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La alta abstención sobrevuela las presidenciales en Chile

Desde que en 2012 se promulgó la ley de votación voluntaria, la abstención comenzó a dispararse

Rocío Montes
Una militante del Partido Nacional vota en las primarias del pasado julio.
Una militante del Partido Nacional vota en las primarias del pasado julio.Getty

Una de las mayores incógnitas de las presidenciales y parlamentarias del domingo en Chile es el porcentaje de participación. En las anteriores elecciones, de 2013, votó el 51% de los ciudadanos habilitados para sufragar. Sin embargo, en las últimas municipales, el año pasado, apenas participó un 36% del electorado, una caída histórica. Desde que en 2012 se promulgó la ley de inscripción automática en los registros electorales y votación voluntaria, la abstención comenzó a dispararse en Chile. Mientras el padrón aumenta, la participación cae.

Los políticos han llegado a cierto consenso acerca de que fue un error cambiar la legislación y tanto el Gobierno de Michelle Bachelet como otros sectores lideran campañas para animar a los chilenos a ejercer su derecho. “El 19 de noviembre, todos estamos llamados a decidir sobre el futuro de nuestro país y como Gobierno debemos facilitar la participación de la ciudadanía en #Elecciones2017. Para ello, he dispuesto que Metro, Merval y Biotrén sean gratuitos ese día”, escribió en Twitter la jefa de Estado hace algunos días.

El sector privado también está preocupado por la alta abstención. La Sociedad de Fomento Fabril (Sofofa), una de las principales organizaciones de empresarios, publicó un inserto en los periódicos del domingo para hacer un llamado a “ejercer responsablemente el poder del voto”. “Es el punto de partida para debatir sobre lo público y para exigir a quienes resulten electos cuentas de su gestión”, señaló la patronal. De acuerdo con un reciente estudio del Programa de las Naciones Unidas para el Desarrollo (PNUD) titulado Diagnóstico sobre la participación electoral en Chile, el promedio de votación a escala mundial es del 64%, el de América Latina es del 71% y el de Chile un 51%.

El país sudamericano presenta una de las mayores reducciones del mundo en los últimos 25 años, solo superada por Madagascar. Si en Chile en 1990 votaba un 86,9%, la cifra cayó un 36% con respecto a las elecciones de 2013. En las municipales de 2016, la participación decreció a niveles insólitos. Participaron de los comicios alrededor de 4,9 millones de personas, con lo que unos nueve millones de electores decidieron no ejercer su derecho al voto, considerando el número total del padrón electoral.

Según explica Marcela Ríos, la investigadora responsable, no existe una relación automática entre la obligatoriedad del voto y los niveles de participación. Entre los países con voto voluntario, por ejemplo, se observa que en las últimas parlamentarias en Colombia votó el 46%, mientras que en Suecia lo hizo el 83%. Una situación similar sucede con el voto obligatorio: mientras en las últimas parlamentarias en México votó el 48%, en Argentina lo hizo el 81%. “La tendencia a la caída es estable desde 1993. Es un proceso que venía de antes y que se agudizó con el cambio de legislación”, señala Ríos. “Un 87% de los países del mundo tiene voto voluntario y no se podría concluir que en todos viene cayendo la participación”, agrega.

Debilidad del sistema

El estudio del PNUD identifica al menos seis causas en la caída de la participación electoral chilena: el diseño político-institucional, el debilitamiento del sistema de representación, la creciente erosión en la percepción de la ciudadanía acerca de la eficacia de sus acciones frente al sistema político y las autoridades, las transformaciones sociales y económicas de los últimos 30 años, los cambios sustanciales de las nuevas generaciones y la falta de una política sistemática de educación ciudadana.

El fenómeno de la abstención se concentra entre los jóvenes, los pobres y las zonas urbanas. Pero según explica Ríos, coordinadora del Programa de Gobernabilidad Democrática del PNUD, se trata de variables interrelacionadas que se potencian. “Por ejemplo, los jóvenes de las zonas con mayores recursos votan mucho más que los de lugares más pobres. Personas pobres en zonas rurales o en ciudades pequeñas, a su vez, votan más que las de las grandes ciudades”, señala la investigadora.

Por lo tanto, “son los jóvenes pobres de grandes ciudades los que están más al margen del proceso formal de la democracia representativa”. En el estudio del PNUD se muestra un mapa de Santiago de Chile y especifica las zonas de mayor y menor participación electoral. De acuerdo con el gráfico, la abstención está cargada hacia las zonas populares y del sur de la capital, donde habita la población con menores recursos. Vitacura, una de las más ricas del país, lidera los índices de sufragio.

La incógnita del domingo

Dado que la abstención radica sobre todo en los jóvenes, los pobres y las zonas urbanas, los análisis políticos apuntan a que una baja participación afectaría justamente a los candidatos y partidos que pretenden representar a dichos grupos. Es decir, a la centroizquierda y a la izquierda.

Se calcula que si sufragan apenas unos cinco millones y medio de personas, por ejemplo, podría ganar en primera vuelta el expresidente de derecha Sebastián Piñera, aunque no es un escenario probable.

Considerando la tendencia histórica de la caída paulatina en la participación desde las presidenciales de 1993, todo indica que la cifra debería disminuir en comparación a los últimos comicios de 2013, donde votó un 51%.

Pero para Marcela Ríos, del PNUD, esta elección resulta incierta: “En estos cuatro años ocurrió el cambio más grande a las reglas del juego desde el retorno a la democracia”. La investigadora se refiere al paso del sistema binominal a uno proporcional, las cuotas de género, el nuevo mapa electoral con distintos distritos y, entre otras medidas, a las recién estrenadas reglas de financiamiento de la política. En este contexto, señala Ríos, “puede que tengamos una sorpresa y aumente la participación”.

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Sobre la firma

Rocío Montes
Es jefa de información de EL PAÍS en Chile. Empezó a trabajar en 2011 como corresponsal en Santiago. Especializada en información política, es coautora del libro 'La historia oculta de la década socialista', sobre los gobiernos de Ricardo Lagos y Michelle Bachelet. La Academia Chilena de la Lengua la ha premiado por su buen uso del castellano.

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