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Crisis de refugiados en Europa
Columna
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Ahora la excusa es Salvini

La incapacidad de Europa para gestionar el fenómeno migratorio utiliza el auge ultraderechista como pantalla de humo

Carlos Yárnoz
Matteo Salvini visita a las víctimas del derrumbe del puente en Génova, Italia.
Matteo Salvini visita a las víctimas del derrumbe del puente en Génova, Italia.EFE

La irrupción del neofascista Matteo Salvini sirve hoy a Europa como pantalla de humo que oculta su incapacidad para gestionar el fenómeno migratorio. La realidad, sin embargo, es que Merkel y Macron, los únicos que pueden lanzar un plan efectivo con opciones de éxito, arrastran los pies amedrentados por el auge ultraderechista en sus países a cuenta precisamente del debate migratorio. Con su tacticismo, ponen en peligro la propia supervivencia de la UE.

Ha quedado demostrado que el europeísta gesto de Merkel de acoger a un millón de migrantes en 2015 abrió una vía cortada en seco por las subidas electorales de los ultras de Alternativa para Alemania. Y que Macron, que basó su triunfo electoral en un valiente mensaje proeuropeo, renuncia a izar la bandera de la Europa de los derechos para no reforzar supuestamente a la neofascista Le Pen.

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Son los dos líderes del motor europeo, por tanto, quienes hacen dejación al no enarbolar ellos con valentía una doble baza europeísta: la defensa de un valor tan europeo como el respeto a los derechos humanos y la búsqueda de una solución comunitaria a un drama sin fin.

Por el contrario, queda ya claro que el decepcionante capítulo migratorio de la declaración de Meseberg suscrita por Merkel y Macron hace dos meses no tiene visos de aterrizar en nada. Pese a que ambos calificaron las migraciones como el primer “desafío existencial de la UE”, no solo no se ha producido avance alguno, sino que Europa -¡quién te ha visto y quién te ve!- asimila sin vergüenza que hasta la Agencia de Naciones Unidas para los Refugiados (ACNUR) le critique por dejar vagando por el Mediterráneo a migrantes en el Aquarius “mientras los Gobiernos compiten en ver quién asume menos responsabilidades”.

Exhibir como un espantapájaros a Salvini, como antes a la AfD, a Le Pen o los xenófobos Gobiernos del Este, se ha convertido en una táctica de buscar arreglitos puntuales, de dar patadas a seguir a un problema que ni Merkel ni Macron tienen la valentía de abordar en serio. Tras ellos, los demás mandatarios imitan al avestruz o, como el húngaro y el polaco, celebran ver triunfar su tesis de eliminar el reparto por cuotas.

España, la excepción europea con una población y un Gobierno solidarios con los refugiados, reclama hoy colaboración europea a la vez que se convierte en nuevo objetivo de los ultras. Por vez primera, se extiende una campaña de vídeos y fotos para presentar a los migrantes como delincuentes o terroristas. No conviene minusvalorarla. Salvini es precisamente un producto de la insolidaridad europea con Italia, cuya población fue manipulada tras años de recibir en solitario olas migratorias.

Todos saben que la crisis solo se atajará con una fórmula europea, comunitaria. Llegará. Pero si no llega pronto de la mano de los demócratas y europeístas, serán los xenófonos y neonazis quienes impongan la suya. Y eso ya no será Europa. En efecto, hay un reto existencial.

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Sobre la firma

Carlos Yárnoz
Llegó a EL PAÍS en 1983 y ha sido jefe de Política, subdirector, corresponsal en Bruselas y París y Defensor del lector entre 2019 y 2023. El periodismo y Europa son sus prioridades. Como es periodista, siempre ha defendido a los lectores.

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