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La accidentada campaña de Matthei

La derecha chilena vive uno de sus momentos más complicados desde 1990

La candidata de la derecha, Matthei, abrazada por una seguidora.
La candidata de la derecha, Matthei, abrazada por una seguidora.F. T. (EFE)

El presidente chileno, Sebastián Piñera, ha entregado este domingo un mensaje enfático cuando ha acudido a votar: “Vamos a trabajar con la misma fuerza y entusiasmo hasta el 11 de marzo”. El mandatario de derechas quiso dejar claro que gobernará hasta el último día de su Administración y que intentará evitar el síndrome del pato cojo, incluso si la socialista Michelle Bachelet ganara en primera vuelta y se instalara como presidenta electa durante casi cuatro meses.

El Jefe de Estado no ha logrado reconocimiento político en sus cuatro años de Gobierno —el único paréntesis en el que ha gobernado la derecha desde la instauración de la democracia— pese a que su gestión ha sido exitosa en muchos aspectos. El respaldo de Piñera alcanza un 40%, la mejor cifra que ha obtenido en los últimos meses. La sombra del respaldo a Bachelet, sin embargo, pesa en el oficialismo: en marzo de 2010 dejó La Moneda con un 84% de apoyo.

Las elecciones encontraron a la derecha en una fase de perplejidad: no logran comprender que una Administración que ha crecido a una tasa promedio anual de 5,5% no sea respaldada mayoritariamente por los chilenos. “No hubo capacidad de transformar un Gobierno exitoso en un éxito político”, señaló uno de los líderes de la derecha, Jovino Novoa.

Existen dos factores que explican en parte esta tormenta perfecta que atraviesa la Alianza por Chile, el conglomerado que reúne a la Unión Demócrata Independiente (UDI) y Renovación Nacional (RN), el partido del Presidente. La derecha no logró tomarle a tiempo el pulso al movimiento estudiantil que surgió en 2011, cuyas demandas calaron hondo en la clase media chilena y terminaron dañando la popularidad que alcanzo el jefe del Estado después del rescate de los 33 mineros. También contribuyó el rechazo que la ciudadanía comenzó a manifestar contra las élites y todo lo que representaba el Gobierno y su presidente, un empresario exitoso con poca soltura política.

El oficialismo sufrió en octubre pasado una derrota electoral, la primera señal de que no iba ser fácil mantener el poder: en las municipales perdió localidades que llevaban años en sus manos. La campaña presidencial fue luego una de las más accidentadas desde el regreso a la democracia en 1990.

La UDI desechó en abril la candidatura del exministro Laurence Golborne por omitir en su declaración patrimonial una sociedad en Islas Vírgenes. El candidato que había triunfado en las primarias del 30 de junio, Pablo Longueira, renunció un mes después a causa de una depresión. La postulación de Matthei surgió de forma fortuita y la economista de 60 años no solamente ha tenido que trabajar a contrarreloj y enfrentar los dardos de su propio sector, sino competir con el fenómeno político y electoral de Bachelet.

La campaña de Matthei es una muestra del complejo momento que atraviesa la derecha. El conglomerado no ha logrado instalar con fuerza su programa de Gobierno, más allá de arroparse en los logros de Piñera. La última encuesta del Centro de Estudios Públicos minó las esperanzas de la candidata, que obtuvo un 14%, frente al 47% de Bachelet.

Las diferencias entre los dos partidos tampoco han contribuido a aquietar las aguas en la derecha. El lunes pasado, el presidente de RN, Carlos Larraín, a menos de una semana de las elecciones, afirmó que fue un error desestimar la postulación a La Moneda del exministro Golborne, dando a entender que Matthei no era la mejor carta.

El presidente tampoco ha ayudado a la paz de su coalición y, por el contrario, ha reflotado la pugna entre liberales y conservadores dentro su bloque. En septiembre pasado, cuando se conmemoraban los 40 años del Golpe de Estado, Piñera señaló que en la dictadura hubo muchos “cómplices pasivos que sabían y no hicieron nada o no quisieron saber”.

El jefe de Estado, que votó contra Pinochet en el plebiscito de 1988, está convencido de que difundiendo esos valores la derecha puede zafarse de la herencia pinochetista que arrastra. Con su frase, sin embargo, descalificó política y éticamente a su propia coalición y a miembros de su Gabinete. No está claro lo que ocurrirá en la derecha después de las elecciones y ni es posible prever los liderazgos de esta nueva etapa. El presidente Piñera posiblemente intentará jugar un papel importante al mando de su coalición después de marzo, con la mirada puesta en una reelección en 2017.

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