Los rebeldes mantienen que El Asad lleva meses atacando con armas químicas
Grupos opositores documentan varios ataques con armas químicas mientras los expertos independientes no son capaces de aportar pruebas concluyentes
El secretario de Estado norteamericano, John Kerry, indicó el jueves que Estados Unidos cree que el régimen de Bachar el Asad empleó armas químicas contra la población en al menos dos ocasiones, sin dar más detalles. Los rebeldes, sin embargo, llevan meses quejándose del uso de esas armas, sobre todo del gas sarín y del agente nervioso VX, en Siria. Los primeros indicios los recogía en diciembre un cable del departamento de Estado, en el que decía contar con testimonios de que El Asad había empleado armas químicas, algo que luego desestimó.
Los expertos independientes no han sido capaces hasta el momento de obtener pruebas concluyentes de los supuestos ataques. Especialistas de la ONU no han conseguido entrar al país para recoger muestras (tierra, sangre, tejidos u orina) que puedan probar las acusaciones.
El incidente más claro, y que más ha atraído la atención internacional, es el de Khan el Asal, en la provincia de Alepo, el 19 de marzo. Fue el régimen el que acusó inicialmente a los rebeldes de haber empleado un proyectil cargado con agentes químicos. Murieron 26 personas y 100 resultaron heridas. Numerosos testigos relataron entonces cómo un extraño gas provocó irritaciones oculares y problemas respiratorios en una zona alrededor del punto de impacto del misil.
La agencia oficial Sana distribuyó entonces fotos del incidente, con los médicos atendiendo a heridos. Los opositores protestaron enérgicamente y acusaron al régimen de haber empleado el agente químico contra ellos y haber tratado de inculparles. Lo que resultaba obvio para la inteligencia norteamericana y la israelíera que los arsenales de El Asad aún estaban a recaudo de su Gobierno, y ninguno de ellos había caído en manos de los rebeles.
Según estimaciones independientes, El Asad dispone de al menos 1.000 toneladas de armas químicas, el mayor arsenal de Oriente Próximo. Sobre todo, dispone de gas sarín, gas mostaza y el agente nervioso VX, además de cianuro, almacenados en al menos 17 puntos diferentes del país, todos a recaudo del Ejército.
Otra de las quejas de los rebeldes por uso de armas químicas llegó el 25 de marzo. Entonces acusaron públicamente al régimen de haber dirigido armas químicas contra ellos desde varios lanzacohetes, cuando rodeaban una base militar en la localidad de Adra, cerca de Damasco. Murieron dos milicianos, y al menos otros 23 resultaron heridos, según un recuento de los propios grupos opositores. Varios testigos dijeron entonces al diario israelí Haaretz que el agente empleado “era un tipo de fósforo que ataca al sistema nervioso y provoca pérdida del equilibrio y desmayos”.
Aquel mismo día, los embajadores de Francia y Reino Unido ante la ONU enviaron una carta a la Secretaría General en la que aseguraban que tenían indicios suficientes de que El Asad había empleado ya armas químicas en Khan el Asal y en la villa de Ataybah, cerca de Damasco, seis días antes, y en Homs el 23 de diciembre. Aducían como pruebas entrevistas a testigos presenciales y análisis de suelo en los puntos del ataque. Ayer, un portavoz del Ejército Libre Sirio en Turquía dijo que ha entregado “pruebas irrefutables” a “observadores independientes”, sin dar más detalles.
El ataque del 23 de diciembre había quedado recogido en un cable clasificado del departamento de Estado norteamericano. “No podemos afirmarlo al 100%, pero varios contactos sirios explicaron fehacientemente que el agente XV se empleó en Homs el 23 de diciembre”, decía ese memorando, enviado por un cónsul estadounidense en Estambul a Washington y filtrado luego a la prensa. Posteriormente, fuentes del departamento de Estado negaron que se hubiera empleado el agente XV.
El 13 de abril llegó el ataque aéreo. Los opositores acusaron al régimen de haber lanzado proyectiles cargados con un agente nervioso desde aviones en Alepo. Murieron dos niños y una mujer. Al menos 16 personas resultaron heridas. En esta ocasión, alguien pudo grabarlo. El doctor Niazi Habash, que trató a los heridos, publicó un vídeo en Internet donde ve a heridos que presentaban síntomas de asfixia, contracción de las pupilas y, sobre todo, formación de espuma en la boca.
La organización Human Rights Watch publicó un informe el 11 de abril, en el que constatan 4 casos de lanzamiento de bombas incendiarias con napalm o un sucedáneo de napalm y fósforo blanco. Sucedieron en las ciudades de Daraya y Babila (ambas en la provincia de Damasco), Maarat Al Numan (Idlib) y Qusseir (Homs). Documentaron estos casos a través de entrevistas con cuatro testigos y por los vídeos facilitados por la oposición y analizados por sus especialistas y expertos universitarios, pero la organización asegura que no tienen en su poder evidencias directas. Los ataques se produjeron entre noviembre y diciembre del año pasado.
Desde Cruz Roja, Julie Furier, una de las técnicos que coordina el trabajo con refugiados en Ammán, explica que ellos no pueden hacer afirmaciones tajantes “porque lo que llega es poco concluyente”. “Nos hacen llegar fotos y vídeos y vemos a los refugiados cuando llegan con heridas, pero no tratamos los síntomas en caliente, no podemos saber qué agentes han estado implicados. Sin embargo, seguimos examinando los casos que llegan y exigiendo al Gobierno sirio que no use armas químicas contra la población”.
Mohamed Adra, colaborador de los Comités Locales de Coordinación en la frontera turca, confiesa que tampoco ellos han podido sacar del país “munición o casquillos o restos de proyectiles” que les permitan avalar su denuncia de uso de armas químicas. Su gente dentro del país sostiene que los médicos "nunca han visto unas heridas así", en zonas como Homs e Idlib, especialmente. Insiste en la dificultad que tienen para mantener “una cadena de custodia estable” que dé veracidad a sus denuncias.
A los analistas les extraña la supuesta estrategia del régimen de atacar a los rebeldes con pequeñas dosis de agentes químicos. “No tiene mucho sentido, porque las armas químicas, históricamente, se han empleado en considerables cantidades, para causar un gran número de bajas”, asegura en conversación telefónica Ralf Trapp, un reputado experto en desarme y armas químicas.
Tu suscripción se está usando en otro dispositivo
¿Quieres añadir otro usuario a tu suscripción?
Si continúas leyendo en este dispositivo, no se podrá leer en el otro.
FlechaTu suscripción se está usando en otro dispositivo y solo puedes acceder a EL PAÍS desde un dispositivo a la vez.
Si quieres compartir tu cuenta, cambia tu suscripción a la modalidad Premium, así podrás añadir otro usuario. Cada uno accederá con su propia cuenta de email, lo que os permitirá personalizar vuestra experiencia en EL PAÍS.
En el caso de no saber quién está usando tu cuenta, te recomendamos cambiar tu contraseña aquí.
Si decides continuar compartiendo tu cuenta, este mensaje se mostrará en tu dispositivo y en el de la otra persona que está usando tu cuenta de forma indefinida, afectando a tu experiencia de lectura. Puedes consultar aquí los términos y condiciones de la suscripción digital.