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ETTORE GOTTI TEDESCHI |EXPRESIDENTE DEL BANCO DEL VATICANO

“Se cambió la ley contra el blanqueo de capitales sin informar a Benedicto XVI”

El expresidente del Banco del Vaticano (IOR) cuestiona la transparencia actual de la institución y la independencia del órgano que debe contrarlo

Daniel Verdú
El expresidente del Banco del Vaticano, Ettore Gotti Tedeschi.
El expresidente del Banco del Vaticano, Ettore Gotti Tedeschi. TONY GENTILE (REUTERS /Cordon Press)

Ettore Gotti Tedeschi fue presidente del Instituto para las Obras Religiosas (IOR) durante la última época de Benedicto XVI (del 23 de septiembre de 2009 al 24 de mayo de 2012). Hombre de fuertes convicciones religiosas, amigo del Papa emérito —incluso le ayudó a redactar una encíclica— y autor de las reformas para evitar el blanqueo de capitales, fue despedido en un extraño caso que mezcló intrigas, robos, filtraciones y el origen de Vatileaks. Gotti Tedeschi mide al milímetro sus palabras, pero desliza críticas contra el responsable de las finanzas vaticanas, el cardenal George Pell —en Australia a la espera de un juicio por abusos a menores—, señala a algunos sectores de la secretaría de Estado y cuestiona la transparencia actual.

 Pregunta. ¿Son hoy las finanzas del Vaticano más o menos transparentes?

Respuesta. No lo sé, pero puedo deducirlo. Dudo que se cambiase en los primeros meses de 2012 la ley contra el blanqueo de capitales firmada, motu proprio, por Benedicto XVI el 31 de diciembre de 2010 para hacerla más transparente. Recuerdo que esa ley fue creada no solo para adecuarse a la normativa internacional, sino para ser “ejemplar”, en palabras del Papa. Para demostrar que la Iglesia de Benedicto XVI no tenía ya nada que esconder ni quería seguir haciéndolo. Pero la ley se cambió sin informar al Papa.

P. ¿Qué cambió?

R. Cuatro artículos cruciales y la modificación del papel de la Autoridad de Información Financiera (AIF), que pasó de una posición de independencia a estar controlada por la Secretaría de Estado. Eso generó la famosa memoria del presidente de la AIF, el cardenal Attilo Nicora, que me mandó por correo electrónico y que apareció en algunos periódicos dando origen a Vatileaks I. Provocó también la valoración negativa de Moneyval [el órgano de control para la lucha contra el blanqueo de capitales y la financiación del terrorismo del Consejo de Europa] que dijo en 2012 que se había dado un paso atrás respecto a la ley aprobada por el Papa. La diplomacia hizo desaparecer esa parte, pero el documento original le llegó al cardenal George Pell. Luego vino mi reacción y mi consiguiente despido y el del consejo entero de la AIF. Así hasta la actualidad.

P. ¿Por qué parece tan difícil llevar a cabo las reformas que usted propuso en su época?

R. No responderé porque estaría influido por experiencias personales y por mi propio criterio. Y porque sigo queriendo y defendiendo a mi Iglesia y al pontífice. Pero diré algo que muchos no han entendido. En la Iglesia, en la curia romana más bien, se confunde la discreción con el secreto. Mientras la discreción debe ser protegida, el secreto tiene que ser evitado porque genera sospechas, que conducen a la curiosidad y a las investigaciones, que son peligrosas, porque hoy son internacionales.

P. ¿Benedicto XVI pensaba igual?

R. El Papa tenía bien claro que era necesario sacrificar una historia milenaria de secretos para estar en un mundo global que quiere transparencia y niega la credibilidad a quien no la proporciona. Y Benedicto XVI sabía que la credibilidad de la máxima autoridad moral del mundo no tenía que ser discutida por eso. Sobre todo después del 11 de septiembre de 2001, cuando todos los paraísos fiscales fueron eliminándose. Menos uno, el de la ciudad del Vaticano.

P. ¿De dónde proceden las famosas resistencias a las reformas?

R. Solo puedo referirme al tiempo que tuve el privilegio de servir al Papa y a la Iglesia, hoy solo conozco rumores y me informo por los periódicos. Pero muchas personas que han tenido responsabilidad investigable están todavía ahí. Y los responsables del caso entero nunca han sido investigados, como fue solicitado.

P. ¿Qué sentido tiene que la AIF, como usted dice, no sea un órgano independiente y qué importancia tiene eso en el caso?

R. La AIF tiene que ser un órgano independiente, no puede depender de su objeto de control, ¿no le parece? Es como si el Banco Central reportase al sistema bancario. De este modo la estructura de mando (el presidente del consejo) tiene que ser nombrada con criterios objetivos y se tiene que aclarar la responsabilidad que tiene en todos estos asuntos.

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Sobre la firma

Daniel Verdú
Nació en Barcelona pero aprendió el oficio en la sección de Madrid de EL PAÍS. Pasó por Cultura y Reportajes, cubrió atentados islamistas en Francia y la catástrofe de Fukushima. Fue corresponsal siete años en Italia y el Vaticano, donde vio caer cinco gobiernos y convivir a dos papas. Corresponsal en París. Los martes firma una columna en Deportes

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