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Guinea-Conakry encabeza las llegadas de migrantes a la UE y a España

Uno de cada diez arribados a territorio comunitario declara proceder de este país de bajos ingresos en África occidental

Naiara Galarraga Gortázar
Guineanos asisten a un desfile militar en Conacry para conmemorar la semana pasada el 60 aniversario de la independencia de Francia.
Guineanos asisten a un desfile militar en Conacry para conmemorar la semana pasada el 60 aniversario de la independencia de Francia.CELLOU BINANI (AFP)

A Guinea a menudo se le añade el nombre de su capital, Conakry, para distinguirla de las que sí llevan apellido, Guinea-Bisáu y Guinea Ecuatorial. Y es de allí, de Guinea a secas, de donde procede la mayoría de los migrantes que han llegado a Europa este 2018: uno de cada diez a nivel continental y casi uno de cada cuatro de los arribados a España, según las últimas cifras oficiales de la agencia de la ONU para los refugiados, Acnur. Ubicado en África occidental y con 12 millones de habitantes en la mitad de la superficie de España, está a la cola en el índice de desarrollo humano; es el 183 de 188, aunque es el segundo productor mundial y el primero en reservas de bauxita (aluminio), explica Jesús García-Luengos, del Grupo de Estudios Africanos de la Universidad Autónoma de Madrid.

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En lo que va de año han entrado a Europa en patera al menos 86.436 personas. Y al llegar a tierra firme, 8.762 de ellas declararon ser de Guinea-Conakry seguidos por Siria, Mali e Irak. Los guineanos llevan años en el pelotón de cabeza entre las nacionalidades más frecuentes de quienes cruzan el Mediterráneo, un listado que en 2017 encabezó Nigeria (con 200 millones de habitantes, y el acoso de los yihadistas de Boko Haram en el norte) y en 2016, Siria (devastada por una cruenta guerra civil). Entre las novedades de los últimos meses destaca el fuerte descenso de las llegadas a Italia, que este julio fue sustituida por España como la principal puerta migratoria. Y entre estos últimos, destacan los guineanos: la inmensa mayoría (90%) de los que entraron a Europa lo hizo por las costas españolas, algo que no había ocurrido en años anteriores. España sí es destino tradicional para los que abandonan otros países de África Occidental como Senegal o Costa de Marfil pero no tanto de Guinea.

Las principales nacionalidades de los que entran irregularmente a Europa son cambiantes, varían con el tiempo por múltiples factores, incluidos conflictos, crisis y catástrofes naturales en los países de origen y tránsito. A veces también cambian porque los traficantes o la vigilancia cierran unas rutas que dan paso a otras nuevas. A veces son cambios coyunturales, a veces se consolidan.

El aumento de guineanos en bruto y en proporción en la ruta española en 2018 ha coincidido con una drástica disminución en la italiana pero la Organización Internacional para las Migraciones (OIM) advierte contra la tentación de establecer una relación directa en el flujo general y de los guineanos en particular. “Los que están llegando ahora a España salieron hace siete u ocho meses, antes de que se cerrara la ruta de Libia a Italia”, explica Flavio di Giacomo, portavoz de la oficina de coordinación para el Mediterráneo de la OIM. Los que llegaron hasta Libia y se han topado con que la mayoría de los que zarpan hacia Europa son interceptados y devueltos siguen atrapados en el país. Desandar el camino no es la opción preferida. Este organismo de la ONU recalca que cuando aumenta el tránsito en una ruta suele obedecer a un conjunto de factores, no a un solo.

García-Luengos explica que es un país con “un régimen muy autoritario, con altos niveles de represión y corrupción, una extrema fragilidad institucional, instrumentalización de las identidades étnicas por parte del poder y una oposición política muy fragmentada”. Las huelgas y protestas han sido frecuentes este año, añade el investigador.

Lo que indican los balances del último trienio recopilados por Acnur es que vienen menos guineanos al continente pero en los últimos meses prefieren hacerlo por España. Fue la ruta elegida por el 6% de los 14.000 llegados en 2016, el 33% de los 12.000 del año siguiente y el 90% de los 8.762 desde enero hasta finales de septiembre, según los datos de Acnur. Es una tendencia que se observa en otros países de África occidental como Costa de Marfil o Gambia, destaca la OIM.

Zakaria Camara, un guineano que llegó en patera a Lanzarote (España) en 2002, que hace años logró la residencia legal y tiene trabajo, afirma que la proliferación de guineanos quizá obedece a una relajación de los controles fronterizos en África y a un posible tráfico de pasaportes falsos. “La corrupción hace que conseguir un pasaporte guineano sea muy fácil” para nigerianos o malienses con medios económicos porque en sus países “los trámites son más complicados”. Insiste en que sus compatriotas emigran para prosperar, “por un futuro mejor”.

De todos modos, el principal destino de los emigrantes guineanos no es Europa, sino África: cuatro de cada cinco se queda en la región, según un perfil migratorio elaborado por un órgano de la Comisión Europea hace un año. En línea con los países vecinos, la mediana de edad es de 18,5 años, según ese documento, que incluye datos como que es un país de bajos ingresos con una renta per cápita de 2.110 dólares, donde un tercio de la población vive con menos de 1,9 dólares al día. En 2016, la ayuda exterior a Guinea supuso el 1,7% del PIB, dos décimas más que las remesas que envían desde el extranjero los emigrantes (1,5% del PIB). Un 16% de los niños sufre malnutrición y tercio de los adultos son analfabetos.

Di Giacomo, de la OIM, recalca que, aunque el aumento de llegadas irregulares a España “es relevante” y los más de 40.000 arribados al país desde enero “son cifras importantes, suponen una pequeña consecuencia de los movimientos de personas en el mundo”. Detalla que 600.000 arribados a Italia en el periodo 2014-2017 equivalen al 1% de la población. Unas cifras que los partidos antiinmigrantes europeos sobredimensionan sistemáticamente para agitar un miedo que cala cada vez más entre el electorado.

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Sobre la firma

Naiara Galarraga Gortázar
Es corresponsal de EL PAÍS en Brasil. Antes fue subjefa de la sección de Internacional, corresponsal de Migraciones, y enviada especial. Trabajó en las redacciones de Madrid, Bilbao y México. En un intervalo de su carrera en el diario, fue corresponsal en Jerusalén para Cuatro/CNN+. Es licenciada y máster en Periodismo (EL PAÍS/UAM).

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