“El ‘corralito’ me agarró desprevenido”
Ignacio Siccardi, consultor de marketing deportivo de 39 años, trabajaba en Perú el viernes 30 de noviembre de 2001
La gran mayoría de los ahorradores que aceptaron títulos públicos del Estado a cambio de sus depósitos bancarios ya lograron vender en su día los bonos a los bancos y fondos de inversión. Y ya cobraron. Uno de ellos es Ignacio Siccardi, consultor de marketing deportivo de 39 años.
“Yo trabajaba mucho en Perú en una consultora contratada por Telefónica. Un viernes (El 30 de noviembre de 2001), un amigo me mandó un mensaje por correo electrónico para que fuera a un cajero automático porque no se podía sacar nada del banco. En Perú tampoco se podía sacar. Yo tenía un plazo fijo en dólares, eran mis primeros ahorros, pretendía comprar un departamento. Tenía 28 años, era demasiado ingenuo. Y el corralito me agarró desprevenido”.
“Ese año un tipo de Telefónica que me había dicho: ‘Tú, me imagino que ya tendrás el dinero fuera de Argentina’. Yo le respondí que creía que la plata estaba segura en Argentina, que había una ley de intangibilidad de los depósitos. ‘Nuestros planes de negocios dicen que Argentina va a devaluar’, me dijo el tipo, pero yo pensaba que había vuelto Domingo Cavallo como ministro de Economía y que iba a lograr mantener la paridad peso-dólar durante años”, recuerda Siccardi.
“Yo solo venía a Buenos Aires los fines de semana. Un domingo me quedé tranquilo con el discurso del entonces presidente Eduardo Duhalde: ‘El que depositó dólares recibirá dólares’.
Cuando volví a Perú, me enteré que no iba a ser así. Sentí rabia, impotencia. Mucha gente empezó a abrir más cuentas porque había un límite para sacar dinero por cada cuenta. Abrí una cuenta en el Scotiabank, pero el banco cerró con toda la plata adentro”, relata este consultor argentino.
Tras recibir la mala noticia, Ignacio Siccardi pensó que ya encontraría la forma de recuperar el dinero. “Yo tenía todo lo básico asegurado: comida, trabajo y vivía en lo de mis viejos [padres]. Pero la empresa en la que trabajaba dejó de tener capacidad para hacerse con dinero en efectivo. Yo le compraba cosas a mis amigos peruanos con tarjeta de crédito para que ellos me dieran el efectivo. Como éramos el centro de las noticias internacionales, había solidaridad.”
“Presenté un amparo judicial, pero como no avanzaba agarré los bonos del Estado. Llegué a cobrar unos o dos pagos de intereses. Los tuve menos de un año. En 2003 los vendí. Había perdido la mitad de mis dólares. Estaba resignado. Como con esa plata ya no me alcanzaba para un departamento eché mano de lo que había logrado ahorrar ese año fuera del sistema bancario y así lo compré. También es verdad que las propiedades habían bajado muchísimo de precio. Ahora me suena lejano el pago final de los bonos. Los vendí en el momento en que tenía que hacerlo. Pasó hace un millón de años”.
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