Mauricio Funes: “La oligarquía tiene que aprender a convivir con el FMLN”
El primer presidente de izquierda en El Salvador analiza la situación de su país de cara a las elecciones del 2 de febrero tras cinco años de gobierno marcados por la guerra entre pandillas
A Mauricio Funes le duele la espalda. “Tengo una hernia discal, entre la lumbar cuarta y la quinta”. El presidente de El Salvador dice que no se operará hasta después de las elecciones. Mientras tanto, se apoya en un bastón de aluminio plegable.
Funes ganó las elecciones de 2009 con el Frente Farabundo Martí para la Liberación Nacional. Fue la primera vez que la antigua guerrilla convertida en partido político subía al poder desde los Acuerdos de Paz que cerraron la guerra civil en 1992. El próximo domingo, el Frente, favorito en los sondeos, tratará de volver a ganar las presidenciales con un nuevo candidato –el excomandante guerrillero Salvador Sánchez Cerén– frente al partido tradicional de la derecha, Arena, al que desbancó en las anteriores elecciones, aunque se prevé que ninguno logre mayoría suficiente y que haya segunda vuelta en marzo.
Es la una y media de la tarde del miércoles 22 de enero y el presidente acaba de llegar a su despacho de un acto en un hospital de San Salvador. Se sienta y deja el bastón a un lado. En un momento determinado, en la televisión empiezan a dar las imágenes recientes del acto del hospital. Funes, periodista de oficio, concentra su atención en mirar en la pantalla su propio discurso. A continuación aparece en la tele el odontólogo Norman Quijano, actual candidato de la derecha, diciendo que el presidente “brinda protección” a los pandilleros.
–Mentiroso –le dice Funes a la pantalla.
La violencia entre pandillas ha sido el mayor reto de su gobierno. El problema se ha rebajado desde que en marzo de 2012 los líderes de las bandas acordaron una tregua a cambio de beneficios penitenciarios. La cantidad de homicidios bajó desde entonces de alrededor de 70 asesinatos por cada 100.000 habitantes a los 39 por 100.000 de media en 2013. Pero el efecto positivo de ese hecho ha tenido un reverso delicado para la imagen del presidente. La derecha lo acusa de haber pactado con criminales. Funes responde que el acuerdo fue una decisión que tomaron entre ellos los dirigentes de las pandillas y que lo único que hizo su gobierno fue “facilitar” el proceso porque se consideró que ayudaría a refrenar la epidemia descontrolada de muertes.
Pregunta. ¿Pero qué significa que lo facilitaron?
La tregua entre pandillas no fue iniciativa mía ni de las autoridades de seguridad pública
Respuesta. Los dirigentes de las pandillas que están en cárceles de máxima seguridad y en otros centros penales toman un día la decisión de no agredirse en la disputa de los territorios y de romper la cadena de venganzas entre pandillas. Yo pienso que llegaron al convencimiento de que no tenía sentido seguir eliminándose entre ellos. Pero para poder llevar a cabo esto necesitaban tener comunicación con los pandilleros que estaban en la calle, y no podían tener esa comunicación porque tenían medidas especiales de control. Lo que hace el gobierno es provocar el traslado de algunos líderes de pandillas a cárceles donde las restricciones son menores, pero siempre dentro de la ley, y eso les permite establecer una comunicación más directa con sus bases a través de los familiares.
P. ¿Y usted cree que esos líderes deciden la tregua para salvar vidas?
R. Yo creo que caen en la cuenta de que ellos estaban pagando la factura mayor.
P. ¿No buscaban beneficios penitenciarios?
R. No les damos beneficios penitenciarios. Aquí se ha dicho, por ejemplo, que el gobierno les permitía un mayor número de visitas íntimas, que les permitía modificar su régimen alimenticio o que les permitía plasmas o televisores para las horas de ocio. Eso lo contempla la ley penitenciaria, existe dentro de la política de rehabilitación la posibilidad de que un reo mejore su régimen alimenticio y tenga acceso al entretenimiento.
P. ¿Así que no fue iniciativa suya la tregua?
R. No, no fue una iniciativa mía ni de las autoridades de seguridad pública.
P. ¿Entonces, lo que provocó un descenso de los homicidios no fue una decisión planificada de su gobierno sino una decisión de jefes criminales desde las cárceles?
R. Pero es que esa decisión de los pandilleros no se hubiera dado en gobiernos anteriores.
P. ¿Por qué?
R. Sencillamente porque ellos no creían en esta posibilidad porque los dos gobiernos anteriores apostaron por la mano dura y por la súper mano dura. El gobierno del expresidente Flores inició el proceso que llamó de mano dura, y el gobierno siguiente, el de Antonio Saca, tenía el lema: A los malacates se les acabó la fiesta, nosotros los vamos a perseguir.
Funes, de 54 años, es un hombre locuaz. Habla largo. De narcotráfico –dice que es un problema pero que El Salvador no lo sufre “en las magnitudes” de otros países–, del debate sobre la regulación de la droga –no está a favor, cree que la clave es que Estados Unidos reduzca su demanda– y de economía. En 2013, la salvadoreña fue la tercera que menos creció de toda Latinoamérica, un 1,7%. Él argumenta que el gobierno anterior les dejó una economía “deprimida” y que además les tocó la recesión de Estados Unidos, su mayor socio comercial.
También habla del candidato de su partido, Sánchez Cerén, vicepresidente durante su gobierno.
P. Dicen de él que es un candidato “bolivariano”.
En El Salvador no se puede instalar un régimen como el cubano o como el venezolano
R. No es cierto. Esa es una visión distorsionada de la evolución que ha habido en el FMLN. No cabe ninguna duda de que es un partido identificado con las transformaciones que se han llevado a cabo en Venezuela, pero eso no significa que Sánchez Cerén y su equipo vayan a tomar las decisiones que se están tomando en Venezuela. El FMLN es un equipo pragmático que se ha adaptado a las nuevas circunstancias. Sánchez Cerén es un comandante histórico del FMLN que tiene una formación marxista, pero eso no significa que no haya aprendido a gobernar, sobre todo como vicepresidente de la República. Se ha dado cuenta de lo que es posible hacer y de lo que no se puede hacer.
P. ¿Qué no se puede hacer?
R. No se puede instalar un régimen como el cubano o el venezolano, no podemos tener un enfrentamiento con Estado Unidos siendo que la tercera parte de nuestra población vive allí.
P. El Frente nació como una guerrilla enfrentada a los poderes fácticos privados. ¿Durante su mandato ha notado reticencias del sector empresarial a colaborar con un gobierno de izquierda?
R. Por supuesto. En 20 años de Arena se concibió un Estado corporativo, un Estado que respondía a intereses de los principales grupos económicos. Con mi gobierno perdieron esa posibilidad de incidir sobre el Estado. Yo intenté construir relaciones diferentes con los grupos empresariales, pero ellos no entendieron que no se puede seguir utilizando el Estado para beneficio propio.
P. ¿Sigue teniendo sentido hablar en El Salvador de una oligarquía que oprime a los pobres?
R. Sigue teniendo sentido hablar de una oligarquía que intenta recuperar el poder del Estado para continuar oprimiendo a los pobres.
P. ¿Es posible que El Salvador se desarrolle sin conciliación?
R. Tiene que haber conciliación. La oligarquía tiene que aprender a convivir con el Frente.
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