Un tigre de Bengala y una llama, requisados en una finca de la Ciudad de México
El hallazgo pone el foco en el problema creciente de tráfico de animales en México
Leones, cocodrilos, iguanas, monos araña, loros y así hasta donde pueda llegar la imaginación en un país que posee el 10% de las especies animales que existen en el planeta. Catalogado como el cuarto negocio ilegal más lucrativo del mundo tras las drogas, las armas y el mercadeo de seres humanos, el tráfico de animales es un problema grave, creciente y que no ocupa el primer plano de la nutrida agenda de preocupaciones mexicanas, pero el goteo de casos que salen a la luz es incesante. El último: un tigre de Bengala y una llama andina hallados en una finca de Ciudad de México, el gran almacén nacional de contrabando de animales.
Los agentes de la Profepa (Procuraduría Federal de Protección al Ambiente) entraron este fin de semana en un rancho llamado El Laberinto y se encontraron al tigre metido en una pequeña jaula en que la estaba encerrado día y noche. No tenía agua. Físicamente estaba menguado, con poco peso y apenas era capaz de responder a estímulos. El propietario no tenía ningún documento que le permitiese tener al tigre ni que indicase su procedencia. Tampoco contaba con las medidas de seguridad que se requieren para tener controlado a un depredador de este calibre.
Hace una semana, la Profepa y la Marina realizaron un operativo para enviar 11 felinos a Estados Unidos a una reserva animal conocida como The Wild Animal Sanctuary (El santuario de los animales salvajes) en Denver, Colorado. Eran seis tigres, dos jaguares, dos leones africanos y un leopardo que habían sido maltratados o abandonados. El responsable de Profepa, Guillermo Haro, informó de que desde 2014 su organismo ha rescatado 1.482 animales, mientras que el secretario de Medio Ambiente, Rafael Pacchiano, reconoció que a México le faltaba la infraestructura necesaria para hacerse cargo de tantos y tan delicados ejemplares; en 2016, según dijo, se preparará en el Estado de México (limítrofe con la capital) un parque de 600 hectáreas para ese fin. Pero de momento una de las soluciones es mandar a los animales al vecino del norte. En 2015 el santuario de Denver ya había recibido otra partida desde México: ocho leones (de nombre Júpiter, Venus, Tierra, Zimba, Sanshai, Andrómeda, Luna y Miranda), los linces Silvestre y Negro, el coyote Cancán y el puma Pakal. Los 12 ejemplares habían sido maltratados. En el caso concreto del león Zimba, de dos años, se apreciaron problemas de conducta, miedo al espacio abierto y “automutilación por estrés”.
La geografía mexicana es un botín para los traficantes de animales. En el oeste, en el Estado de Guerrero, se nutren de aves y reptiles. En la zona oriental y suroriental, Veracruz, Campeche, Chiapas, atrapan todo tipo de monos (el araña, por ejemplo, se cotiza a unos 8.000 dólares el ejemplar) y pericos. Oaxaca es el centro de expolio de tortugas y huevos de tortuga. Una cifra ilustrativa del tamaño del negocio es la cantidad de animales que aprehendió entre 2007 y 2014 la Procuraduría General de la República: en números redondos, medio millón.
Amén de la caza ilegal de animales silvestres, se considera que parte del tráfico ilegal viene de los animales de circo, máxime desde que en 2015 se prohibió en México el uso de especies silvestres en espectáculos. Por entonces estaban censados cerca de 200 circos, y entre todos sumaban 4.000 ejemplares. Las especies más comunes en el mercado negro de animales son, por este orden, tortugas, iguanas, peces, serpientes y pericos.
Un episodio surreal pero que ejemplifica la situación ocurrió en 2015 en el metro de la Ciudad de México. Un individuo identificado en el reporte policial como Erick Israel se disponía a pasar por el torniquete de la estación cuando unos agentes lo detuvieron porque les pareció que llevaba una maleta sospechosamente voluminosa. Cuando el sujeto abrió la maleta averiguaron el motivo: dentro había una serpiente pitón albina de tres metros de largo, especie protegida.
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