Bruselas plantea que la UE despliegue fuerzas en conflictos
La Comisión quiere convertir Europa en un actor con autonomía reforzada ante los desafíos geoestratégicos
Réquiem por el poder blando de la UE. La Comisión Europea quiere convertir la Unión en un actor global con autonomía reforzada, capaz de valerse por sí mismo ante los desafíos geoestratégicos y la desconfianza creciente ante los EE UU de Donald Trump. Las medidas más ambiciosas, según un documento al que ha tenido acceso EL PAÍS, incluyen la posibilidad de que “la UE lleve a cabo operaciones de alto nivel para protegerse, incluyendo las operaciones contra grupos terroristas, acciones militares en entornos hostiles y ciberdefensa”.
“La naturaleza de las relaciones transatlánticas está evolucionando. Más que nunca, los socios europeos deben ser responsables de su propia seguridad”. La Comisión Europea expone así de claro, negro sobre blanco, las dudas expresadas con una cerveza en la mano por la canciller alemana Angela Merkel en un acto preelectoral de hace apenas unos días. Europa, en fin, no se fía de Trump. Es plenamente consciente de los líos en su vecindario y de los desafíos geoestratégicos. Y pretende aprovechar el momento dulce en términos de unidad tras el petardazo del Brexit —la salida de Reino Unido de la UE— para dar un salto adelante en la agenda en la que hay mayor consenso entre los Veintisiete: la integración en los asuntos de seguridad y defensa.
La UE tiene el segundo presupuesto en defensa del mundo, pero no ha conseguido convertirse en un actor estratégico: es incapaz de influir —al menos como club— en el contexto internacional. Las 15 páginas del Documento de reflexión sobre el futuro de la defensa europea persiguen obsesivamente cambiar ese aspecto. “Europa tiene valores, pero también tiene intereses”, explica a este corresponsal una alta fuente europea. El informe traduce ese renovado pragmatismo en una frase sencilla: “Se trata de mezclar el poder blando”, que ha caracterizado la política de la Unión en las últimas siete décadas, “con el poder duro”, más usado por países como Estados Unidos.
Bruselas plantea tres opciones, de mayor a menor grado de ambición. Pero en todas ellas queda claro que el brazo ejecutivo de la UE propone dar un salto adelante en las políticas de defensa y seguridad. “El poder blando ya no es suficiente en un mundo tan inestable”, razona el informe.
El dilema en Europa siempre ha sido conciliar culturas militares tan distintas —un mayor activismo francés y británico frente a las reticencias de Alemania— y tratar de solucionar el dilema entre reforzar su autonomía en defensa y seguridad o reforzar el vínculo transatlántico. Los acontecimientos de los últimos meses han aclarado esa disyuntiva: Merkel y compañía creen firmemente que no se puede confiar en Trump. Ante esa constatación, Bruselas plantea que la Unión crezca como actor geoestratégico, apoyándose en la OTAN, pero con mucha mayor autonomía.
Distintos escenarios
El primer y el segundo escenario proponen pasos algo más tímidos, con un grado de cooperación superior al actual pero dejando las operaciones a gran escala en manos de los Estados miembros, aunque en el escenario intermedio se habla ya de un “refuerzo del poder militar para la gestión de crisis externas, contra el terrorismo, operaciones marítimas, control de fronteras y de seguridad energética”. El escenario más ambicioso habla sin ambages de una “seguridad y defensa común”, con un grado de “solidaridad y asistencia mutua” nunca visto entre los socios. Bruselas plantea una comunidad de defensa y seguridad que “complemente la OTAN”, pero que sea capaz de “protagonizar operaciones para defender Europa”, con planes de contingencia que se diseñarían “a nivel europeo” y un nivel de integración de los Estados miembros “mucho mayor” en una parcela muy sensible.
“La mayor capacidad de actuación de la UE se vería reforzada por un mayor grado de integración de las fuerzas de defensa de los Estados”, apunta el documento, para el que Bruselas ha contado con aportaciones de varios países, entre ellos de España. “Dichas fuerzas estarían permanentemente disponibles para una rápida movilización en representación de la UE. Realizarían regularmente ejercicios militares conjuntos y recibirían una formación regular para facilitar la convergencia de culturas estratégicas”, añade el texto. Bruselas quiere reforzar la guardia de costas y fronteras, así como la coordinación entre las agencias de inteligencia. Y apunta que se asegurará de que la Unión dé “respuestas inmediatas” a las amenazas.
El informe es también un ejercicio —parcial— de autocrítica. Recalca que Europa no gasta de forma eficiente ni lo suficiente: los socios han elevado los presupuestos en defensa desde 2016, pero “queda un largo camino por delante”. Bruselas deja un puñado de datos demoledor: frente a la ligera recuperación del gasto militar europeo, China ha elevado su presupuesto un 150% en la última década. Rusia gasta más del 5% del PIB en defensa. Y EE UU planea un aumento del 10% en 2018.
La Comisión pretende forjar un modelo claro, tras años de indefinición que han coincidido con una inestabilidad creciente en el vecindario de la península europea, desde Ucrania a Siria, de los Balcanes al África subsahariana. Pero, además de hacer más, afirma que hay que gastar más.
El cambio en la relación transatlántica impulsa la integración
Razones económicas
"Los tiempos en los que nos podíamos fiar completamente de los aliados han acabado. Eso se ha visto claro estos días. Nosotros los europeos debemos tener nuestro destino en nuestras propias manos", dijo la canciller Angela Merkel el pasado lunes, tras la visita de Donald Trump a las cumbres de la OTAN y el G7. Esa frase de Merkel aparece casi calcada en el documento: "La relación transatlántica está evolucionando. La responsabilidad de mejorar la seguridad europea debe estar en primer lugar en manos europeas". El texto hace extraños equilibrios acerca del refuerzo de las capacidades de defensa europeas y la relación UE-OTAN: "Hay que hacer esfuerzos para intensificar las relaciones con la Alianza. Dicho esto, la Unión tiene que tomar más responsabilidades en la seguridad europea".
La Comisión describe el ramillete de amenazas que se agolpan a las puertas del continente. "Después de décadas de paz, surgen nuevas realidades dentro y fuera de nuestras fronteras. Al Este hay vulnerabilidades económicas, políticas y de seguridad energética. A través del Mediterráneo y en el África subsahariana se suceden los conflictos y hay vacíos en los que se asientan terroristas y organizaciones criminales. Las rivalidades regionales han provocado un aumento dramático de víctimas civiles y refugiados en todo el mundo, con 60 millones de desplazados". "Una mayor conectividad está desdibujando los límites entre la seguridad interna y la externa. Y el cambio climático y la escasez de recursos, junto con el crecimiento demográfico y la fragilidad de algunos Estados, pueden generar conflictos e inestabilidad en todo el mundo".
El informe reclama más integración por razones políticas —“los ciudadanos dicen con claridad que quieren más protección”—, estratégicas —el Brexit, Trump y la mayor inestabilidad— e incluso económicas. La industria militar se describe en el documento como “un sector fragmentado”, en el que la falta de interconexión de los sistemas de defensa provoca sobrecostes de 30.000 millones. “Los países son demasiado pequeños para acometer por sí mismos las inversiones, más aún con presión en sus presupuestos. Y el cambio tecnológico [big data o inteligencia artificial] transforma dramáticamente la naturaleza de la defensa y la seguridad”. “La respuesta debe ser una mayor coordinación, más solidaridad en Europa y aumentar la eficiencia para evitar duplicaciones del gasto, además de crear un mercado único de la defensa”.
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