la también llamada Corte Mundial. “En la justicia internacional vemos crímenes masivos con miles de víctimas. Investigamos, presentamos pruebas y pedimos arrestos. Pero la Corte carece de policía propia. Nuestros policías son los de los 121 Estados miembros que tienen la obligación de cooperar. Nuestros Ejércitos son los suyos. Somos una instancia judicial que opera en un entorno político, es cierto. Por eso debemos aplicar con rigor el Estatuto de Roma, el tratado fundacional”.
Bensouda llegó a la Corte Penal en 2004 como segunda fiscal. Entonces, la jefatura estaba en manos del argentino Luis Moreno Ocampo. Las diferencias de estilo son evidentes. El primero ha puesto pasión —y visibilidad personal— a raudales. Ella da un perfil más contenido. Pero no menos firme. “Moreno Ocampo puso en marcha la fiscalía. Yo heredo un equipo de casi 300 personas dispuestas a levantar sobre lo edificado. Hemos cometido errores, pero no puede decirse que sea una institución enfocada hacia los crímenes de África. Llevo con orgullo mi origen, pero ya estaba aquí cuando me eligieron fiscal jefe. Y que la Unión Africana apoyara mi candidatura muestra su interés por la Corte”, asegura, esbozando una amplia sonrisa.
Los fallos que señala se refieren al juicio recién concluido contra Thomas Lubanga, el exlíder de la Unión de Patriotas Congoleña. Condenado por reclutar niños soldado, un crimen de guerra, el fallo es un éxito. La fiscalía, sin embargo, no supervisó bien a los intermediarios que les proporcionan acceso a los testigos. Los jueces criticaron la negligencia en vigilar a unos ayudantes que pudieron sugerir retoques en las declaraciones de las víctimas. Como en algunos casos no se pudo cotejar la veracidad de los relatos y la propia identidad del declarante, varios fueron rechazados. Bensouda asegura que han aprendido del tropiezo y han elaborado un protocolo para que no vuelva a suceder. No habrá que descartar más declaraciones de víctimas dudosas.
“Hemos hecho otro tanto con la desclasificación de documentos que deben ser vistos por la defensa. La fiscalía es una oficina en evolución continua y en busca de eficacia. Lo importante es que trabajamos por las víctimas, y creo que el trabajo de la Corte contribuye a desactivar conflictos. Lo hemos visto en el norte de Uganda, en Costa de Marfil y en Kenia. Tres países de África, sin duda. Y con miles de afectados africanos, que son nuestra prioridad”.
En Uganda, la relativa calma vista ahora al norte del país es atribuida por la fiscal a la orden de arresto cursada contra el líder guerrillero Joseph Kony, que recluta niños soldado y quiere imponer una teocracia regida por los Diez Mandamientos. Costa de Marfil, sometida a una guerra civil cuando Laurent Gbagbo ganó unos comicios contestados por la oposición, pudo recomponerse tras la detención del mandatario a instancias de la Corte. De Kenia, por fin, se espera que no haya más violencia en torno a las elecciones. Después de los sangrientos disturbios de 2008 la Corte abrió un caso con seis acusados.
Su soltura con el material que maneja es evidente. A su vez, el hecho de llevar ocho años de trabajo previo en la Corte, le permite reírse el viejo adagio de la soledad que le espera en la cumbre. “Soy una persona de equipo, aunque supongo que sí, arriba estás algo solo. De todos modos, aquí no estoy aislada. He heredado un buen grupo de expertos y sigo creyendo que la ley y la justicia son la forma de ayudar a los que no pueden hacerlo”, asegura.
A continuación, recuerda que buscar criminales internacionales es difícil y caro, y la Corte necesita del compromiso presupuestario de los Estados miembros.
A final, llega la hora de Siria. No ha firmado el Estatuto de Roma ni reconoce la competencia de la Corte. Por tanto, investigar los crímenes presuntamente cometidos por el régimen del presidente El Asad precisaría de una resolución del Consejo de Seguridad de la ONU. “El caso está fuera de nuestra competencia. Dependemos de la voluntad de la comunidad internacional”, subraya. Con Siria, la credibilidad de la fiscalía estribará en su estricto respeto al Estatuto de Roma, la guía judicial de Fatou Bensouda.
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