Arranca el juicio militar contra el soldado Manning por filtrar cables a Wikileaks
Un tribunal militar decidirá si el joven de 25 años ayudó al enemigo al filtrar más de 700.000 documentos secretos al grupo de Julian Assange
Sus defensores y seguidores se manifestaron el domingo a las puertas del fuerte militar donde este lunes ha empezado el consejo de guerra contra el soldado Bradley Manning más de tres años después de que fuera detenido en Irak acusado de descargarse documentos de los servicios secretos, cables diplomáticos y vídeos de combates que remitió a la organización WikiLeaks, lo que supuso la mayor filtración jamás sufrida por Estados Unidos (cerca de 700.000 documentos).
El fiscal ha dicho al principio de la vista que el uniformado filtró la información secreta de manera sistemática y siendo consciente de que el enemigo podría usarla: "No es un caso sobre la filtración de unos pocos documentos, es un caso sobre un soldado que sistemáticamente obtuvo centenares de miles de documentos clasificados y los puso en Internet, arriesgando la vida de soldados", ha dicho el capitán Joe Morrow, del equipo de fiscales, informa Efe.
Ante un tribunal militar, Manning, 25 años, se declarará culpable de 10 de los 22 cargos que le imputa la justicia militar, según dijo uno de sus abogados -David Coombs- en una audiencia el pasado mes de febrero. Manning podría llegar a ser condenado a cadena perpetua sin posibilidad de libertad condicional ya que uno de los cargos a los que se enfrenta es el de “ayuda al enemigo”, que conlleva esa pena, y otro el de haber violado la Ley de Espionaje de 1917, que también le podría acarrear pasar el resto de sus días en una prisión militar.
El pasado 21 de mayo, la juez militar Denise Lind cerraba un año y medio de vistas preparatorias y fijaba las reglas para el juicio que se llevará a cabo bajo fuertes medidas de seguridad en Fort Meade
El pasado 21 de mayo, la juez militar Denise Lind cerraba un año y medio de vistas preparatorias y fijaba las reglas para el juicio que se lleva a cabo bajo fuertes medidas de seguridad en Fort Meade, a unos 50 kilómetros al noreste de Washington, en el Estado de Maryland, y que no concluirá hasta finales de agosto. Allí, se congregaban el domingo, sin lograr cruzar el perímetro de seguridad impuesto por la autoridades militares, desde Nathan Fuller –uno de los organizadores de la manifestación y seguidor de la causa de Manning desde su detención- hasta Daniel Ellsberg, antiguo funcionario del Pentágono que a finales de los años sesenta filtró al diario The New York Times documentos secretos de la Administración norteamericana sobre la guerra de Vietnam.
Atrás quedaban los nueve meses que Manning pasó en 2010 en prisión preventiva en la base de los Marines en Quantico (Virginia); el aislamiento ante la posibilidad de que cometiera suicidio -lo que le obligó a dormir desnudo y sin sus gafas, encerrado en una celda de seis metros cuadrado 23 horas de las 24 que tiene el día; y la reclusión final en abril de 2011 en Fort Leavenworth (Kansa), desde donde ha sido trasladado a Fort Meade para su juicio.
Manning, por primera vez desde que fue arrestado en mayo de 2010, expuso el pasado marzo sus razones para hacer lo que hizo y que le han costado la libertad. “Un noble motivo”, explicó este joven bajito de mirada tímida escondida tras unas gafas. Todavía vistiendo uniforme militar –lo hará hasta que le sea arrebatado cuando se le encuentre culpable-, Manning declaró que consideraba que si “el público tenía acceso a la información podía abrir un debate en EE UU sobre el papel del Ejército, la guerra y la política exterior norteamericana”.
Que será encontrado culpable es ya una realidad, ya que la defensa orquestó en marzo una estrategia para aceptar una serie de cargos que le garantizan 20 años en prisión
Que será encontrado culpable es ya una realidad, ya que la defensa orquestó en marzo una estrategia para aceptar una serie de cargos que le garantizan 20 años en prisión, pero al menos intentará contestar la acusación de “ayuda al enemigo”. “¿Es consciente usted de que ya no hay posibilidad de que le encuentre no culpable, entiende eso?”, le preguntó –casi maternal-, la juez. “Sí”, reconoció sereno el soldado.
Según Elizabeth Goitein, responsable del Programa de Libertad y Seguridad Nacional del Centro Brennan para la Justicia, el juicio de Manning supone “probablemente el ejemplo más dramático de la utilización por parte de la Administración de la Ley de Espionaje para perseguir judicialmente las filtraciones de información a los medios de comunicación”.
Coombs, abogado del soldado, ha denunciado reiteradamente la lentitud con la que se ha llevado el caso y el secretismo que ha envuelto todas las vistas preliminares y la cobertura de los medios de comunicación. Más de 20 testimonios se efectuarán a puerta cerrada, según ha sentenciado la juez, entre ellos varios embajadores, funcionarios del Pentágono o expertos en espionaje. Uno de los Navy Seals que participó en el operativo que acabó con la vida de Osama Bin Laden en Pakistán, también testificará sin testigos ni prensa. El seal declarará que los documentos robados por Manning y filtrados a Wikileaks –que los difundió- fueron encontrados en el refugio del líder de Al Qaeda, lo que probará que los papeles llegaron a manos de la organización terrorista.
Manning ha recibido muchas definiciones: Joven inadaptado: enardecido patriota; activista gay; aspirante a hacker; soldado por descarte… En los días que están por llegar, un consejo de guerra decidirá el más importante de todos, el que definirá su vida para siempre en la cárcel o permitirá que algún día camine en libertad: “colaborador con el enemigo”. Traidor a la patria.
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