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El Senado tiene ahora la llave del proceso de destitución de Rousseff

Una mayoría simple en esta Cámara basta para suspender a la presidenta de Brasil

Raquel Seco

El Senado de Brasil tiene en sus manos una decisión histórica: la segunda destitución en democracia de un presidente del país. Tras la votación del domingo en la Cámara de Diputados (una especie de Parlamento), el proceso de destitución de Dilma Rousseff pasa a la Cámara alta, donde el asunto puede acabar con la suspensión provisional en el cargo de la presidenta en menos de un mes.

El presidente del Senado, Renan Calheiros.
El presidente del Senado, Renan Calheiros.ANDRESSA ANHOLETE (AFP)

El proceso en el Senado arranca con la creación, la próxima semana, de una comisión especial, parecida a la que instituyó el Parlamento para analizar la solicitud de destitución de Rousseff. Serán, en principio, 21 senadores, con una representación proporcional de los partidos. Redactarán un informe sobre las acusaciones contra la mandataria (maniobras fiscales y presupuestarias durante su gestión) y lo trasladarán al pleno del Senado.

Después, en la semana del 9 de mayo, todos los senadores (81) votarán si aceptan o no el proceso de impeachment. Solo hace falta una mayoría simple para que el caso siga adelante. Es ahí cuando las cosas se complican aún más para Dilma Rousseff: si el Senado acepta el proceso, la presidenta sale provisionalmente de su cargo durante un máximo de 180 días. En ese tiempo el Senado decide ya de forma definitiva sobre las acusaciones y vota de nuevo.

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Aunque la presidenta sobreviva a esta última votación (para lo que necesita más de un tercio de apoyo) su suspensión temporal significaría un varapalo del que muchos creen que no podría recuperarse: demasiado desgaste para una jefa de Estado que vive un agónico segundo mandato. Rousseff, del Partido de los Trabajadores (PT), fue reelegida en octubre de 2014 por un estrecho margen, y desde entonces afronta una economía en recesión, escándalos de corrupción de su partido y bajísimos índices de popularidad.

De salir del cargo, la sustituiría su vicepresidente, Michel Temer. Su ahora exaliado, miembro del voluble Partido del Movimiento Democrático Brasileño (PMDB), se frota las manos con la posibilidad del impeachment. El domingo los medios publicaban una foto de Temer atribuida a un colaborador del político, en la que supuestamente está asistiendo a la derrota de Rousseff en la Cámara de los Diputados. En mangas de camisa, sonríe abiertamente.

El periódico Estado de S. Paulo, muy crítico con la gestión de Rousseff, augura 45 votos a favor de su destitución en el Senado, 21 en contra y 15 votos que son aún un misterio, de senadores indecisos o que no quieren responder. Se precisan 41 para dar luz verde a la destitución. Agencias como Eurasia dan a Rousseff un 20% de probabilidad de sobrevivir.

Con el proceso en marcha, todos los ojos están puestos en Renan Calheiros, líder del Senado, que pertenece al PMDB, igual que Temer. Es la mejor de las malas noticias para Rousseff, porque Calheiros ha criticado en el pasado el proceso: “Espero que el impeachment no llegue al Senado”, dijo en marzo. El jefe del gabinete de Rousseff, Jaques Wagner, está esperanzado: “Creemos que el Senado puede observar con más nitidez las acusaciones contra la presidenta”. Pero la crisis política se ha vuelto imprevisible y ninguna alianza es permanente. Este lunes, menos de 24 horas después de la derrota que le impuso el Parlamento a Rousseff, Calheiros se reunió con el líder del Parlamento, Eduardo Cunha, enemigo abierto del Gobierno del PT, que le entregó el proceso de impeachment. Cunha insistió en que es importante que el Senado tramite el asunto con rapidez para que Brasil no siga "paralizado". La presión crece sobre Calheiros para que acelere el ritmo de la historia.

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Sobre la firma

Raquel Seco
Periodista en EL PAÍS desde 2011, trabaja en la sección sobre derechos humanos y desarrollo sostenible Planeta Futuro. Antes editó en el suplemento IDEAS, coordinó el equipo de redes sociales del diario y la redacción 'online' de Brasil y trabajó en la redacción de México.

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