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Rousseff liquida a la cúpula de Petrobras para sanearla

El escándalo de la petrolera lastra el segundo mandato de la presidenta brasileña

Antonio Jiménez Barca
Trabajadores protestan por el escándalo de corrupción en Petrobras.
Trabajadores protestan por el escándalo de corrupción en Petrobras. AP

La presidenta brasileña, Dilma Rousseff, del Partido de los Trabajadores (PT), ha decidido barrer por entero la cúpula de la petrolera pública Petrobras, la mayor empresa del país y carcomida por una red corrupta que la desangra por dentro.

Tanto Graça Foster, la presidenta desde hace tres años como los cinco directores generales dejarán sus cargos, presumiblemente el viernes, para dar paso a una renovación total a fin de parar la caída libre de los activos y el aumento proporcional del descrédito internacional que sacude la empresa desde hace un año y medio.

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Fue entonces cuando se desencadenó la Operación Lava Jato (Operación Lavacoches), en la que se investiga un sistema establecido desde hace más de 10 años de sobornos millonarios por parte de empresarios a dirigentes que, según la fiscalía, va a parar en parte a los bolsillos de los altos cargos y parte a los partidos políticos que los sustentan. Un círculo cerrado perfecto que retroalimentaba las ganancias de unos pocos en un mar de petróleo y lucros.

Ni Graça Foster ni los cinco actuales directores generales están, en principio, involucrados en los casos investigados, pero su salida de la empresa, la mayor de carácter público de toda América Latina, es necesaria, según da a entender Rousseff con su decisión, para enderezar el rumbo de Petrobras. Ésta, con sus 86.000 empleados, no es una empresa cualquiera: refina el 98% de la gasolina que se consume en Brasil, comercia con cerca de 20.000 empresas que le surten de todo tipo de productos y ella misma es responsable de un décimo de todas las inversiones que se acometen en el país.

De ahí que la presidenta, trate de atajar cuanto antes la cuesta abajo. La salud de Petrobras repercute automáticamente en la economía de Brasil y buena parte del segundo mandato de Rousseff dependerá de la suerte que corra esta nueva cúpula y la suerte que corra Petrobras.

Hasta ahora, Rousseff se había resistido a destituir a Foster, una amiga personal, que supo escalar desde abajo (empezó siendo becaria de Petrobras en 1978) y cuya elección, en 2013, constituyó una apuesta personal de la presidenta. De hecho, la misma Foster, agobiada y estresada por una gestión difícil en campo minado, presentó a Rousseff su dimisión en dos ocasiones el año pasado. Hasta la semana pasada, Rousseff se la rechazó, fundamentalmente por dos razones: seguía creyendo en ella y le servía de pararrayos político.

Henrique Meilleres, expresidente del Banco Central, se baraja como sucesor

Pero la semana pasada, Foster, en una entrevista, reveló que en Petrobras existe un agujero contable 86.000 millones de reales (28.600 millones de euros), excavado a base de sobrefacturaciones, inversiones defectuosas, proyectos errados, casos de corrupción y otros elementos como la bajada del precio del petróleo. A Rousseff, según la prensa brasileña, no le gustó ni el cálculo en sí, mezclando elementos disímiles, ni el hecho de que se hiciera público.

Hay otra razón. Acosada por varios frentes (la corrupción de Petrobras, la anémica marcha de la economía, una crisis de abastecimiento de agua en São Paulo, entre otros), Rousseff actúa en este segundo y último mandato de forma diferente y casi opuesta al primero. Una prueba es que para llevar la batuta financiera ha elegido como ministro de Economía a un liberal afamado en la contención del gasto público, Joaquim Levy; otra que ya no le tiembla la mano a la hora de despedir a quien protegió durante mucho tiempo, consciente de que con la resolución del caso Petrobras (y la resurrección de la empresa, tanto en términos contables como de imagen) depende mucho de su presente político.

Ahora queda la cuestión de quién se coloca al frente de esta empresa de futuro incierto, de balances oscuros (la firma PwC se niega a cerrar una auditoría encargada porque le faltan las cifras del dinero escamoteado por los implicados en el Caso Lava Jato) que se identifica para bien y para mal con Brasil y que es seguida con lupa por los mercados. De hecho, ayer, con el rumor de que Graça Foster iba a dimitir las acciones de Petrobras subieron un 15%. Hoy, con la confirmación oficial, han vuelto a subir, aunque de manera más titubeante (un 4% cuatro horas antes de que se cerrara la jornada).

El nombre que más aparece en las apuestas es Henrique Meirelles, ex presidente del Banco Central de Brasil durante la era Lula. Pero hay otros. Todos son agresivos en la forma de trabajar y gozan de una gran resistencia. Una coraza que no les sobrará al colocarse al frente de este gigante herido en que se ha convertido hoy Petrobras.

El gigante de América Latina

  • La petrolera Petrobras, con 85.000 empleados, es la mayor empresa pública de América Latina. Fundada en 1953, produce 2,54 millones de barriles de petróleoal día en sus 134 plataformas (77 fijas, 57 flotantes), según su página web.
  • El valor de lo robado por el entramado de corrupción, sumado a ciertos proyectos ineficaces, asciende a 30.000 millones de euros (85.000 millones de reales), según la prensa brasileña.
  • Petrobras perdió un 70% de su valor desde 2010, como consecuencia en gran parte de malas inversiones y por las revelaciones de corrupción, pasando de 126.000 millones de euros a 37.000 millones. Aún gana dinero, aunque los beneficios del tercer trimestre de 2014 cayeron un 9,07% sobre el mismo período de 2013, según el informe de resultados publicado el miércoles pasado, que no incluye lo robado.

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Sobre la firma

Antonio Jiménez Barca
Es reportero de EL PAÍS y escritor. Fue corresponsal en París, Lisboa y São Paulo. También subdirector de Fin de semana. Ha escrito dos novelas, 'Deudas pendientes' (Premio Novela Negra de Gijón), y 'La botella del náufrago', y un libro de no ficción ('Así fue la dictadura'), firmado junto a su compañero y amigo Pablo Ordaz.

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