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ANÁLISIS

Ecos de fin de reinado para Netanyahu

El primer ministro israelí recibe el apoyo de miles de partidarios en Tel Aviv. Culpa a la prensa y a la izquierda de los escándalos de corrupción que le salpican

Juan Carlos Sanz
El primer ministro Benjamín Netanyahu y su esposa, Sara, en un acto ante sus partidarios en Tel Aviv.
El primer ministro Benjamín Netanyahu y su esposa, Sara, en un acto ante sus partidarios en Tel Aviv.AMIR COHEN (REUTERS)

En un acto de adhesión inquebrantable a un líder en horas bajas, los dos mil o tres mil militantes y simpatizantes del Likud que se dieron cita en la noche del miércoles en Tel Aviv parecían intuir que el largo reinado de Benjamín Netanyahu puede estar próximo a su fin tras más de una década en el poder en dos etapas. Falto de otra narrativa, el primer ministro situado al frente del Gobierno más conservador de la historia de Israel —una coalición a seis bandas de conservadores, extrema derecha y ultrarreligiosos judíos— acusó a la izquierda y a la prensa de todos sus males.

Netanyahu predicó ante una feligresía entregada al culto a la personalidad que sus archienemigos intentaban defenestrarle mediante un “golpe” al no haber podido apearle del cargo en las urnas. Que se ha emprendido una caza de brujas con “falsas noticias” contra él y contra su familia (Su esposa, Sara, es investigada por irregularidades en los gastos en la residencia oficial del primer ministro). Que presionan sin cesar a la brigada anticorrupción de la policía y a la fiscalía para que se abran nuevas indagaciones en su contra (Ya van al menos dos casos confirmados y otros dos incoados). Que le detestan, en fin, porque los ciudadanos le han ratificado como jefe del Ejecutivo en los tres últimos comicios y le siguen respaldando en las encuestas.

El nuevo líder de la oposición de centroizquierda, Avi Gabbay, le ha tomado inmediatamente la palabra. Si el pueblo está con él, como dice, nada mejor que convocar elecciones anticipadas para comprobarlo, le retaba ayer mismo.

“La izquierda y la prensa son lo mismo”, condensó Netanyahu el mensaje que el revisionismo sionista esgrime desde hace cuatro décadas, cuando la derecha alcanzó el poder por primera vez después de casi 30 años de gobierno ininterrumpido de la izquierda fundacional del Estado hebreo.

Es la idea central que cala en una mayoría social cada vez más escorada hacia una visión conservadora del mundo, agobiada por el alto coste de la vida y la vivienda, que se rebela frente a la élite de perfil progresista que sigue estando al timón de los medios de comunicación, la judicatura e incluso el Estado Mayor de la Fuerzas Armadas.

“Si no se trata de submarinos, recurren a los puros habanos. Y si no, a las conversaciones [grabadas] con un editor [de periódicos]”, tronaba el líder del Likud ante los suyos en alusión a algunos de los escándalos más conocidos que le salpican.

El veterano analista Ben Caspit le dio la réplica desde el diario Maariv al divisivo líder que distingue entre “nosotros” —su base electoral procedente, como los asistentes al mitin, de la periferia de Tel Aviv y de los asentamientos de colonos en Cisjordania— y “los demás”. “Dice que 'ellos' son los conspiradores, (...) los que quieren vender la patria a los árabes”, argumentaba el columnista. “Pero a él solo le preocupa mantenerse en el poder, y todos los medios que sirven a tal fin son kosher”.

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Sobre la firma

Juan Carlos Sanz
Es el corresponsal para el Magreb. Antes lo fue en Jerusalén durante siete años y, previamente, ejerció como jefe de Internacional. En 20 años como enviado de EL PAÍS ha cubierto conflictos en los Balcanes, Irak y Turquía, entre otros destinos. Es licenciado en Derecho por la Universidad de Zaragoza y máster en Periodismo por la Autónoma de Madrid.

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