Temer araña apoyos para encarar el desenlace de su denuncia por corrupción
La demanda contra el presidente de Brasil, que podría destituirle, ha entrado ya en las ruedas de votaciones que pueden llevarlo al Tribunal Supremo
La agonía en la que el presidente de Brasil, Michel Temer, lleva instalado desde el estallido hace más de dos meses de la última crisis política llega a su fin. La demanda por corrupción presentada en su contra por el fiscal general, una bomba capaz de destituirle, ha entrado ya en las ruedas de votaciones que pueden llevar al presidente al Tribunal Supremo. Mientras, el mandatario, con los pasillos de Brasilia y las calles en su contra, intenta salvar in extremis la presidencia buscando aliados en círculos que cualquier otro político querría evitar.
La montaña rusa en la que en los últimos meses se ha convertido la política brasileña vuelve a una fase de caída. La denuncia que el fiscal general, Rodrigo Janot, presentó hace dos semanas contra el presidente Temer por supuestamente haber recibido sobornos ha llegado a la primera de las votaciones a las que debe someterse antes de ser aprobada por el Congreso. De ser así, el país cambiaría de mandatario por segunda vez en poco más de un año. Ahora es cuando se verá el resultado de semanas de movimientos desesperados por parte de Temer para que la denuncia desaparezca. Tanto si lo consigue como si no, la crisis política que sacudió el país hace dos meses, con una nueva remesa de acusaciones y pruebas de que el mismo presidente había participado o, al menos, fomentado una red de corrupción, está llegando a su fin. Para bien o para mal, ha llegado la hora de la verdad.
A pesar de haber perdido apoyos clave casi a diario desde el estallido de la crisis, Temer confía en ganar si logra interponerse en todos los plazos marcados por la ley. Esta semana le toca a la Comisión de Constitución y Justicia (CCJ), un grupo de 40 diputados que debe decidir si avala la denuncia o no. Temer ha logrado que partidos afines a él cambien a 17 de esos diputados por sustitutos más favorables para él, aunque para ello ha tenido que reunirse hasta con algunas de las bestias negras menos queridas de Brasilia, como Valdemar Costa Neto, diputado manchado por un escándalo de corrupción que en 2005 arrasó con varios altos cargos del primer Gobierno de Luiz Inácio Lula da Silva. Alguien, en definitiva, al que un presidente menos desesperado habría preferido evitar.
Futuro de la demanda
Pero sería peor para el mandatario que, al acabar la votación a finales de esta semana o comienzos de la próxima, el CCJ apruebe la demanda y la mande al Congreso. Allí a Temer le quedan ya pocos aliados para evitar que la acusación reciba el visto bueno y acabe en el Tribunal Supremo, que le destituirá inmediatamente por 180 días mientras le juzga. Sus partidarios intentan que, si la cosa llega a este grave punto, al menos la votación se celebre lo más rápido posible, para evitar el desgaste y que los congresistas sientan que deben responder a sus votantes, la mayoría de los cuales está en contra de Temer (solo un 7% de los votantes brasileños aprueban de su gestión, según la última encuesta de Datafolha).
La clave, ahora, es evitar que la batalla salga del ruedo político y entre en el jurídico. Por la suma de todos los fracasos que implica para Temer, y porque el ruedo jurídico es mucho menos amable que el político con presidentes que han estado marcados por la corrupción desde el momento en el que asumieron el cargo. A lo mejor Temer no pierde ese juicio, pero habrá perdido el poco control que le queda sobre la situación.
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