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Daniel Viglietti, voz militante de Latinoamérica

El artista uruguayo, represaliado por la dictadura, fue el creador de himnos de la izquierda como ‘A desalambrar’

Daniel Viglietti en una imagen de 2015.
Daniel Viglietti en una imagen de 2015.EFE

El día más feliz de la vida de Daniel Viglietti (Montevideo, 1939), según sus propias palabras, fue el primero de septiembre de 1984, cuando regresó a Uruguay después de once años de exilio. El cantautor uruguayo falleció el pasado día 30 en su ciudad natal mientras era sometido a una intervención quirúrgica, pocos días después de celebrar su último recital.

Probablemente Viglietti tenía dudas más que razonables —igual que la mayoría de los exiliados latinoamericanos de la época— sobre sus posibilidades de morir en la tierra que los vio nacer, pero pudo regresar, con la dictadura todavía vigente, ya que el Gobierno militar duró formalmente hasta 1985. Ese regreso, tras pasar por la cárcel de la dictadura y un exilio de 11 años, se convirtió en un día señalado para la mayoría de los uruguayos. No es una exageración propia de los obituarios: los uruguayos tienen grabado en la memoria el regreso de Viglietti a Montevideo, porque en 1984 el futuro (democrático) no estaba asegurado. Y ver al autor de A desalambrar, cantor de la izquierda militante uruguaya y latinoamericana, ofreciendo recitales sin ser detenido, era la prueba (sonora) de que algo estaba cambiando de verdad.

Viglietti nunca abandonó la militancia ni la música comprometida que había iniciado en los años sesenta. Pudo dedicarse a la música clásica, teniendo en cuenta la sólida formación que recibió de dos maestros uruguayos —Atilio Rapat y Abel Carlevaro— y la tradición familiar: su madre era la pianista Lydia Indart y su padre el guitarrista y escritor Cédar Viglietti.

Pero su primer disco, Impresiones para canto y guitarra y canciones folclóricas (1963), deja clara su inclinación por la música popular. En 1968 llega una de sus obras más conocidas e importantes, Canciones para el hombre nuevo, grabado después de una visita a Cuba. Incluye cortes que se convertirían en auténticos himnos de la izquierda, como A desalambrar o Milonga de andar lejos. En la contraportada el cantante declara: “La circunstancia histórica me exige decir, no solo cantar”. En 1971 graba Canciones chuecas, disco inspirado en el canto popular de Uruguay que considera otra de sus grandes obras.

En esos años se hace tan conocido en Latinoamérica y se le identifica hasta tal punto con la canción de protesta que hasta hoy muchos no tienen claro si algunas de sus canciones son de él o de Vector Jara, Isabel Parra, Mercedes Sosa o Chavela Vargas. Su amistad con Joan Manuel Serrat fue tan sólida como la que lo unió al escritor Mario Benedetti.

Pero no era un fenómeno latinoamericano. Su fama era mundial, como se evidenció en la movilización de personalidades como Jean Paul Sartre, François Mitterrand, Julio Cortázar u Oscar Niemeyer cuando fue detenido en 1972; campaña que condujo a su liberación y a su largo exilio en Francia.

“La mayor parte de su obra, la más reconocida, se produce antes del exilio. Luego empieza otra faceta de su vida, donde desarrolla otra faceta como periodista y divulgador musical. Y ante todo, lleva a cabo la otra obra de su vida, con la recopilación de un archivo inmenso sobre música e información sobre la música”, explicaba anteayer su amiga Alicia Oschendorf a la salida del teatro de la ópera de Montevideo, donde se velan los restos del cantor.

Cercano, feliz y crítico

Sus conocidos lo describen como un hombre cercano (“Viglietti no se creía a Viglietti”, dicen). Un tipo feliz, que pudo asistir a la llegada al poder de la izquierda, tres veces consecutivas y por la vía democrática. Y que marcó sus distancias con esa misma izquierda, denunciando la falta de esclarecimiento de las muertes y desapariciones de la dictadura.

Entre las batallas que ganó Viglietti figura la de la recuperación de sus derechos de autor, lo que permitió que su obra fue remasterizada por el sello independiente Ayuí/Tacuabé, que deja constancia de la calidad de su música y de unas unas letras que marcaron una época.

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