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El asalto latino a Arizona, el próximo ‘Estado morado’

El activismo hispano asegura que la agresividad xenófoba del sheriff Arpaio contra los inmigrantes despertó una movilización que amenaza el dominio republicano en el Estado en 2018

Pablo Ximénez de Sandoval
Asistentes a una jornada bilingüe sobre salud reproductiva en Phoenix, Arizona, el pasado día 5.
Asistentes a una jornada bilingüe sobre salud reproductiva en Phoenix, Arizona, el pasado día 5.REUTERS

La imagen era impensable hace solo un año. El pasado lunes, el sheriff del condado de Maricopa, Arizona, salió a hablar como invitado estrella de la convención anual del Consejo Nacional de La Raza, el lobby hispano más poderoso de Estados Unidos. Reunidos en Phoenix, cientos de delegados de la organización se pusieron en pie y le recibieron con una ovación. El sheriff Paul Penzone dijo: “Soy el nuevo sheriff gracias a vuestro apoyo y vuestra confianza”.

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La elección de Penzone el pasado 8 de noviembre acabó con el imperio de 24 años en Phoenix del sheriff Joe Arpaio. Autonombrado como el sheriff más duro de América, Arpaio se hizo famoso por su acoso a los inmigrantes irregulares, que hizo extensivo a toda la comunidad latina. Penzone ganó por 10 puntos a Arpaio haciendo campaña contra la xenofobia.

Durante toda la convención de esta semana, el gran lobby latino, que se acaba de cambiar el nombre a UnidosUS, se atribuyó la movilización que trajo el cambio a Phoenix. Pero más aún, lo tomó como el ejemplo de lo que puede pasar el año que viene con las elecciones a gobernador y senador, y dentro de tres, a nivel nacional con la elección de Donald Trump. Desde el alcalde de Phoenix, el demócrata Greg Stanton, hasta la presidenta de la organización, Janet Murguía, hicieron el mismo análisis: el momento más duro para los latinos suele dar origen a la movilización que trae el cambio definitivo.

En Arizona, ese momento fue 2010 y llevó el nombre de SB1070. La ley, aprobada esa primavera, permitía a las fuerzas del orden parar a cualquiera por la calle si sospechaban que podía ser un inmigrante irregular. Solo hay una manera de sospechar eso: por el color de la piel. El sheriff Arpaio abrazó con entusiasmo la norma. El condado de Maricopa (Phoenix) se volvió invivible para los inmigrantes.

Cuando la gobernadora de Arizona firmó la SB1070, el activista californiano Ben Monterroso dijo: “Aquí está. Dame cuatro años”. Así lo recordaba en una conversación el lunes en Phoenix. Monterroso tuvo claro que el Partido Republicano había ido demasiado lejos y que esa era la piedra de toque sobre la que levantar el voto hispano de una vez por todas en Arizona. “No fueron cuatro años, fueron siete, pero lo echamos”, decía Monterroso.

El activista viene de una generación de líderes latinos californianos que ya habían vivido algo parecido. En 1994, California aprobó la famosa Proposición 187, que vetaba a los inmigrantes indocumentados todos los servicios públicos, incluida la educación y la atención sanitaria. Aquello provocó una movilización de los latinos que hasta entonces apenas votaban. Activistas como Monterroso se curtieron registrando a gente en los distritos clave. En cuatro años, la gubernatura cambió a demócrata. A continuación, el Legislativo.

Hoy el Partido Republicano no tiene un solo cargo electo estatal. La 187 es considerada como el principio de la debacle republicana en California (de donde salieron Nixon y Reagan) por haber agitado esa movilización. Una generación entera de líderes latinos, como el presidente del Senado, Kevin de León, o el exalcalde de Los Ángeles, Antonio Villarraigosa, forjaron sus carreras en aquella rebelión contra la 187.

El 30,5% de los 6,7 millones de habitantes de Arizona es latino, según datos del Pew Research Center. La mitad de ellos pueden votar y suponen un 21,5% del electorado. El 43% de los latinos del Estado son millenials y el 60% habla español en su casa.

A esto se refería Monterroso. Existe un convencimiento de que Arizona, y quizá Estados Unidos en gerenal, está pasando por su momento 187. Que la elección de Penzone es solo un síntoma de una corriente de fondo que acabará cambiando el Estado de signo en la gubernatura y en las presidenciales. Y que en 2018 Arizona dejará de ser un estado rojo (republicano), para ser morado, como se llama a los Estados en los que se alterna el poder entre republicanos y demócratas.

Siguiendo esta lógica, advierten los expertos, la reciente aprobación en Texas de la ley SB4 puede despertar lo mismo en ese Estado. La ley de Texas es más agresiva aún, pues obliga a todas las policías locales a convertirse en fuerza de deportación.

Los “cuatro años” que predijo Monterroso van camino de ser diez. Pero no se ve la forma en que los republicanos puedan frenar la evolución del Estado, si no hacia la dominación demócrata, sí hacia una balance de poder que haga que los republicanos no puedan volver a dar como seguro Arizona nunca más. En 2012, Mitt Romney ganó el Estado por nueve puntos. El año pasado, Trump ganó por cuatro puntos, menos de 90.000 votos. La mitad de esa diferencia la logró en el área de Phoenix, que es casi la mitad de todo el censo. El mismo Phoenix que echó a Arpaio, que salía con él en los mítines.

“Al final cambiará todo el Estado”, decía a EL PAÍS Pedro Cons, de la organización local Chicanos por la Causa. “Más del 50% de los estudiantes de instituto son latinos y 6 de cada 10 estudiantes de primaria”. Cons dice que fue “cuando nos atacaron” que la gente empezó a sentirse animada a pelear. “Es triste que pase esto para que la gente reaccione”.

La presidencia de Trump tampoco ayuda a revertir esa tendencia. Los dos senadores republicanos de Arizona, Jeff Flake y John McCain, son de los más difíciles de convencer para el presidente. Trump insultó a McCain en campaña. En último caso, McCain acabó apoyando a Trump por el bien del partido aunque su amargura con el candidato era evidente. Flake no llegó a apoyar a Trump. Flake es en 2018 uno de los senadores que lo pueden pasar mal si se moviliza el voto latino contra los republicanos, al igual que Dean Heller en Nevada, otro Estado con gran población latina que ha pasado de rojo a morado en la última década.

“La conversación más importante de nuestro país va a suceder aquí”, dijo en la convención el alcalde de Phoenix, el demócrata Greg Stanton. “Vamos a ser una ciudad de mayoría latina”, reconoció. Una ciudad que se había convertido en “la zona cero de la división que separaba familias”, en referencia a las prácticas xenófobas que pusieron a Arizona en el mapa de los derechos humanos. Stanton vino a decir que en 2018 se va a trasladar a nivel nacional lo que ha pasado en Phoenix.

La presidenta de UnidosUS, Janet Murguía, lo decía de otra forma en una entrevista con EL PAÍS: “Cuando lo hizo California, mira lo que pasó. Cuando lo hizo Arizona, mira lo que pasó. La siguiente prueba va a ser Texas, con la SB4. Es insostenible”. Y a nivel nacional, la presidencia de Trump “no va a acabar bien para el Partido Republicano”.

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Sobre la firma

Pablo Ximénez de Sandoval
Es editorialista de la sección de Opinión. Trabaja en EL PAÍS desde el año 2000 y ha desarrollado su carrera en Nacional e Internacional. En 2014, inauguró la corresponsalía en Los Ángeles, California, que ocupó hasta diciembre de 2020. Es de Madrid y es licenciado en Ciencias Políticas por la Universidad Complutense.

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