Latinoamérica, dos océanos que cuidar
La protección de áreas marinas tiene el potencial de crear miles de empleos sustentables en toda la región
Hace 13 años, un pez payaso despertó la conciencia en chicos y adultos sobre lo que yace bajo los océanos. Y este verano su compañera azul seguramente volverá a despertar ese encanto. Pero si los creadores de Pixar fueran fieles a la realidad, nos encontraríamos más bien que gran parte del colorido arrecife en el que habitan esos pequeños héroes no es lo que solía ser.
Investigaciones realizadas por la Agencia Oceánica y Atmosférica (NOAA) han revelado que un 93% de la Gran Barrera de Coral se ha visto afectada por un blanqueo masivo, lo que ha provocado la muerte de un 15% del arrecife en el noreste de Australia.
Es un panorama realmente escalofriante. A pesar de abarcar menos del 0,1% del suelo oceánico, los arrecifes son la fuente de sustento de la cuarta parte de todas las especies marinas. Además, gracias a su forma rocosa, amortiguan el impacto de las olas, tormentas e inundaciones en las zonas costeras vulnerables.
Asimismo, contribuyen con unos 30.000 millones de dólares a la economía mundial cada año al proveer de empleo, alimento y protección a unos 500 millones de personas alrededor del mundo, más de un millón de ellos en nuestro continente, en la franja oriental de Centroamérica, desde la península de Yucatán hasta la bahía de Honduras.
Pero incluso en esa zona, a más de 14.000 kilómetros de distancia de la Gran Barrera de Coral, los científicos están preocupados por la supervivencia del arrecife centroamericano.
El año pasado se observó un blanqueo en una quinta parte del arrecife mesoamericano, que con sus 1.000 kilómetros de extensión es el más largo del hemisferio occidental. Y con la prolongación del efecto del fenómeno de El Niño, hay renovadas preocupaciones de que el coral vuelva a blanquearse este verano, antes de que se haya recuperado en su totalidad.
Océanos: los salvadores del mundo
Sin importar dónde vivamos, una de cada dos respiraciones que damos depende de los mares. Además han absorbido un 93% del calor atrapado por el efecto invernadero y han disuelto la mitad del dióxido de carbono producido por el hombre desde la revolución industrial. Sin embargo, estos dos últimos esfuerzos no han sido de gratis.
Hoy en día los océanos son un 26% más ácidos, comparado con la época preindustrial, y el calor extra sigue quedando atrapado en la atmósfera, lo que provocó que este verano austral se rompieran los récords de temperaturas. Y los ecosistemas frágiles, cómo los arrecifes, son los que pagan el precio.
La ONU ha hecho sonar las alarmas de lo que está pasando bajo los océanos y estableció en diciembre de 2015 como uno de sus 17 Objetivos de Desarrollo Sostenible el “Conservar y utilizar en forma sostenible los océanos, los mares y los recursos marinos”.
Y hoy en el Día Mundial de los Océanos hay que impulsar el mensaje sobre la importancia de incrementar las zonas oceánicas protegidas para cumplirlo.
Si bien los océanos cubren más del 70% de la superficie mundial y albergan al 99% del espacio vital del planeta, solo cerca de un 2% está protegido, según el Informe de Indicadores del Banco Mundial. Una de las metas del Objetivo de Desarrollo Sostenible 14 es la conservación de al menos el 10% de las zonas costeras y marinas para 2020. “Según los datos de países disponibles, en 2014 el Sudeste Asiático tenía la menor cantidad de áreas marinas protegidas en sus aguas territoriales. Pero todas las regiones han registrado al menos algún progreso en las dos últimas décadas”, señala el informe de Indicadores.
Latinoamérica es una de las zonas donde se han evidenciado más avances en esta meta: el 17% de áreas marinas están protegidas, cuatro veces más que en 1990.
A lo largo de la región las zonas protegidas varían mucho. Ecuador va a la vanguardia con un 76% de sus aguas baja protección, solo le ganan Mónaco y Eslovenia a nivel mundial. Mientras Chile, a pesar de tener la tercera costa más extensa en la región, protege solo el 3,9%.
Más protección, más beneficios
Además de los beneficios ambientales, la creación de zonas protegidas aumenta el interés y abre la puerta a nuevas oportunidades para el turismo, el comercio sostenible y la educación.
Es una lección que Ecuador ha aprendido bien. En 2014, las islas de Galápagos, alrededor de las cuales se concentran la mayor parte de las aguas protegidas, dieron la bienvenida a unos 200.000 visitantes lo que generó que el 43% de sus ingresos proviniera del turismo marino. Y es un sector en auge: entre 2006 y 2011, las visitas a las islas aumentaron en casi un 20% cada año.
En Belice, los manglares y el arrecife contribuyen entre un 15% y 22% del PIB del país a través de la protección costera, el turismo y la pesca. Y el turismo en sí genera más de un 15%. Ante tal dependencia económica, la amenaza de otro blanqueo o la muerte de la coral puede ser tan devastador como un desastre natural, por lo que el país busca aumentar las áreas protegidas para mejorar la resiliencia de este ecosistema al cambio climático.
La pesca, el turismo y el comercio internacional hacen atractivas a las costas latinoamericanas. Pero estas ventajas se convierten en maldiciones sin la gestión adecuada. En Brasil, las costas albergan a unos 43 millones de personas pero solo el 1,57% se encuentran protegidas. Sin embargo, esta protección está prevista triplicarse con una iniciativa para proteger la biodiversidad y mantener la pesca que genera unos 800.000 empleos en el país.
* Mary Stokes es productora online del Banco Mundial.
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