La subasta de los votos en el Congreso de Brasil
Es la hora de la compraventa descarada de votos en la que lo menos importante es la culpabilidad o inocencia de Michel Temer
Existe la impresión de que lo que menos importa en el Congreso brasileño es si el presidente Michel Temer debe o no ser juzgado por corrupción, sino el precio de cada voto. Y lo que más choca es que ese mercadeo no se oculta o camufla, se discute a la luz del sol. Los diputados interrogados por la prensa no dicen si dudan o no de la culpabilidad de Temer y si eso será lo que decida su voto. Alegan motivos más pedestres.
Folha de S. Paulo informa, por ejemplo, de que algunos diputados están indecisos por su insatisfacción a causa de promesas incumplidas de nombramientos o por atrasos en los pagos de enmiendas parlamentarias. Otros insisten en que aún no han decidido su voto porque esperan conocer la reacción de sus colegios electorales o como reaccionan las redes sociales. Que Temer sea o no culpable parece interesarles menos.
Lo curioso o lo triste es que Temer conoce como nadie ese bazar abierto en el Congreso y, por ello, parece menos preocupado por defender su inocencia y convencer a los congresistas que él no es un corrupto que en identificar una a una las “insatisfacciones” de los indecisos para subir el precio de la oferta.
Es la hora de la compraventa descarada de votos, una situación muy parecida a la que vimos con el impeachment de Dilma Rousseff, cuando el expresidente Lula manejó sus cartas, desde un hotel de Brasilia, para “convencer” a los senadores de que la salvaran. También entonces a la hora de votar contó menos la culpabilidad o no de la imputada que las ganancias personales para el presente o el futuro.
No hace falta tener muchos estudios para que la gente de la calle entienda que ese mercadeo de votos en momentos tan cruciales y decisivos para la democracia y el futuro del país es, cuando menos, indecente. Con la posible nueva incriminación dell senador Collor, serían ya cinco expresidentes de la República con problemas con la justicia desde la vuelta de la democracia hasta hoy. Demasiado y peligroso para una democracia aún joven como la de Brasil.
¿Qué hacer? Es la pregunta del millón que se hacen hasta los analistas políticos más independientes. Mientras tanto, Brasil llora y se desespera, incrédulo con la bala que atravesó al hijo aún en el vientre de una mujer en Río, metáfora de una ciudad, símbolo a la vez de un país que parece naufragar perseguido por los fantasmas de la corrupción de sus políticos y la aparente indiferencia de sus gentes que prefieren quedarse en sus casas viendo los toros desde la ventana en vez de salir a la calle a gritar su indignación.
Los corruptos se lo agradecen.
Tu suscripción se está usando en otro dispositivo
¿Quieres añadir otro usuario a tu suscripción?
Si continúas leyendo en este dispositivo, no se podrá leer en el otro.
FlechaTu suscripción se está usando en otro dispositivo y solo puedes acceder a EL PAÍS desde un dispositivo a la vez.
Si quieres compartir tu cuenta, cambia tu suscripción a la modalidad Premium, así podrás añadir otro usuario. Cada uno accederá con su propia cuenta de email, lo que os permitirá personalizar vuestra experiencia en EL PAÍS.
En el caso de no saber quién está usando tu cuenta, te recomendamos cambiar tu contraseña aquí.
Si decides continuar compartiendo tu cuenta, este mensaje se mostrará en tu dispositivo y en el de la otra persona que está usando tu cuenta de forma indefinida, afectando a tu experiencia de lectura. Puedes consultar aquí los términos y condiciones de la suscripción digital.