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Elecciones en Colombia

Iván Duque, entre el impulso y la sombra de Uribe

El candidato, puntero en las encuestas, promete un giro en la economía y una ruptura con el Gobierno de Santos

Francesco Manetto
Iván Duque, durante el acto de cierre de campaña en Bogotá.
Iván Duque, durante el acto de cierre de campaña en Bogotá.Fernando Vergara (AP)

La voz de Iván Duque retumbó el pasado domingo en el Parque El Tunal, en el sur de Bogotá, para prometer un giro en la economía, una ruptura con el Gobierno de Juan Manuel Santos y una lucha sin cuartel frente al chavismo. El candidato del Centro Democrático, favorito según las encuestas en las elecciones presidenciales que Colombia afronta mañana, empezó a hablar cuando Álvaro Uribe le cedió la palabra.

El expresidente, probablemente el político más popular del país, lleva semanas, meses —en realidad, años—, acompañando la carrera del aspirante. Su presencia constante en la campaña fue decisiva para impulsar la candidatura, que con un promedio del 37% de la intención de voto no debería tener dificultades para pasar a segunda vuelta. Sin embargo, al mismo tiempo, el respaldo de Uribe se convirtió en una especie de tutelaje, según sus críticos.

Duque no cuenta con experiencia de gestión, ya que el único cargo público que desempeñó fue el de senador, pero sí se ha empleado en demostrar que tiene iniciativa propia y tomó las riendas de su estrategia electoral a pesar de los vínculos con su padre político. Nacido en Bogotá en 1976, es abogado y trabajó en Washington como consejero del Banco Interamericano de Desarrollo (BID). En el último año superó los obstáculos internos de una larguísima precampaña y en marzo se impuso en primarias ante la exministra Marta Lucía Ramírez, su fórmula vicepresidencial, y el exprocurador Alejandro Ordóñez, representante de la derecha radical. Recibió el apoyo del Nobel de Literatura Mario Vargas Llosa y lidera una alianza de posiciones conservadoras sellada entre Uribe y el también exmandatario Andrés Pastrana.

Si se cumplen las previsiones de los estudios de opinión, Duque, hijo de un dirigente del Partido Liberal, competirá el 17 de mayo con el izquierdista Gustavo Petro, exalcalde de Bogotá. Sus proyectos de país están en las antípodas. El aspirante del Centro Democrático fue portavoz de la campaña del no en el plebiscito sobre los acuerdos de paz con las FARC. Su mentor es precisamente el principal detractor del proceso que llevó al desarme de la guerrilla más antigua de América y en las últimas dos legislaturas se convirtió en el mayor adversario del presiente Santos. Con todo, no es partidario de “hacer trizas” lo pactado como defienden los sectores más intransigentes de su coalición, aunque sí ha anunciado modificaciones importantes.

El discurso de Duque se ha centrado en un cambio del modelo económico bautizado como “economía naranja”, un paquete de medidas para el emprendimiento y la industria creativa. Se declara admirador del mandatario francés, Emmanuel Macron, del canadiense Justin Trudeau y del líder del partido español Ciudadanos, Albert Rivera. La última vez que fue interpelado por EL PAÍS sobre su relación con Uribe, que fue el senador más votado en las últimas legislativas, afirmó: “Trabajamos en equipo. Yo soy candidato a la presidencia. Estamos recorriendo el país juntos hablando de nuestras propuestas. Con el liderazgo del presidente Uribe en el Congreso, acompañándome como presidente de los colombianos sacaremos adelante la agenda de reformas del país”.

Confrontación ideológica

El aspirante uribista resumió su proyecto el pasado domingo. “Asumo el reto de recuperar la economía colombiana, eliminar el derroche, la corrupción y la evasión. Vamos a bajar impuestos y a subir los salarios de los trabajadores. Vamos a eliminar trámites. No quiero que el Estado siga viendo al que genera empleo como una vaca lechera. No podemos permitir que el Gobierno diseñe la política del campo con los verdugos de los campesinos”, enfatizó durante el cierre de campaña.

Duque se ha beneficiado, junto a Petro, del clima de confrontación ideológica que domina la campaña. Uno de los elementos de esa polarización es la deriva de Venezuela, un país que comparte con Colombia 2.200 kilómetros de frontera. “Trabajaré con todos los jefes de Estado del continente para que acabe la dictadura”, aseguró el exsenador, que hace un año presentó una denuncia contra Nicolás Maduro ante la Corte Penal Internacional de La Haya.

“Lo peor que le puede pasar a una sociedad es que algunos pretendan, con la tozudez ideológica, llegar con el dedo expropiador a decir esto sí o esto no, porque ya sabemos las consecuencias de ese modelo”, opina. “Pero tampoco podemos aceptar”, aclaró, “el continuismo de un Gobierno que hizo del derroche la base de su política económica”. La batalla de Duque entra ahora en la fase final. Contra los fantasmas de la izquierda y contra el proyecto encarnado por el Gobierno saliente.

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Sobre la firma

Francesco Manetto
Es editor de EL PAÍS América. Empezó a trabajar en EL PAÍS en 2006 tras cursar el Máster de Periodismo del diario. En Madrid se ha ocupado principalmente de información política y, como corresponsal en la Región Andina, se ha centrado en el posconflicto colombiano y en la crisis venezolana.

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