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Rusia despliega nuevas baterías de misiles antiaéreos en Siria

La maniobra coincide con la ruptura del diálogo con EE UU para alcanzar un alto el fuego

Pilar Bonet
Un herido es tratado en un hospital de campaña en Duma, al este de la capital siria, Damasco.
Un herido es tratado en un hospital de campaña en Duma, al este de la capital siria, Damasco.ABD DOUMANY (AFP)

Rusia confirmó el martes que ha instalado sistemas de misiles antiaéreos S-300 en su base naval de Tartus en Siria. Los misiles se suman a otros más potentes, los S-400, con los que Moscú reforzó su despliegue bélico en aquel país de Oriente Próximo tras el incidente ocurrido en noviembre de 2015 cuando un caza ruso fue abatido en la frontera con Turquía.

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 Del envío de los misiles informó el ministerio de Defensa ruso un día después de que Washington decidiera interrumpir la colaboración con Moscú, alegando que los rusos no cumplen con sus compromisos en el marco de la tregua. Sobre el telón de fondo del deterioro de la relación con EEUU, Rusia se implica cada vez más en Siria, al tiempo que protagoniza arriesgados gestos simbólicos. Medios especializados en desarme consideran que el despliegue de los sistemas S-300 constituye una advertencia destinada a proteger a las tropas de Bachar el Asad contra posibles ataques directos de la aviación norteamericana.

 A fines de septiembre de 2015, cuando Rusia intervino oficialmente en la guerra de Siria, los dirigentes rusos confiaban en que su presencia militar proporcionaría a Moscú un objetivo común con EEUU (la lucha con el fundamentalismo islámico y el terrorismo internacional) y ayudaría a articular una nueva confianza internacional. Por entonces, los analistas rusos esperaban sinergias e intercambios mutuamente ventajosos que, se suponía, llevarían a los norteamericanos a ver desde otras perspectivas globales las discrepancias que se hicieron irreconciliables en 2014 en Ucrania.

Los deseos no se han cumplido. Hoy, al frente de Ucrania— no extinguido, aunque sí algo sofocado por los acuerdos de Minsk-- se ha sumado el frente de Siria. En ambos casos, la política exterior rusa y su componente militar se han justificado en nombre de supuestos peligros para la seguridad nacional que empujan a Moscú a defenderse en territorio ajeno. En Siria, el Kremlin alegó que prefería combatir fuera del territorio ruso a los islamistas radicales procedentes de Rusia y de los países ex soviéticos.

Tras una frenética campaña en la que alardeó de utilizar sofisticadas armas por vía aérea y marítima, en marzo de 2016 Moscú dio por finalizada la operación militar siria y anunció que el grueso de sus tropas regresaba a casa, aunque un contingente militar iba a seguir sobre el terreno. Aquella retirada parcial se presentó como una misión cumplida que había logrado reducir la influencia del Estado islámico y mejorar la actuación de las tropas de Bashar el Assad. Muchos respiraron aliviados, pues habían llegado a temer que Siria se convirtiera en un segundo Afganistán. Según encuestas realizadas por el centro Levada, los rusos apoyaron la retirada de Siria en mayor medida que el comienzo de la campaña. Con el comienzo de la operación estuvieron de acuerdo un 68% % y con la retirada, un 81%

Ahora, quienes respiraron aliviados no están seguros de que Moscú realmente haya logrado evitar empantanarse en Oriente Próximo. El contingente militar ruso que ha permanecido en Siria consta de varios miles de personas. Según datos de la Comisión Electoral Central, 4.571 ciudadanos rusos desplazados en Siria votaron en los comicios legislativos del 18 de septiembre (en las urnas instaladas en la embajada y en la base militar de Jmeinim). En buena lógica, la inmensa mayoría de estos votantes son militares, aunque oficialmente la cifra del contingente es secreta.

La Duma Estatal (cámara baja del parlamento) podría ratificar el 7 de octubre un acuerdo intergubernamental con Siria que contempla el estacionamiento de un grupo de aviación ruso en ese país, según informan las agencias rusas. Se trata de un acuerdo firmado en agosto de 2015, antes del inicio de la operación rusa, que fue divulgado en enero de 2016. El acuerdo da a Rusia la posibilidad de emplazar un grupo aéreo en el aeropuerto de Jmeimim, en la provincia de Latakia, por tiempo indefinido y sin contrapartidas económicas. El senador Konstantin Kosachev dijo a la agencia Interfax que se trataba de un documento único, porque la Federación Rusa no tenía otras bases en el extranjero, tras haber cerrado las antiguas bases soviéticas en Cuba y Vietnam. Por otra parte, el presupuesto estatal ruso correspondiente a 2016 ha sido enmendado por el ministerio de Finanzas para reorientar los gastos en provecho del sector militar.

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Sobre la firma

Pilar Bonet
Es periodista y analista. Durante 34 años fue corresponsal de EL PAÍS en la URSS, Rusia y espacio postsoviético.

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