Con las plantas de tus pies (Guachené, Cauca)
Yerry Mina es un crack de 1 metro 95 centímetros de estatura
Yerry Mina es un crack de 1 metro 95 centímetros de estatura. Desde este viernes 12 de enero es uno de los defensas centrales del F. C. Barcelona –que quizás sea, aún hoy, el mejor equipo de fútbol del mundo–, pero él conserva su bajo perfil imposible y se porta como un trabajador resignado a ser feliz en su trabajo. Mina nació ayer: en 1994, en el municipio afrocolombiano de Guachené, departamento del Cauca, en la familia de un arquero acostumbrado a semejante sacrificio. Empezó su carrera a los 19 años, en el 2013 apenas, en el Deportivo Pasto. Fue campeón con Independiente Santa Fe, de Bogotá, en diciembre de 2014. Fue campeón con Palmeiras, de São Paulo, en noviembre de 2016. Y, luego de una transacción de diez millones y medio de euros, este sábado 13 fue presentado en el Camp Nou bajo las aclamaciones de 8.552 aficionados.
Había dicho que estaba allí, en Cataluña, “con los pies en la tierra y los ojos en el cielo”. Y rodeado por los hinchas de su nuevo club, una vez tuvo a un paso la mítica cancha del estadio, se quitó las medias y los guayos para pisar el césped porque un versículo de la Biblia le había dicho que “con las plantas de tus pies tocarás el terreno que quieras conquistar”.
Mientras tanto, aquí en Colombia, su propio padre –el exportero José Mina– no sólo contó que lo llamaron Yerry por el ratón de las tiras cómicas, “sólo que con Ye”, sino que lo declaró en un par de emisoras nacionales “un embajador que probará la calidad de gente que hay en Guachené”: el viejo corregimiento de Guachené, con una población negra e indígena de cerca de 20.000 habitantes, quiso y pudo librarse de su pobreza devastadora y de los sangrientos vaivenes de la guerra colombiana cuando –en una controversial consulta popular de 2005– 3.775 guacheneceños votaron a favor de volverse un municipio independiente del asolado Caloto. Nadie olvida la masacre del 5 de mayo de 2001. Pero desde esa consulta se le ha tenido más asco a la violencia: a los ataques con fuetes en el carnaval, a las agresiones contra las mujeres, a las pandillas.
Hoy, en el mundo entero, si el mundo entero es el mundo atento al fútbol, Guachené es la primera casa de Yerry Mina.
Los leales hinchas del club catalán comienzan a asomarse, pues escuchar un nombre es asomarse, a un municipio independiente que sería una gran novela.
Y mientras tanto, aquí en Colombia, en estas redes sociales que viven con los pies en el cielo y los ojos en la tierra, ya ha aparecido una barra brava que más bien es una barra idiota –esa pequeña muchedumbre que se porta como la parentela vergonzosa de cualquier colombiano exitoso que no tenga la culpa de serlo– a matonear al técnico del Barcelona con frases del calibre de “mete a Mina calvo marika” o “si no quiere que le digamos ‘canoso hijueputa’ es mejor que meta a Yerry Mina”. Quizás se sientan graciosos. Sin duda recrean los insultos que recibía Zidane en nuestras redes por no alinear a James Rodríguez en su Real Madrid. Hablo de “nuestras redes”, no sólo de “las redes” –que suficiente infierno son–, desde que un gran amigo me probó que sólo aquí se recibió con suspicacia y con violencia la gira de Paul McCartney.
Resulta particularmente ridículo que los troles criollos ensombrezcan con sus barbarismos el enorme salto del modesto defensa central, pues si hay en el mundo un crack libre de poses para las cámaras y de necedades virtuales y de vanaglorias, si hay en el mundo un buen embajador de un país dentro del país en el que la gente no conoce otra manera de perderle el miedo al futuro aparte del trabajo, ese es el sonriente Yerry Mina. Que es un defensor que hace goles y celebra bailando y mide dos metros, pero eso, a la larga, es lo de menos.
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