EE UU, México y Canadá encaran una ronda “crítica” para el futuro del TLC en un clima enrarecido
Los negociadores de los tres países negocian entre hoy y el lunes de la semana próxima en Montreal
El futuro del mayor pacto comercial del planeta, el que abonó el terreno para la proliferación de acuerdos de este tipo a lo largo y ancho del mundo, pasa por Montreal. La ciudad canadiense acoge desde este martes la sexta ronda de renegociación del Tratado de Libre Comercio de América del Norte (TLC), en la que México y Canadá tratarán de convencer a Estados Unidos de la vigencia de un acuerdo que en el último cuarto de siglo ha multiplicado por diez las exportaciones y la inversión extranjera directa en el país latinoamericano. Y, sobre todo, le ha permitido adaptar su arquitectura internacional a los requerimientos de los inversores: hoy México es un país mucho más atractivo a ojos del capital que hace 24 años, y el TLC ha tenido mucho que ver en ello. Todo eso está en juego en la próxima semana.
Los equipos negociadores de las tres potencias norteamericanas llegan a las reuniones de Montreal con la intención de cerrar los muchos asuntos técnicos en los que todavía no hay fumata blanca y, sobre todo, pergeñar un principio de acuerdo que permita enviar al mundo una primera señal positiva tras cinco meses de conversaciones en los que han prevalecido los mensajes negativos. Aunque el clima de diálogo ha mejorado recientemente, con señales de que EE UU no se levantara de la mesa en esta ronda que habían ayudado a corregir la reciente depreciación del peso, la imposición de un arancel estadounidense sobre placas solares y lavadoras, en muchos casos procedentes de México, ha enrarecido el ambiente en las últimas horas.
La coincidencia del anuncio de las medidas proteccionistas sobre ambos productos y la cumbre de Montreal es, según Ricardo Ramírez, exjuez mexicano ante la Organización Mundial del Comercio (OMC), pura casualidad. “Es producto de una investigación de mucho tiempo cuya resolución ha coincidido con la sexta ronda”, valora. “Pero eso no ayuda para nada en la negociación”. Ramírez, no obstante, se muestra ligeramente confiado: “Los tres o cuatro días serán muy importantes, si EE UU no se para de la mesa, podría continuar hasta que se alcance un acuerdo. Todo lo anterior con la posibilidad siempre latente de un tuit [de Donald Trump] que reviente la negociación”.
En este escenario, de ánimo cambiante, parece haber llegado la hora de las contrapropuestas. Las exigencias -un gran aumento en el contenido regional obligatorio del sector automotriz, el que mayores intercambios genera en América del Norte; una cláusula de terminación automática del TLC a cinco años vista si los tres países no acuerdan lo contrario y una reforma integral de los mecanismos de resolución de controversias-, consideradas inicialmente “inviables” por parte de México, Canadá y la mayoría de expertos en comercio internacional, deberían encontrar respuesta de ambos Gobiernos en los próximos días.
Pese a la firme oposición de las armadoras, México ya ha abierto la puerta a aceptar concesiones en reglas de origen -el contenido mínimo de un automóvil que ha de ser fabricado en cualquiera de los tres países- y ha accedido a convertir la cláusula de terminación automática en un mero emplazamiento al diálogo cada cinco años. Canadá, en cambio, todavía no se ha movido ni un ápice de su posición inicial de rechazo a cualquier cambio en el método de resolución de controversias. Todos los especialistas consultados coinciden en que la posibilidad de que se llegue a un acuerdo preliminar en esta ronda depende, sobre todo, del contraataque que México y Canadá pongan sobre la mesa. Y, sobre todo, de su aceptación por parte de la siempre imprevisible Administración Trump.
Mientras los técnicos han aprovechado los días previos al inicio formal de las conversaciones en Montreal, los acercamientos a nivel de ministros han sido constantes. Los titulares de Economía y Exteriores de México y de Canadá, Ildefonso Guajardo y Chrystia Freeland, se han reunido con la intención de compartir puntos de vista y perfilar su estrategia de cara a la “crítica” sexta ronda, como la ha calificado el propio Ejecutivo mexicano. Hasta ahora, aunque ambos países mantienen diferencias en puntos muy concretos de la negociación, como el capítulo salarial, México y Canadá han ido de la mano en la mayoría de grandes temas: frente al empuje proteccionista de EE UU, han optado por una defensa conjunta del libre comercio como motor del crecimiento trilateral. La ratificación, este mismo martes, del Acuerdo de Asociación Transpacífico (TPP, por sus siglas en inglés), del que Ottawa y México son pilares esenciales tras la salida de Washington, es una buena muestra de sus credenciales en ese ámbito.
En las próximas horas, el partido del TLC también se jugará a miles de kilómetros de Norteamérica: en Davos. La delegación estadounidense, con Donald Trump a la cabeza, coincidirá en la ciudad suiza con el primer ministro canadiense, Justin Trudeau, y con los titulares mexicanos de Economía y Hacienda, Ildefonso Guajardo y José Antonio González Anaya, respectivamente. Fuentes cercanas a la negociación inciden en la importancia de las conversaciones en los pasillos del foro económico para allanar o no el terreno de cara al tramo final de la negociación, ya en Montreal.
El clima alrededor de la negociación ha pasado, en cuestión de días, del pesimismo más absoluto a un optimismo moderado -conscientes, en todo momento, de la volatilidad del inquilino de la Casa Blanca, capaz de denigrar y alabar a la misma persona o país en un lapso de pocas horas- antes de enrarecerse tras los aranceles anunciados 24 horas antes del inicio formal de la ronda. Si hace dos semanas el escenario base de quienes siguen en detalle las conversaciones era la salida inmediata de EE UU del tratado, ahora los especialistas se dividen entre quienes ven posible un todavía lejano acuerdo de mínimos a desarrollar en los próximos meses y quienes creen que las conversaciones quedarán en suspenso tras esta ronda para evitar interferencias electorales, con comicios presidenciales en México en julio y con elecciones midterm en EE UU en noviembre. Las últimas declaraciones de Guajardo, este mismo martes, alientan esta posibilidad: “Estaremos en la mesa de renegociación todo el tiempo que sea necesario”, ha subrayado en una entrevista con Bloomberg. México no tiene prisa. Todo el tiempo que transcurra, será tiempo ganado sin que cristalice el peor de los escenarios: el abandono del tratado por parte de su principal socio comercial, del que dependen más del 70% de sus exportaciones.
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