Dos trabajos para llegar a fin de mes
La frágil recuperación en Rusia mantiene a parte de la ciudadanía en situación de precariedad
Una “ayudita” no viene mal. Aunque suponga doblar la jornada laboral. Svetlana Ilyina sale de casa al amanecer y vuelve cuando hace rato que terminó la tarde. A su trabajo como profesora de primaria, en el colegio Kuzbeya Gerda de Izhevsk, añade otro por las tardes enseñando udmurto, la lengua de la República Udmurta, que habla alrededor de un tercio de la población de esa región de los Urales occidentales. “Con solo uno de los sueldos lo tendría difícil”, reconoce Ilyina, de 46 años, madre de dos hijas y abuela de una nieta. La profesora, ojos delineados de Kohl negro y collar plateado del atuendo típico udmurto, aprovecha el recreo para ordenar su luminosa aula, decorada con mapas y carteles de urbanidad. “Después me voy casi directa a la otra clase. No hay casi tiempo para comer”, dice.
Rusia está saliendo de la recesión. El pasado fue el primer año completo de crecimiento económico del país desde que comenzó la crisis en 2014. Sin embargo, el aumento de alrededor de 1,5% dibuja una economía estancada y pendiente de reformas. Con los precios de los bienes en alza —por ejemplo, el precio del pan, usado durante la época soviética como símbolo de bienestar, aumentó alrededor de un 11% durante la crisis—, los rusos han sentido la presión y no son pocos los que, como Ilyina, tienen un segundo empleo para complementar su fuente de ingresos principal. Sobre todo aquellos que reciben una pensión o trabajan en el sector público, donde los salarios son más bajos.
Ilyina gana unos 18.000 rublos al mes (unos 250 euros) como profesora de primaria; una cifra por debajo de los alrededor de 400 euros del salario medio de la región —y los 550 de media del país—. A estos añade otros 6.000 rublos (85 euros) enseñando udmurto. “Me encanta mi trabajo, pero casi no tengo vida personal”, confiesa con una sonrisa. Explica que su esposo, obrero de la construcción, no tiene un salario fijo. Sus ingresos dependen de los proyectos de construcción: “Puede ganar entre 400 y 800 euros al mes”. Ilyina explica que no es solo el precio de los alimentos lo que complica las cosas, también el de la vivienda. Sobre todo para los más jóvenes, como sus dos hijas. “Yo suelo ayudarlas y cuando voy al supermercado compro para ellas también”, apunta.
Es la dicotomía de Rusia: tiene un 5,5% de desempleo (en España, un 16,5%) pero los sueldos no son altos, apunta el profesor Renate Gafurov. De hecho, el Gobierno ruso ha reconocido que el salario mínimo, el equivalente a unos 134 euros mensuales de media —depende de cada región— no se corresponde con lo que se considera un salario mínimo necesario para sobrevivir, alrededor de 155 euros. Así, unos cinco millones de trabajadores rusos no ganan suficiente para afrontar el coste de la vida, según la propia Administración. Una realidad que supone un obstáculo para el crecimiento del país que el presidente Vladimir Putin prometió corregir con el aumento de ese sueldo mínimo; una reforma que el Parlamento ruso ha aprobado a tiempo para las elecciones del domingo.
Nadezhda Vasilievna, de 64 años, cree que ese equilibrio compensa “con creces”. Sobre todo, dice, por la estabilidad que espera que se mantenga con Putin en la presidencia del país por al menos seis años más. El líder ruso, que aspira a lograr el 70% de los votos con el 70% de participación —lo que el Kremlin ha llamado la formula “70-70”—, juega la baza de los brotes verdes.
Vasilievna, madre de dos hijos de 36 años y abuela de tres nietos, trabajó durante años como pastelera. Ahora, ya jubilada, esta mujer jovial, combina su pensión con los ingresos que recibe con su empleo de dependienta en una tienda de souvenirs del centro de Nizhini Novgorod, a orillas del Volga y con más de 1,2 millones de habitantes, la quinta ciudad más poblada del país. En total, recibe el equivalente a unos 630 euros mensuales: “Pero lo hago sobre todo porque no me gusta estar parada. El país va bien. Los que vivimos en la época del socialismo podemos decirlo”.
El mismo caso que Nina, de 62 años, antigua ingeniera mecánica que recibe una pensión equivalente a 190 euros al mes, que combina con su trabajo como taxista. Tiene tres hijos y ocho nietos y explica que para ella el taxi es su trabajo ideal: gana unos 1.000 rublos al día (14 euros). “Empecé porque me gusta hablar y conocer a gente, pero sobre todo porque la pensión no es suficiente”, apunta.
Con las sanciones, mejor productos de casa
El moderado aumento de la economía rusa no es la única mano con la que juega el líder ruso, al frente del Estado desde 2000. El presidente Putin ha recurrido al jugoso tema de la defensa de Rusia contra un mundo exterior hostil. Las crecientes tensiones con Estados Unidos y la Unión Europea y las sanciones que Occidente ha impuesto a Rusia por anexionarse Crimea en 2014 --a las que se han sumado nuevas por la injerencia rusa en la campaña electoral presidencial de EEUU del 2016 y por el caso del espía envenenado Skripal --. Elementos que no han hecho sino espolear los sentimientos nacionalistas de la ciudadanía, opina Renate Gafurov. Este profesor casado y padre de una niña de apenas tres meses, explica que mientras otros traen algunos productos cuando viajan fuera de Rusia, en su casa ya no entran apenas alimentos importados. Y no solo porque algunos sean difíciles de encontrar debido a las contrataciones impuestas por el Kremlin a ciertos bienes extranjeros. "Hay que promover los productos rusos. Lo nuestro es igual de bueno o más", afirma.
Las sanciones han supuesto también una oportunidad para muchos productores, que han visto un interesante hueco que llenar. Desde que se impusieron estas medidas sobre las carnes, los lácteos, las frutas y verduras y ciertos productos elaborados procedentes de varios países, la agricultura y la ganadería rusa han incrementado su producción.
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