Macron se erige en líder antitético de Trump con su defensa del clima y el pacto con Irán
El presidente francés advierte a Estados Unidos: "El acuerdo de París puede ser enriquecido, con nuevas contribuciones, pero no se va a recular”
Emmanuel Macron se erigió este martes en Nueva York en líder antitético de Donald Trump en su primer discurso ante Naciones Unidas. En las formas y en el fondo, en lo concreto y lo abstracto, el presidente francés, de 39 años, se distanció del mandatario americano, de 71, con una encendida defensa del multilateralismo y de las ayudas al desarrollo, advirtió de que cancelar el pacto nuclear con Irán, algo que Trump estudia, sería un craso error y enfatizó que el acuerdo de París para frenar el cambio climático “no se renegociará”.
Macron, a diferencia de Trump, sí se presentó en Nueva York con la intención de seducir a la comunidad internacional, de devolver a Francia un papel principal en un orden mundial que el viejo imperio está en condiciones de refundar, un verbo que citó literalmente hace apenas tres semanas, en la reunión anual de los embajadores franceses. En la política exterior, además, puede encontrar algo de alivio a las dificultades que atraviesa en su país. En la sede de la ONU se llevó aplausos de los líderes que le escuchaban cuando prometió más ayuda al desarrollo o recalcó que no se daría ni un paso atrás en la lucha contra el calentamiento global. Y en Francia le esperan las protestas por la reforma laboral que abarata el despido.
El énfasis en que el Acuerdo de París sobre el clima no se toca tiene que ver con los mensajes ambiguos de Washington al respecto. Trump anunció en junio que EE UU se desvinculaba de su cumplimiento, pero dejó la puerta abierta a renegociar otro tipo de pacto que, a su juicio, no resulte perjudicial para los intereses estadounidenses. Pero Macron, presidente del país que acogió en su capital aquella firma histórica, cerró con un portazo. “Desmontar el acuerdo sería destruir un pacto entre naciones y generaciones”, dijo antes de añadir que respeta la decisión americana, pero que “no se dará ni un paso atrás”. El acuerdo “puede ser enriquecido, con nuevas contribuciones, pero no se va a recular”, zanjó.
Su defensa del pacto nuclear con Irán sonó a correctivo. Por la mañana, Trump lo había calificado de “vergüenza” y el presidente francés alertó del “grave error” que supondría romperlo. Aquel acuerdo, firmado en 2015 por Teherán y seis potencias internacionales, entre ellas Francia y EE UU, con un fuerte impulso del expresidente Barack Obama, suspendía las sanciones a Irán a cambio de un freno a su carrera nuclear. “Si hacemos caer este acuerdo y no lo sustituimos por nada, nos encontramos con la situación de Corea del Norte”, advirtió.
Emmanuel Macron también defendió la creación de un “grupo de contacto” sobre Siria para buscar una solución política al conflicto y condenó la “limpieza étnica” contra la minoría rohingya en Birmania.
En un discurso que por momentos sonó puramente obamiano, el presidente francés bordó la mala imagen que en ocasiones genera el multilateralismo, que él defiende a capa y espada pero que, a veces, puede verse reducido a un “juego entre diplomáticos” cuando las actuaciones y decisiones son unilaterales.
La de Macron fue una victoria de relumbrón, se impuso con autoridad en las elecciones francesas el pasado mayo con un partido recién nacido, pero el declive desde entonces también ha resultado violento: desde Jacques Chirac en 1995, nunca la popularidad de un líder en el país había caído tan drásticamente en apenas tres meses en el Elíseo.
El francés y el estadounidense no empezaron con buen pie. El día que Trump anunció que Washington se apeaba del pacto de París, en junio, Macron respondió con un discurso televisado muy desafiante, en el que parafraseaba el lema electoral del empresario neoyorquino e instaba al mundo a “hacer el planeta grande de nuevo”.
Sin embargo, la visita del presidente americano el 14 de julio, día nacional de Francia, limó asperezas. Trump, amante de lo castrense, fue invitado de honor a un desfile militar imponente, cosa que a la que no está acostumbrado en Estados Unidos, donde los desfiles suelen ser civiles. Le gustó tanto que se está planteando importar la costumbre para celebrar el 4 de julio. Es ahí donde, de momento, ha empezado a calar la diplomacia macronista.
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