Información oficial con cuentagotas
La rapidez con la que las fuerzas de seguridad neutralizaron a los atacantes contrasta con la lentitud con la que informan de la investigación
Las fuerzas de seguridad británicas actuaron extremadamente rápido cuando se produjo el ataque terrorista de Londres el sábado: a las 22.16, tan solo ocho minutos después de que se recibiera la primera llamada de alerta, los terroristas habían sido reducidos en Borough Market. Dos horas después Scotland Yard comunicaba que los incidentes habían sido declarados actos de terrorismo. A las 4.00 del domingo la policía confirmaba que había seis muertos y cinco horas más tarde comunicaba que la cifra de fallecidos ascendía a siete.
La rapidez de la operación contrasta con la lentitud con la que las autoridades están haciendo pública la información de la investigación en los días siguientes al ataque. La policía ha mantenido en secreto la identidad de los atacantes hasta casi 48 horas después del ataque, cuando ha desvelado las señas de dos de los tres agresores. Diversos medios británicos conocían la identidad de al menos uno de los atacantes, debido a una fotografía publicada y a que había trascendido que el escenario de una de las redadas era su domicilio, pero decidieron no publicarlo hasta que la policía lo hiciera, siguiendo la petición expresa de las autoridades.
Esta decisión sin duda puede responder al deseo de no entorpecer la investigación difundiendo datos sobre la misma. Pero la lentitud en el flujo de información también concernía a la identificación oficial de las víctimas (solo una de siete casi dos días después) o las circunstancias de su fallecimiento (por atropello o cuchilladas).
Las nacionalidades de los heridos se han ido conociendo por declaraciones de las autoridades de los países afectados. El primer ministro australiano ha declarado que hay al menos cuatro australianos heridos. El presidente francés habló de franceses heridos. Sí se ha confirmado que uno de los heridos fue alcanzado por disparos de la policía y, según un médico del hospital, se esperaba que se recupere.
Tampoco en el reciente atentado de Manchester la policía británica quiso facilitar la identidad del terrorista suicida. Su nombre, Salman Abedi, fue publicado por primera vez en medios estadounidenses a los que había sido filtrado por “fuentes oficiales” de aquel país. También en esa ocasión la prensa británica conocía el nombre del terrorista, pero no lo publicaba por expreso deseo de las fuerzas de seguridad. A pesar de ello, el Gobierno británico y la policía de Manchester insistían en negarse a confirmar la identidad del terrorista incluso dos horas después de que esta hubiera sido publicada por la prensa estadounidense. Lo acabarían confirmando la noche del martes, 24 horas después del ataque.
La filtración por parte de las autoridades estadounidenses provocó un profundo malestar en Londres, aumentado posteriormente con la filtración al New York Times de fotografías de la investigación. El Gobierno británico anunció que dejaría de compartir inteligencia sobre el atentado con Estados Unidos, aunque rectificó al poco tiempo.
Dean Baquet, director adjunto del New York Times, justificaba su decisión de publicar las fotos de la investigación filtradas (que mostraban componentes de la bomba empleada por el terrorista) en una columna de la Ombudsman del diario: “Nuestro juicio es que existe un beneficio público en decir a la gente cómo trabajan los terroristas (…). Esta no era información clasificada, ni violaba la intimidad de nadie, ni era insensible. (…) Explicar cómo actúan los terroristas es periodismo importante”.
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