El PS francés, en lucha por sobrevivir, elige líder al moderado Faure
El futuro primer secretario quiere recuperar a los socialistas que votaron a Macron o a Mélenchon
Los socialistas franceses intentarán sobrevivir al quinquenio presidencial de Emmanuel Macron liderados por un parlamentario poco conocido para el gran público pero con experiencia en la sala de máquinas del PS y de la Asamblea Nacional.
Olivier Faure, de 49 años, salió vencedor el jueves en la primera vuelta de las primarias y, tras el abandono del segundo clasificado, el exministro Stéphane Le Foll, será el único candidato para primer secretario en el congreso el 7 y 8 de abril en la ciudad de Aubervilliers. Faure quiere “reconstruir” un partido que ha quedado gravemente herido tras la victoria de Macron en mayo de 2017.
La propuesta de Faure obtuvo un 49,7% de votos entre los cerca de 40.000 militantes que acudieron a las urnas, de un total de 100.000 inscritos. Le Foll, un 25,9%. Los otros dos candidatos. Emmanuel Maurel y Luc Carvounas, lograron un 18,6% y un 6,1% respectivamente.
La baja participación refleja las dificultades del momento, pero es algo superior a lo que los organizadores consideraban el umbral de éxito —30.000 votantes— y puede permitir a los más optimistas albergar alguna esperanza de que el PS, el partido de los presidentes François Mitterrand y François Hollande, supere una de las peores crisis de su historia.
Un europeísta que cree en la división entre izquierda y derecha
Una de las claves el éxito o fracaso de Olivier Faure como primer secretario del PS france´s será si conseguirá rebatir la idea del presidente Emmanuel Macron según la cual la división entre izquierda y derecha ha quedado obsoleta.
Faure constata que Macron intenta definir el campo de debate como un enfrentamiento entre él y los extremos, entre los europeístas y los antieuropeístas. El socialista, que como su partido es europeísta, lo rechaza. “Compartimos la idea europea como muchas personas, incluido Emmanuel Macron. Pero la política que queremos en el ámbito europeo, como en el ámbito nacional, no tiene nada que ver”.
El huracán Macron ha dejado un partido en ruinas. El PS ha tenido que vender su sede histórica, un palacete en la calle Solferino. El candidato en las presidenciales del pasado mayo, Benoît Hamon, consiguió entonces un 6,4% de votos. Después abandonó el partido, igual que una de las principales figuras del PS en los últimos años, el exprimer ministro Manuel Valls. En la Asamblea Nacional, los socialistas pasaron de tener casi 300 diputados a una treintena.
Faure, presidente del grupo parlamentario desde diciembre de 2016, quiere ejercer “una oposición de izquierdas y responsable”, dijo hace unos días en una entrevista con EL PAÍS y los diarios del grupo LENA. “Y cada palabra cuenta”, añadió. “Oposición”, porque se enfrentará a las políticas de Macron que considera de derechas. "De izquierdas”, porque esta es la identidad del partido. Y "responsable”, porque lo suyo no es la oposición frontal y porque el PS ha sido siempre un partido con voluntad de gobierno y de ocupar una posición central en la sociedad francesa.
Faure es un moderado que lleva militando en el PS desde joven, donde comenzó en las filas del rocardismo —el contrapunto socialdemócrata al monarquismo republicano de Mitterrand— y ha trabajado con gabinetes ministeriales y en la sede de Solferino.
El problema puede ser la falta de espacio. A su izquierda, tiene La Francia Insumisa de Jean-Luc Mélenchon, lo más parecido en Francia a Podemos en España. A su derecha, tiene a Macron y su amplia coalición presidencial que abarca desde a exsocialistas hasta conservadores.
Faure cree que el PS pude recuperar a los electores que se han fugado a la izquierda y el centro. "Esta es nuestra historia, desde François Mitterrand a François Hollande: unir a personas diferentes, desde la izquierda de la izquierda hasta el centroizquierda", dijo Faure en la entrevista.
Hay un espacio amplio para el PS porque, según Faure, ahora que Francia tiene “un gobierno que no es de izquierdas”, el de Macron, y “una izquierda que no es de gobierno”, la de Mélenchon.
La teoría es que existe un votante de izquierda o centroizquierda al que Macron sedujo en mayo de 2017, y que hoy ha visto que sus políticas económicas y sociales son más propias de un presidente de centroderecha liberal —como lo habría sido Alain Juppé o lo fue el presidente Valéry Giscard D’Estaing en los años setenta— que del centroizquierda.
“Los franceses de izquierdas se fueron a dormir el 7 de mayo, noche de la elección de Emmanuel Macron, con la idea de que había elegido a un nuevo Pierre Mendès-France”, dice Faure, aludiendo a una figura casi mítica en ámbitos progresistas. “Pero, unos meses más tarde, se dieron cuenta, al despertarse, que habían elegido a Valéry Giscard D’Estaing”.
Faure ha ganado presentándose como puente entre las distintas sensibilidades del PS y con el respaldo de figuras como la alcaldesa de Lille y dirigente histórica del ala social, Martine Aubry, y del Jean-Marc Ayrault, que fue primer ministro con Hollande.
Hijo de un francés y una vietnamita, criado en Orleans, educado fuera de los circuitos de la altiva élite francesa, y diputado por el departamento de Seine-et-Marne, cerca de París, Faure aún cree que la izquierda puede y debe cambiar el mundo. Ahora tiene una misión más práctica: que el PS salga vivo del macronismo. Los viejos partidos —y sobre todo el suyo— han quedado tocados, pero no definitivamente muertos.
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