La tensión arancelaria se apodera de la renegociación del TLC entre EE UU, México y Canadá
La séptima ronda echa el cierre en la Ciudad de México sin acuerdos de calado y entre dudas sobre la continuidad de las conversaciones
Nerviosismo, caras largas, tono fúnebre. Las señales negativas se apoderaron por completo de la séptima ronda de negociación del Tratado de Libre Comercio de América del Norte (TLC) tras el anuncio de Donald Trump, justo en el ecuador de la cumbre, de nuevos aranceles sobre el acero y el aluminio. Sin progresos en los capítulos clave pese al más de medio año de diálogo formal para la actualización de la madre de todos los acuerdos comerciales, la proliferación de señales proteccionistas en la Casa Blanca ha abierto una brecha aún mayor entre las delegaciones de Estados Unidos, México y Canadá. El hastío de los dos compañeros de tratado de EE UU llega hasta el punto de que fuentes cercanas a la negociación ven posible la posposición del diálogo trilateral hasta después de las elecciones presidenciales mexicanas de julio y las legislativas estadounidenses de noviembre.
En medio de la incertidumbre, una broma recurrente entre algunos negociadores resume a la perfección el momento en el que se encuentra el proceso: cada día de la última semana, al acceder al hotel de la Ciudad de México en el que se han celebrado las reuniones, los delegados de los tres países se topan con una fuente de aguas tumultuosas que preside la entrada al hall. Es, dicen con sorna, exactamente el mismo oleaje que atraviesa el barco del TLC; una tormenta sin visos de final cercano que amenaza con destrozar una nave que, a pesar sus fugas de agua y problemas de diseño, ha logrado multiplicar el comercio entre Estados Unidos, México y Canadá en sus 22 años de vida y uno de agonía -iniciado tras la llegada de Trump a la Casa Blanca-.
Desde el jueves, cuando el magnate republicano sacudió los cimientos sobre los que se asienta el comercio mundial con ataques a diestro y siniestro -hacia Canadá, por ser el mayor exportador de acero a EE UU; hacia China, que ya le ha amenazado con represalias; y hacia la Unión Europea, que también le ha dejado claro que no transigirá con la oleada de proteccionismo-, los negociadores han tratado de mantenerse lo más al margen posible del ruido exterior. Pero el intento ha sido en vano. No es ninguna novedad la volatilidad de Trump y así se asume: un tuit, una declaración breve... Todo puede cambiar en cuestión de minutos cuando el republicano está de por medio. Pero nadie esperaba que el presidente de la primera potencia mundial fuese a reventar unas negociaciones que se abrieron por petición suya en una ronda que señalaban como “clave”.
Coincidencia o no, el endurecimiento del tono de la Administración Trump ha llegado justo después del ascenso de Peter Navarro, jefe del Consejo Nacional de Comercio, a asesor directo del presidente. Duro crítico del comercio internacional y apóstol de la teoría de que el déficit comercial es un monstruo a erradicar en la economía estadounidense, a Navarro se le achacan algunas de las ideas más radicales de Trump en este ámbito, en el que los conocimientos del presidente no son especialmente extensos. “Parte importante del problema es la filosofía arrogante e ingenua de Navarro”, apuntan desde el lado mexicano. La ascendencia del hoy asesor de Trump sobre el presidente parece haber relegado a un segundo plano la influencia de voces más moderadas como la de Gary Cohn, director del Consejo Económico Nacional y abiertamente defensor al libre comercio. Aunque Navarro ha tratado de aislar en sus últimas declaraciones los nuevos aranceles de la negociación del TLC, Canadá y México se quejan de la alarmante falta de lealtad de Washington: no entienden en qué cabeza cabe la imposición de tarifas justo mientras se negocia. “Es una provocación”, resumen en la Ciudad de México. Decenas de prominentes economistas estadounidenses también han levantado la voz en los últimos días contra lo que consideran una decisión equivocada de su propio Gobierno.
Con la tensión en máximos, todos los focos están ahora en el mensaje y el tono de los ministros al cargo de la negociación en su comparecencia de prensa de este lunes. La última vez que Robert Lighthizer, representante comercial de EE UU; Ildefonso Guajardo, secretario de Economía mexicano, y Chrystia Freeland, titular de Exteriores de Canadá, se vieron las caras en público, hace un mes en Canadá, el encuentro terminó como el rosario de la aurora. Los reproches entre el jefe de la delegación estadounidense y su homóloga canadiense eclipsaron por completo sus intentos por deslizar un mensaje de optimismo impostado. A nadie le cabe duda que en sus reuniones previas, este lunes, se tratará la cuestión de los aranceles, lo que tenderá a acrecentar la presión.
La suspensión de las conversaciones vuelve a tomar cuerpo
Ante la certeza de que Washington no aflojará la cuerda, en los círculos más próximos a la negociación empieza a tomar cuerpo la posible suspensión de las conversaciones hasta que concluya el ciclo electoral en México y en EE UU. Sería, dicen, una forma de evitar que la negociación se viese contaminada por los dimes y diretes políticos. Pero, en el fondo, esta pausa -que ya se barajó en la anterior ronda, en Montreal- constituiría el síntoma más evidente de que el diálogo, en estas circunstancias y con los actores actuales, no va a ningún lado. También un serio problema para el partido en el Gobierno en México, el PRI, en plena campaña electoral, y una seria incógnita sobre cuál sería su acogida en los mercados financieros.
Los más optimistas, en vísperas de la ronda que echará el telón este lunes en la capital mexicana, deslizaban la posibilidad de dejar cerrados entre siete y diez capítulos. Poco más de una semana después pero esa cifra parece una quimera. En los temas menos controvertidos el avance es lento. En la triada de asuntos que marcarán el devenir de las conversaciones, por los que inexorablemente pasaría un potencial acuerdo -reglas de origen en la poderosa industria automotriz, cláusula de terminación automática cada cinco años y solución de controversias-, inexistente. “Los aranceles al acero y al aluminio lo han contaminado todo”, zanja una persona cercana a las conversaciones.
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