Globo, al otro lado del paraíso
Una parte de la sociedad brasileña la llama “golpista”, la otra, “comunista”. El momento que vive la mayor y más influyente red de comunicación del país revela el Brasil actual
Ninguna red de comunicación ha sido –y todavía es– tan influyente en la historia reciente de Brasil como Globo. En la época de la dictadura civil y militar (1964-1985), el grupo Globo se consolidó como el mayor del país y uno de los mayores del mundo. Llegó la redemocratización y las Organizaciones Globo continuaron fuertes. En las manifestaciones de junio de 2013, la cobertura de la televisión Globo y del canal Globo News fue decisiva para consolidar la narrativa de que los manifestantes eran “vándalos”. Globo influyó en la opinión nacional con la forma como cubrió la operación Lava Jato, los movimientos a favor del impeachment de la presidenta Dilma Rousseff y contra el Partido de los Trabajadores (PT), al igual que con la divulgación de las grabaciones ilegales de la conversación entre Lula y la entonces presidenta del país. Y, finalmente, fue en el O Globo, el principal periódico del grupo, donde se denunció una conversación extremamente comprometedora entre el presidente Michel Temer, del Partido del Movimiento Democrático Brasileño (PMDB), y Joesley Batista, dueño de la empresa de alimentación JBS, que tuvo lugar por la noche, en la residencia presidencial y fuera de la agenda, y que culminó con un editorial que defendía la renuncia de Temer, pero no unas elecciones directas. Como todos saben, Temer todavía no ha caído.
Hasta hace muy poco, sería difícil que alguien creyera que viviría para ver que se tilda a Globo de “comunista”
Hay algo nuevo en el horizonte de Globo en este momento. Para parte de aquellos que se identifican con la izquierda, el grupo Globo es “golpista”. Apuntan a la red, en especial a los canales de televisión Globo y Globo News, como los protagonistas del “golpe parlamentario” que sacó del poder a Dilma Rousseff, una presidenta mala pero escogida legítimamente. Esta narrativa no solo se alimenta por los hechos actuales, sino también por el pasado de la emisora: en especial, la edición del último debate entre Fernando Collor de Mello y Luiz Inácio Lula da Silva en las elecciones de 1989. Era la primera disputa presidencial tras el fin de una dictadura que duró 21 años, desencadenada por un golpe civil y militar que Globo apoyó, hecho por el que pidió disculpas en 2013. La desconfianza contra Globo, difundida entre una parte considerable de los que pertenecen al campo progresista, es permanente. Y se está intensificando desde 2013, amplificada por la facilidad de difusión de las redes sociales. Esta relación con el “golpismo”, más incisiva en este momento, está íntimamente vinculada al pasado de Globo, pero también a algunas decisiones del presente.
Sin embargo, la novedad está en otro campo, en la parte de la sociedad que llama “comunista” a Globo. Esto es lo que sorprende incluso a aquellos que siempre consideraron que Globo era la responsable de todos los problemas de Brasil. Además de comunista, también la llaman “pro-Lula” y “pro-PT”, e incluso “pro-Cuba”. Hasta hace muy poco, sería difícil que alguien creyera que viviría para ver que se tilda a Globo de “comunista”. Pero en el momento actual del país, lo imposible es un concepto deshidratado por los sin límites de la realidad política.
A ese clamor se ha unido parte del fundamentalismo evangélico, concentrado en algunas iglesias pentecostales y neopentecostales, que han dado nuevos sentidos a lo que denominan “comunismo”. Desde que esa parte del evangelismo empezó a crecer en el país, a organizarse como fuerza política en el Congreso y a tener la televisión como uno de sus principales medios de proselitismo religioso (y también político), las escaramuzas con Globo, por un lado, y los intentos de aproximarse a la red de comunicación que tiene líderes evangélicos, por otro, han sido una constante especialmente desde 2010. Es fundamental recordar que la principal competidora de Globo es, desde hace ya algún tiempo, Record, vinculada a la Iglesia Universal del Reino de Dios (IURD), del obispo Edir Macedo.
La forma como grupos muy diferentes entre sí ven a la mayor red de comunicación del país es crucial para comprender el actual fondo del pozo sin fondo
Como todo en el Brasil actual, nada es simple. Mucho menos, previsible. La tarde del sábado 25 de noviembre, la etiqueta #GloboBasura se hizo viral en las redes. Durante una transmisión en directo, en la que un periodista informaba del estado de salud de Michel Temer, que estaba siendo sometido a una angioplastia en el Hospital Sirio-Libanés, en São Paulo, un hombre se puso justo detrás del periodista y empezó a gritar: “¡Globo Basura!”. La transmisión tuvo que interrumpirse y las redes se inundaron de todo tipo de comentarios con #GloboBasura.
Lo curioso del episodio es que la etiqueta la utilizaron personas que discrepan de forma visceral en todo lo demás. Aunque la mayoría parece pertenecer claramente al campo conservador, había muchos que eran del campo progresista. Globo era “#GloboBasura” por motivos muy variados e incluso opuestos, uniendo campos que se han mostrado inconciliables en el día a día del país. Hoy, llaman “basura” a Globo (así como a otros vehículos de comunicación) otros grupos que, hasta hace muy poco, la propia emisora trataba como la nueva y aireada cara de la democracia en una “cruzada contra la corrupción”, o como los jóvenes rostros del liberalismo, lo que no deja de ser una ironía.
Eso no significa que Globo haya alcanzado una unanimidad negativa, sino que este momento de Brasil se vuelve más y más complejo. Y la forma como grupos muy diferentes entre sí ven a la mayor red de comunicación del país es crucial para intentar comprender el actual fondo del pozo sin fondo.
La lacra de “comunista”, relacionada a Globo, es la más desafiadora, porque es tan delirante como calculada. Incluso el Santander, uno de los mayores bancos privados del mundo, fue tildado de “comunista” durante el ataque a la exposición QueerMuseu, en Porto Alegre, en el que la dirección del centro cultural capituló ante los manifestantes. Llamar “comunistas” tanto al Santander como a Globo puede entenderse como una falla cognitiva de estos acusadores. Pero ese sería un camino demasiado fácil.
El “comunismo”, hoy, en Brasil, aparece asociado a las costumbres y a los temas morales
Una pista importante es la relación entre el comunismo y los temas morales en este momento en que grupos estridentes, pero no necesariamente representativos del pensamiento de la mayoría de los brasileños, como ya han demostrado algunos estudios, han realizado ataques contra el arte, los artistas y los museos, al igual que han protagonizado episodios como la quema de una muñeca con la cara de la pensadora americana Judith Butler, como si fuera una “bruja”.
El comunismo, hoy, en Brasil, para algunos grupos, está mucho más asociado a las costumbres. A todo lo que, para estos grupos, representa “lo que es inmoral”, categoría en la que suelen poner, a un mismo nivel, la reivindicación de un derecho civil, como el matrimonio gay, y un delito, como la pedofilia. En este mismo sentido, algunos líderes políticos, movidos por el oportunismo, han popularizado la frase “quieren transformar Brasil en Cuba”, como si fuera una idea real en circulación. Sin contar que la Cuba de Fidel Castro promovió la persecución y el encarcelamiento de gais y lesbianas, una faceta que la hizo más parecida a aquellos que repiten esta frase sin sentido.
Lo más interesante de este proceso es que la famosa amenaza del pasado, que se volvió un tanto anecdótica, la del “comunista que se come a los niños”, gana una literalidad de acepción sexual con el reciente fenómeno nacional de ver pedófilos en los cuadros, las performances y los museos y acusar a los autores de las obras y a los responsables de las exposiciones de propagadores, no solo de la pedofilia, sino también del comunismo. En estas decodificaciones recientes que han despuntado en la sociedad brasileña, ser comunista sería, resumidamente: “Corromper a nuestros niños, acabar con la familia brasileña, estimular la pedofilia y hacer que todo el mundo se vuelva gay”.
Estas relaciones no son nuevas, basta recordar las marchas “De la Familia, con Dios y por la Libertad”, marcadamente católicas, que precedieron la dictadura civil y militar, en 1964, y que se contraponían a la supuesta “amenaza comunista”. Pero, en el Brasil actual –y en la era de internet–, vuelven a aparecer con otro envoltorio y con otros actores y con mucha más virulencia, lo que lo vuelve todo más complicado.
Si Globo es conservadora en la línea editorial de su periodismo, en sus productos culturales aborda temas progresistas
Así, no hay solo una falla cognitiva o una deficiencia educativa o, incluso, una ignorancia, ya que nada está más lejos del comunismo que Globo o el Santander. (Y sin olvidar que el comunismo tampoco es un concepto teórico cerrado o acabado ni sus experiencias reales fueron menos que controvertidas.) Pero, en este caso, también se trata de una nueva construcción de sentidos, con poca o ninguna conexión con el concepto original de comunismo. En lugar de ridiculizarse, esta apropiación debe escucharse, estudiarse y comprenderse. Incluso porque crece y porque ha influenciado el día a día del país.
Si Globo históricamente está vinculada a grupos políticos conservadores en la línea editorial de su periodismo, capitaneado por el telediario nocturno Jornal Nacional, en sus productos culturales, especialmente en las telenovelas y miniseries, la emisora trata temas importantes y valorados por los progresistas en el área de costumbres y de la crítica social. Basta recordar telenovelas como El bien amado –en la que el protagonista era un político oligarca y corrupto en una pequeña ciudad ficticia–, de Dias Gomes, o series como Malú mujer –en la que se contaban las dificultades cotidianas de una recién divorciada que intentaba llevar la casa y criar sola a una hija adolescente a finales de los 70–, ambas emitidas en plena dictadura.
Desde la redemocratización de Brasil, algunos de los temas relevantes para el debate progresista se tratan en las telenovelas, especialmente en los últimos años. No solo por la vocación de sus creadores, es importante destacarlo, sino también por la presión de grupos sociales cada vez más organizados. Siempre muy atenta a las señales del país, la emisora cuenta con algunos hitos, como la exhibición integral en el programa de máxima audiencia Fantástico del documental Halcón, los niños del tráfico, realizado por MV Bill y Celso Athayde en 2006, en el que diecisiete niños y adolescentes de las favelas relatan cómo es su día a día en el negocio de las drogas y de los cuales solo uno todavía estaba vivo cuando se lanzó el documentario. O como la aproximación a los barrios periféricos por medio de programas como el musical Esquenta!, de Regina Casé. Incluso en el periodismo hay excepciones de gran relevancia, como el programa Profissão Repórter (Profesión Reportero), del excelente Caco Barcellos.
En los últimos años, la situación se ha complicado. No solo plataformas de streaming como Netflix han entrado en la disputa por el público, haciendo que mucha gente sustituyera las telenovelas por las series, como también la cadena Record, vinculada a la Iglesia Universal del Reino de Dios, una de las más poderosas evangélicas neopentecostales del país, ha descubierto el filón de las telenovelas bíblicas para disputar los horarios de máxima audiencia.
Para ganar el mercado hay que capturar las almas. El cálculo es simple: ¿por qué los evangélicos miran las telenovelas de Globo cuando deberían ver las de Record, una televisión que pertenece a una iglesia evangélica? O ¿por qué dar dinero a Globo, por medio de audiencia y publicidad, si se puede dar ese dinero a Record y colaborar con el enriquecimiento de la Iglesia y de sus obispos?
Los pastores vinculados al fundamentalismo evangélico han hecho que las telenovelas de Globo se desangren poco a poco
La cuestión es cómo convencer a los fieles. Como la mayoría de los brasileños, los evangélicos también se han criado viendo las telenovelas de Globo. Sin olvidar que las telenovelas de Globo alcanzaron el estatus de producto de exportación y de marca cultural de Brasil a finales del siglo XX. El filón bíblico, con el hito de Los diez mandamientos, la telenovela de Record que amenazó los índices de audiencia de Globo en la misma franja horaria y que los pastores ayudaban a propagar, fue la forma que encontraron. Pero no era suficiente, porque es difícil cambiar viejos hábitos.
En los últimos años, se ha atacado el contenido de las telenovelas de Globo. Como hienas, los pastores vinculados al fundamentalismo evangélico han ido mordiendo por los flancos, haciendo que las telenovelas de Globo se desangren poco a poco. Estos ataques, que se iniciaron años atrás, tienen por lo menos dos efectos: 1) para la Iglesia Universal es positivo, porque molesta a la cadena líder de audiencia y hace que aumenten las posibilidades de que la audiencia de Record crezca, especialmente la de sus telenovelas, como la recién estrenada con un nombre sugerente y personajes que podrían sugerir una trama sórdida en el Vaticano: Apocalipsis; 2) para otras Iglesias, entre las que se destacan algunos sectores de la Asamblea de Dios, es un instrumento de presión para conseguir más espacio para los evangélicos y sus productos en la propia Globo, especialmente para los líderes evangélicos enemigos del obispo Edir Macedo, que no quieren que Record sea más poderosa. No siempre (o incluso raramente) lo que se dice en público es lo que se negocia entre bastidores. Con frecuencia, los ataques pueden ser una demostración de fuerza para sentarse a la mesa de negociaciones con más cartas altas que poner en el centro.
La ofensiva culminante sucedió semanas atrás, en octubre, en el estreno de la nueva telenovela de las 21h, la principal de Globo. O outro lado do paraíso (El otro lado del paraíso), obra que trata temas como la violencia doméstica, el racismo y la homofobia, está sufriendo una amplia campaña de difamación que la convierte, en grupos evangélicos, en una “obra del demonio”. Mensajes delirantes con el título de “Globo Demoníaca” han aparecido en los más variados grupos de WhatsApp:
“No dejes que tu familia vea la telenovela de Globo. La Rede Globo ha anunciado una guerra contra los cristianos y ha estrenado una telenovela que ofende a la familia brasileña. Traiciones, pedofilia, sexo con animales, rituales satánicos, destrucción de la familia, y mucho más en la nueva telenovela de Globo. Escrita por un gay, la telenovela ‘O outro lado do paraíso’, de la cadena Globo, se emite de lunes a viernes. La novela gay promete atacar a los cristianos. La trama de la telenovela de las 21h mostrará la historia de un hombre casado que deja a su familia para tener una aventura secreta con dos hombres y a un gay ‘que tiene relaciones sexuales con un macho cabrío’. La telenovela también cuenta la historia de dos niños de 8 años que empiezan a salir en la escuela y mostrará escenas de sexo entre dos niños, incentivando a nuestros hijos a hacer lo mismo. Como si no fuera suficiente, la telenovela también presentará rituales de magia negra, haciendo ofrendas a demonios, y quien la vea estará automáticamente haciendo un pacto con los demonios y su casa será tomada por entidades malignas. ¡Avisa a toda tu familia, no dejes que tus parientes vean esta telenovela!”
O un vídeo con un pastor, supuestamente de la Asamblea de Dios, gritando y haciendo asociaciones entre nombres de telenovelas y de programas de Globo con “Satanás” o el “Diablo”. Termina vociferando: “Pero todavía existe una iglesia en la Tierra que apaga la televisión a la hora de la telenovela y ya tiene el pasaporte estampillado para ir a Nueva Jerusalén. A ver quién va, a ver quién va... ¡No cambies los versículos de la Biblia por los capítulos de la telenovela!”
Es interesante advertir que, en este vídeo, se orienta a apagar la televisión a la hora de la telenovela. De esta forma, a la hora del telediario (programa previo a la telenovela), se supone que la televisión está encendida y sintonizada en la cadena Globo, lo cual es un mensaje sutil. En diferentes regiones del país, concejales y diputados que se presentan como evangélicos predican contra Globo en pronunciamientos en los espacios legislativos, y lo mismo hacen los pastores de algunas denominaciones en sus cultos.
Los temas morales han pasado a ser banderas de ataques de otros grupos no identificados como religiosos, ampliando el alcance de la ofensiva moralista con fines políticos y de ocupación del poder
También hay ataques virulentos de líderes evangélicos fundamentalistas en vídeos difundidos por YouTube y replicados en redes sociales. En estos vídeos, los líderes se conectan con el discurso de milicias como el Movimiento Brasil Libre (MBL), en los que se relaciona la pedofilia y la política. O tal vez sea más preciso decir que las milicias de odio de internet aprendieron con esos líderes evangélicos. En frases en las que supuestamente defienden a los niños, infiltran términos como “psicópatas de izquierda”, y también el nombre del PT, estableciendo una conexión con la vista clavada en los trueques políticos de hoy, pero principalmente en lo que pueden conseguir en 2018. Terminan profetizando el fin de Globo. No solo por hacer un boicot, sino por “borrarla” del mapa.
Si los ataques de grupos evangélicos fundamentalistas a las telenovelas de Globo ya se repiten hace algunos años, el momento actual es mucho más delicado. Por varias razones: 1) los temas morales han pasado a ser banderas de ataques oportunistas por parte de grupos no identificados como religiosos, bastante ruidosos y con poder de diseminación en las redes; 2) líderes evangélicos igualmente estridentes y que ya actuaban en esta frecuencia se han asociado a esta campaña, ampliando una actuación que ya ejercen hace mucho tiempo, con fines políticos y de ocupación de poder; 3) con un gobierno y un presidente acosados por la operación Lava Jato haciendo cualquier trueque para mantenerse en el Gobierno y fuera de la prisión, los diputados identificados con lo que se denomina “bancada evangélica” están obteniendo cada vez más fuerza en el mercado que se ha convertido el Congreso; 4) habrá unas elecciones complicadísimas e imprevisibles en 2018.
Cuando Globo defendió la renuncia de Temer en su editorial, una parte de los brasileños descubrió que Globo puede mucho, pero no lo puede todo
Había una creencia un tanto generalizada de que Globo era tan poderosa que podía hacer y derribar presidentes. No hay duda de que su influencia es enorme. Pero, cuando el periódico O Globo denunció la conversación comprometedora entre el presidente y Joesley Batista, y todo el periodismo de la red concentró sus noticias en este episodio, se comprobó lo obvio: existen otras fuerzas igualmente poderosas en el país y el pensamiento de estos jugadores no siempre va al unísono. Hay grietas en la cima de la pirámide. La cadena Globo hizo un editorial defendiendo que Temer renunciara, y él ni ha renunciado ni ha caído. Una parte de los brasileños solo descubrió entonces que Globo puede mucho, pero no lo puede todo. Y este hecho no pasó desapercibido en sectores de la sociedad muy diversos.
A principios de este mes, la cadena Globo apartó rápidamente a uno de sus principales presentadores de telediario, William Waack, tras divulgarse un vídeo en que el periodista hacía un comentario racista antes de entrar en directo. Meses atrás, tardó más en apartar a uno de sus principales galanes de telenovelas, José Mayer, denunciado por acoso sexual por una empleada de la cadena. Pero lo apartó. En el ámbito de las cuestiones raciales, un tema cada vez más presente en Brasil, la cadena sufre todavía con el libro, publicado en 2006, Não somos racistas – uma reação aos que querem nos transformar numa nação bicolor (No somos racistas: una reacción a los que quieren transformarnos en una nación bicolor), de Ali Kamel, director general de Periodismo y Deportes de la emisora Globo.
Sin embargo, quizá todavía esté por llegar el revés más difícil para la mayor red de comunicación del país, con la confesión del empresario argentino Alejandro Burzaco, exdirector de la empresa de eventos deportivos Torneos y Competencias. En declaraciones a la Justicia de los Estados Unidos, afirmó que la cadena Globo pagó sobornos para conseguir derechos de transmisión de campeonatos de fútbol. En un comunicado leído en sus telediarios, la emisora afirmó que “no practica ni tolera ningún pago de soborno”.
El sábado pasado (25/11), el portal de noticias UOL publicó que la fiscal general de la República, Raquel Dodge, había reenviado a la Fiscalía Federal de Río de Janeiro una queja, que se basaba en esta confesión, hecha por tres partidos –el Partido de los Trabajadores (PT), el Partido Democrático Laborista (PDT) y el Partido Socialismo y Libertad (PSOL)–, en la que se expone que Globo puede haber pagado sobornos para comprar los derechos de transmisión de los Mundiales de 2026 y 2030, además de los partidos de la Copa Libertadores y la Copa Sudamérica. La fiscalía de Río decidirá si abrir una investigación sobre el caso o no.
La Rede Globo y los principales episodios de la historia reciente de Brasil están entrelazados de varias maneras. No se puede entender Brasil desde la dictadura civil y militar hasta hoy sin entender la actuación de la red en sus múltiples dimensiones, en especial el teleperiodismo, las telenovelas y la cobertura deportiva. En este momento tan complejo y sujeto a acelerarse, hay que prestar mucha atención a hacia dónde va la que todavía es la más poderosa red de comunicación del país, al igual que hay que prestar mucha atención a cómo Globo manejará los nuevos desafíos, todo expresado en su parrilla de programación y en su contenido.
Con tantos sentidos en disputa, el anuncio realizado por el popular presentador de Globo Luciano Huck, afirmando que no pretende presentarse a las elecciones presidenciales en 2018, debe de ser una noticia que la emisora estaba ansiosa por dar.
Eliane Brum es escritora, reportera y documentalista. Autora de los libros de no ficción Coluna Prestes - O Avesso da Lenda, A Vida que Ninguém vê, O Olho da Rua, A Menina Quebrada, Meus Desacontecimentos, y de la novela Uma Duas. Web: desacontecimentos.com. E-mail: elianebrum.coluna@gmail.com. Twitter: @brumelianebrum. Facebook: @brumelianebrum.
Traducción: Meritxell Almarza
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