Richard von Weizsäcker, primer presidente de la Alemania unida
En 1984 se propuso ser el mandatario de “todos los alemanes”.
Cuando Richard von Weizsäcker se convirtió en el sexto presidente de la República Federal de Alemania, el 1 de julio de 1984, el político democratacristiano envió a la nación un mensaje simple, difícil de cumplir, pero que a lo largo de sus diez años lo respetó a rajatabla. “Deseo ser el presidente de todos los alemanes”, dijo desde el hemiciclo del Parlamento Federal. Casi un año después, Weizsäcker, que murió ayer en Berlín a la edad de 94 años, conmovió a todo el país, cuando puso fin, en un acto solemne destinado a recordar el 40 aniversario de la capitulación de la Wehrmacht, a una leyenda que pretendía distorsionar la historia y que defendía la fecha como una “derrota”.
“El 8 de mayo fue un día de liberación”, dijo Weizsäcker en un discurso que aún se recuerda con emoción y respeto. “Ese día nos liberó a todos del sistema inhumano de la tiranía nazi. El secreto de la redención es la memoria”, afirmó. Desde el 8 de mayo de 1985 y gracias al valiente discurso de Richard von Weizsácker, nada volvió a ser igual en la breve historia de postguerra del país.
Weizsäcker diseño su discurso en un momento crucial para el país. En el seno de su propio partido, la CDU, había comenzado a germinar la idea de acabar con la leyenda negra que representaba la tiranía nazi, una posición que tampoco era ajena al entonces canciller Helmut Kohl, quien se había dejado fotografiar junto a Ronald Reagan en un cementerio donde estaban enterrados varios miembros de las SS.
El discurso de Weizsäcker marcó toda su presidencia y tuvo la magia de convertir a la joven república, en un país en el que se podía nuevamente confiar, un cambio que jugó un rol decisivo, tal como lo anotó Hans Dietrich Genscher en sus memorias, en las difíciles negociaciones que culminaron con la reunificación de las dos Alemanias. "El 8 de mayo de 1985, Alemania admitió su responsabilidad histórica y moral en los crímenes del nazismo”, admitió Joschka Fischer, cuando era ministro de Asuntos Exteriores.
Hasta su muerte, Richard von Weizsäcker gozó del raro privilegio de haber sido el presidente más querido y respetado del país, un jefe de estado que ayudó como nadie a que su país regresara con la frente en alto al seno de la comunidad internacional. Su gestión como presidente lo convirtió en una especie de instancia moral del país, un honor que solo compartía con otra leyenda aun con vida, el ex canciller Helmut Schmidt.
Pero también la vida del ex mandatario estuvo marcada por una ambivalencia que rodeó a gran parte de su generación. Hijo de Ernst von Weizsäcker, un diplomático que llegó a ocupar el cargo de Secretario de Estado en el ministerio de Asuntos Exteriores del Tercer Reich, el futuro presidente nació y creció rodeado de los placeres y la abundancia del mundo aristócrata de la época. Y como todos los de su generación, se alistó en la Wehrmacht.
Después de la guerra. Richard von Weizsäcker hizo carrera en la empresa privada y recién en 1966 fue elegido miembro de la dirección de su partido. Pero su militancia en las filas de la democracia cristiana estuvo marcada por una rara independencia y una posición ambivalente que le mantuvo alejado de las masas. Por ejemplo, fue uno de los primeros militantes de la CDU en apoyar el reconocimiento de la frontera Oder y Neisse, casi un sacrilegio en la CDU y también apoyó la política de distención de Willy Brandt, gestos que terminaron en una clara confrontación con el futuro jerarca del partido, Helmut Kohl.
“Ha sido uno de los mayores oportunistas en la historia de la república” admitió Kohl a comienzos de 2000. “El se consideraba el más sabio, el mejor, un gran moralista y nunca puso en duda que era uno de los hombres más importantes del país”, añadió durante sus conversaciones con el periodista Heribert Schwan.
“La muerte de Weizsäcker enlutó con razón al país. “Como presidente supo llamar la atención sobre problemas y malentendidos, promover debates y abrir perspectivas. Para la mayoría era una autoridad moral” señaló el actual mandatario germano, Joachim Gauck al darle las condolencias a la familia y rendirle un sentido homenaje a un hombre que supo utilizar como nadie el único poder que tenía a su alcance, la fuerza de las palabras.
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