“Un referéndum independentista es un trauma para la sociedad”
El político quebequés mantiene que la secesión "no se puede conseguir por actuaciones unilaterales", sino solo a través de la negociación
Stéphane Dion (Ciudad de Quebec, 1955) se siente orgulloso de sus “dos identidades”, la quebequesa y la canadiense. Parlamentario por el Partido Liberal de Canadá —del que llegó a ser líder entre 2006 y 2008—, Dion es francófono, como la inmensa mayoría de los habitantes de Quebec. Esta provincia de Canadá, con un notable movimiento independentista, ya ha celebrado dos referéndums para declararse soberana —uno en 1980 y otro en 1995—, ambos ganados por los partidarios de seguir formando parte del Estado canadiense. Contrario al independentismo, ha estado en España invitado por la Fundación Canadá para exponer las conclusiones del debate sobre la unidad del Estado en su país. Su experiencia como ministro de Asuntos Intergubernamentales entre 1996 y 2003, cuando participó en la promulgación de la llamada Ley de Claridad, le enseñó que los procesos secesionistas “tienen que resolverse por la negociación”. Con voz pausada y serena, Dion mide cada respuesta y rechaza de plano pronunciarse sobre la realidad política española. Insiste una y otra vez en que no quiere “interferir” y que solo pretende “compartir la situación de Canadá”.
Pregunta. ¿Qué puede aprender España de Canadá?
Respuesta. Eso lo tienen que decidir los españoles. Pero, por nuestra experiencia, la única vía por la que se puede llevar a cabo la secesión es a través de la negociación y dentro de los marcos legales, no por actuaciones unilaterales del Gobierno de la provincia secesionista.
P. Pero en la Ley de Claridad y en el dictamen del Tribunal Supremo canadiense se establecen unas condiciones para esa negociación…
En un país que no admite su divisibilidad, yo no correría hacia un referéndum unilateral
R. Sí. En Canadá, para negociar la secesión de una parte del Estado se requieren dos cosas: una amplia mayoría que apoye la secesión y formular una pregunta clara. No puede ser una pregunta confusa en la que se proponga una independencia pero manteniendo relaciones con Canadá o cosas similares. Eso no es aceptable. La cuestión debe ser muy clara: Estás dentro o estás fuera.
P. En los referéndums que hubo en Quebec en 1980 y 1995 la pregunta no fue clara…
R. Y está demostrado que eso es algo que confunde a la gente. La manera de formular una pregunta cambia completamente las respuestas. Cuando preguntas por la “pena capital”, hay más gente que se declara a favor que si preguntas sobre la “pena de muerte”.
P. Y respecto a la otra condición, el apoyo mayoritario, la ley canadiense no fija unos criterios objetivos para definir cuándo la mayoría ha sido “clara”. ¿No puede ser problemático?
R. Sí. Pero creo que la manera de evitar una disputa sobre qué es una clara mayoría es que el Gobierno secesionista no se apresure a convocar un referéndum a no ser que tenga la seguridad de que lo ganará claramente. Un referéndum solo debería servir para hacer oficial un consenso ya existente. No debe hacerse para descubrir qué puede pensar la gente. Debe convocarse cuando ya se sabe que la gente se quiere ir.
P. ¿Y por qué no fijar por ley los criterios para que una mayoría sea suficiente?
R. En Canadá encontramos dos razones para no hacerlo. La primera es que es mejor tener toda la información sobre la situación, incluidos los resultados, es decir, la opinión de la gente, antes de decidir si la mayoría alcanzada es necesaria. La segunda es que existe la posibilidad de que se dé un resultado ajustado. Imaginemos que fijamos una mayoría del 60% y en el referéndum sale un 59,9% a favor de la independencia. ¿qué hacemos? ¿poner a los jueces a recontar los votos? ¿Decidir un tema como este, que es irreversible, por un puñado de papeletas? Yo no lo veo sostenible.
P. Pero si se celebra la consulta y luego el poder central y el Gobierno independentista no se ponen de acuerdo sobre si la mayoría es necesaria...
R. Eso es algo muy especulativo. En Canadá es el poder central el que tiene que declarar esa mayoría clara, porque si hay una gran cantidad de quebequeses que quieren seguir siendo canadienses, lo que hay en Quebec es una sociedad dividida, no independentista. Y en esa situación la única solución sería hablar, convocar nuevas elecciones, o cosas de ese tipo que dieran más información sobre el debate.
P. ¿Son los principios de la Ley de Claridad y la experiencia canadiense aplicables a todos los casos?
R. Mi visión personal es que algunas de las cosas que proponemos pueden tener validez universal. Con esto, por supuesto, me refiero a países democráticos como Canadá o España. Hablamos de cómo encajar el secesionismo en una democracia. Y no es fácil. Porque en una democracia se trata de ser solidario con todos tus conciudadanos. Aceptas a todos sin atender a sus orígenes, su idioma o su religión. Y el secesionismo es lo contrario. Con el secesionismo eliges a quiénes quieres mantener como conciudadanos y a quiénes quieres convertir en extranjeros.
P. Usted insiste en que la negociación es la única vía…
R. Es que no puede hacerse nada contra la voluntad del Gobierno central. De hecho, se requiere su participación activa para llevar a cabo una secesión. Habría que transferir miles y miles de estructuras al nuevo estado independiente. Para mí, la solución es encontrar la manera de discutirlo, como han hecho en Reino Unido, o como hicimos nosotros con la Ley de Claridad.
P. Pero imaginemos un Estado que no desea negociar la secesión de una de sus provincias o regiones…
Una secesión unilateral es lo último en una democracia moderna
R. En Canadá aceptamos la divisibilidad del Estado. España no lo hace. Pero muchos otros países, como Estados Unidos, Francia o Italia tampoco. Cada país debe decidir en ese sentido. A mí, personalmente, no me gustan los separatismos, pero como hay gente en mi país, a la que respeto, que es separatista, lo que necesitamos es el marco adecuado para ayudarnos mutuamente a resolver el problema. Así que si yo estuviera en un país que no quiere considerar su divisibilidad, no intentaría correr hacia un referéndum unilateral. Intentaría discutir y encontrar una vía para el debate y una solución. Pero una secesión unilateral es lo último que necesita contemplar una democracia moderna.
P. Así que lo ve usted como algo completamente inviable…
R. Es que si un Gobierno provincial declara su independencia unilateralmente, fuera de los marcos legales… ¿por qué tú, como ciudadano, ibas a aceptar las normas de ese nuevo Gobierno declarado fuera de la ley? ¿Cómo iba ese nuevo Gobierno a tomar control, por ejemplo, de la oficina de Correos que depende del poder central? Hay miles de ejemplos…
P. ¿Se parece más el proceso secesionista escocés al canadiense que los españoles?
R. No lo sé. A mí lo que me gusta destacar del movimiento secesionista escocés es su madurez. El Gobierno de Reino Unido y Escocia han conseguido ponerse de acuerdo en un borrador, en el marco en el que trabajar. El movimiento separatista quebequés no era tan maduro. No quería un borrador con el Gobierno federal de Canadá. Y por eso hubo que acudir al Tribunal Supremo y a la Ley de Claridad. Yo hubiera preferido que se hubiera llegado a un acuerdo, como ha ocurrido en Reino Unido.
P. Volviendo al caso canadiense, ¿qué opinión le merecen las leyes de protección del idioma francés aprobadas en Quebec?
R. Es importante tener leyes que protejan el francés en Norteamérica porque la presión del inglés es muy fuerte. Pero al mismo tiempo hay que respetar los derechos de las minorías, y ese es el debate que surge ahora en Quebec. Es muy necesario encontrar el equilibrio entre ambas cuestiones.
P. ¿Cuál es la situación actual del movimiento secesionista de Quebec?
R. A día de hoy, la mayoría de los quebequeses quiere seguir siendo canadiense. El Gobierno es separatista, pero no tiene los apoyos necesarios para seguir con sus planes y la mayor parte de los quebequeses no quieren un nuevo referéndum. Una consulta de ese tipo es un trauma, divide a la sociedad y provoca efectos contrarios a la democracia. Es una experiencia dramática que los quebequeses quieren evitar.
P. ¿Así que no espera una consulta a corto plazo?
R. Podría pasar, si los separatistas obtienen una mayoría en las próximas elecciones. Pero aunque la tuvieran, creo que, por todo lo que he comentado, no convocarían un nuevo referéndum a no ser que sientan un fuerte respaldo. Y es que ellos no lo admitirán, pero yo creo que los esfuerzos de clarificación que hicimos han sido provechosos para todos, ellos incluidos.
"Una pregunta clara"
En el referéndum de 1995, (NO: 50,58%; SÍ: 49,42%) la pregunta que se formuló a los quebequeses fue:
"¿Está usted de acuerdo en que Quebec debería ser soberano, despues de haber hecho una oferta formal a Canadá para una nueva asociación económica y política, dentro del marco de la Ley sobre el futuro de Quebec y los acuerdos firmados el 12 de junio de 1995?"
En la primera consulta, en 1980, (ganó el NO por el 59,5% de los votos frente al 40,4% que votaron SÍ) la cuestión planteada había sido:
"El Gobierno de Quebec ha hecho pública su propuesta de negociar un nuevo acuerdo con el resto de Canadá, basado en la igualdad entre naciones; este acuerdo permitiría a Quebec adquirir el derecho exclusivo para aprobar sus leyes, imponer sus impuestos y establecer relaciones en el exterior —en otras palabras, soberanía— y al mismo tiempo mantener con Canadá una asociación económica, incluyendo una moneda común; cualquier cambio en el estatus político que resultara de esas negociaciones solo será implementado con la aprobación popular a través de otro referéndum; en estos términos, ¿da usted al Gobierno de Quebec el mandato de negociar el acuerdo propuesto entre Quebec y Canadá?"
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