Los bomberos del zika
Una quincena de expertos de la OPS trabaja para hacer frente al brote del virus en América
Ver caras cansadas y tensas es algo normal estos días en la sede en Washington de la Organización Panamericana de la Salud (OPS), donde el virus del Zika ha desatado todas las alarmas y roba buena parte de los esfuerzos de los expertos. Hace dos semanas que la Organización Mundial de la Salud (OMS) declaró una emergencia global por el aumento de casos de microcefalia y otras complicaciones neurológicas posiblemente asociadas al virus del Zika. Pero la OPS, su brazo americano, lleva ya nueve meses monitorizando la situación en la zona, la principal afectada por un virus que aún presenta demasiadas incógnitas. El centro neurálgico de la respuesta del organismo regional a la nueva amenaza epidemiológica es el Centro de Operaciones de Emergencia, o COE, una suerte de gabinete de crisis ubicado en el corazón de la sede de la OPS. Desde allí, una quincena de expertos coordina la información y la respuesta ante la nueva emergencia sanitaria.
“Somos como bomberos”, explica Sylvain Aldighieri. El epidemiólogo fue nombrado en noviembre jefe del equipo de especialistas. Aunque él prefiere que le llamen “comandante”, bromea con una sonrisa algo cansada. Al fin y al cabo, hace 15 días que prácticamente no sale de la sala, instalada en el icónico edificio cilíndrico de la OPS, una joya arquitectónica de los años sesenta del siglo XX que resalta entre los anodinos edificios vecinos.
El COE se basa en el Sistema de Comando de Incidencias creado en los años 70 por los bomberos de California para coordinar una respuesta rápida ante los gigantescos incendios con diversos focos simultáneos que suelen producirse en ese Estado. Bajo este sistema, una quincena de responsables de diversas áreas —desde epidemiólogos, médicos clínicos, a expertos en logística, salud pública o control de vectores— coordinan y articulan las actividades de respuesta. Son ellos quienes deciden el envío de expertos a los países y se aseguran de que tienen los recursos necesarios. También colaboran en la coordinación de las tareas locales de prevención y en la preparación de emergencias médicas que puedan surgir, desde microcefalia al síndrome de Guillain-Barré.
“Somos los gerentes de una respuesta intensa a nivel del país”, resume Aldighieri. Tras la explicación simplificada, se oculta una complicada tarea. El “comandante” habla con su equipo casi todos los días. La reunión del grupo de comando de incidente, puede durar horas. No es la primera emergencia de este centro especializado. El gabinete de crisis ya se activó para la crisis del Ébola, y la región tiene experiencia en emergencias como la del H1N1 o el cólera en Haití.
Hay sin embargo una diferencia fundamental entre esas crisis y la actual: lo poco que se sabe sobre el zika y sus consecuencias, o la causalidad, como lo denominan los científicos, entre este virus y la microcefalia. “El zika es nuevo y enfermedades nuevas pueden dar miedo, sobre todo cuando afectan a los más vulnerables”, reconocía esta semana el director del Centro de Control de Enfermedades (CDC), Tom Frieden.
“Hablar de niños con cabecitas pequeñas es algo muy trágico. Hay ese componente emocional muy fuerte y de percepción del público, y hay que tener eso en cuenta. Es muy difícil justificar el no preocuparse por eso”, coincide Marcos Espinal, director del Departamento de Enfermedades Transmisibles de la OPS. Pero el organismo internacional sanitario, puntualiza, “no ha reaccionado porque sea algo emocional, sino porque hay casi 3.000 o 4.000 casos de microcefalia reportados en Brasil. Ha reaccionado para adelantarse a la curva y ponerle atención”, afirma. La declaración de emergencia, dice, “ayuda mucho en el flujo de dinero, de la cooperación internacional, para compartir muestras e información”.
Cada vez surgen más estudios que parecen confirmar la relación entre la microcefalia y el zika. Pero todavía faltan pruebas concluyentes. Y obtenerlas no es nada fácil porque la región donde se está expandiendo sufre muchas otras epidemias —los cuatro tipos de dengue, o el chikungunya que también transmite el mosquito Aedes aegypti, el agente transmisor del zika- que se entremezclan, confundiendo, al menos por el momento, los datos—.
“El virus nos provoca un gran desafío porque tenemos brechas de conocimiento y brechas de diagnóstico”, lamenta Aldighieri. “Nuestro desafío es saber lo que pasó al principio del embarazo, así que una de las prioridades es tener técnicas confiables para decir lo que pasó y discriminar entre virus de la misma familia”.
Si la confirmación plena de la relación entre el zika y la microcefalia puede durar meses, tener una vacuna contra el virus tardará aún más. La OPS mantendrá su gabinete de crisis a tiempo completo al menos tres meses más. Después, se hará una evaluación para ver si se continúa o si se considera que la fase de apoyo a los países para que estén listos para confrontar el mosquito y responder a las dificultades sanitarias se ha completado. Hasta entonces, Aldighieri y su equipo permanecerán en todo momento muy cerca del gabinete de crisis.
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