May y Corbyn se imponen líneas rojas que alejan un consenso en torno al Brexit
La primera ministra se ha comprometido a presentar el próximo lunes una nueva hoja de ruta para la salida de Reino Unido de la UE
Theresa May se aferra a los “principios” de su acuerdo del Brexit, pese al descomunal rechazo que sufrió el martes en el Parlamento, y Jeremy Corbyn impone sus propias condiciones antes de aceptar una reunión con la primera ministra. Conclusión: la jefa de Gobierno y el líder de la oposición solo se han cruzado entre ellos duros descalificativos y el reloj avanza. May se ha comprometido a presentar este lunes una nueva hoja de ruta y ha fijado para el 29 de enero la votación de una nueva solución que nadie sabe aún en qué consiste.
Tanto la primera ministra como el líder de la oposición están más empeñados en defender sus respectivas estrategias que en buscar el mínimo terreno común que permita a Reino Unido salir del laberinto del Brexit.
May ha mantenido conversaciones con el Partido Verde, con los unionistas norirlandeses del DUP, los nacionalistas escoceses del SNP, los liberales demócratas y con líderes euroescépticos de su propio partido. Excepto estos últimos, el resto ha aireado su frustración ante las líneas rojas que marcó Downing Street desde un primer momento: no a formar parte de una unión aduanera, no a la posible extensión del artículo 50 (para evitar el plazo fijado del 29 de marzo para salir de la UE), no a un segundo referéndum, y, sobre todo, no a la exigencia reclamada por todos ellos de que el Gobierno británico descarte de antemano la posibilidad de un Brexit sin acuerdo. Esto es, a las bravas, sin periodo transitorio ni cláusulas de adaptación.
“Le he rogado una y otra vez que excluya la posibilidad de un Brexit sin acuerdo, porque creo que es algo que anula por completo el valor de estas conversaciones, ya que todos sabemos que allí delante está el precipicio”, ha explicado Caroline Lucas, la portavoz del Partido Verde, quien ha sido la primera en cruzar palabra este jueves con la primera ministra.
A pesar de que se trata del único punto que genera un respaldo mayoritario en la Cámara de los Comunes, y es un resultado que el propio Ejecutivo británico no desea —su ministro de Economía, Philip Hammond, llegó a asegurar este miércoles en videoconferencia a los líderes empresariales que nunca ocurriría, según el diario The Times—, May se resiste a descartar la posibilidad de que Reino Unido salga de la UE sin ningún tipo de acuerdo en la fecha fijada. Es un modo de guardarse una baza de presión, de cara a Bruselas, pero también a sus propios diputados, quienes pueden comenzar a entrar en pánico cuando se acerque el 29 de marzo.
Esa es también la condición impuesta por el líder del Partido Laborista, Jeremy Corbyn, para acceder a reunirse con May. Dispuesto a ganar tiempo y reponerse de la derrota sufrida por su moción de censura del miércoles, el jefe de la oposición evita hablar de un segundo referéndum —como le reclama una gran parte de su partido— y se aferra a la exigencia de que el Gobierno descarte oficialmente la caída al abismo. “Con la posibilidad de un Brexit sin acuerdo sobre la mesa, la primera ministra se dispone a emprender conversaciones falsas con el propósito de que el reloj avance, y poder así chantajear a los diputados para que respalden su acuerdo chapucero en una segunda votación, y amenazar así a todo el país con el caos que supondría un Brexit a las bravas”, dijo este jueves Corbyn en la localidad de Hastings. El líder laborista esconde con este órdago su propia estrategia. Sabe que entre sus diputados es aún mayor el miedo a una salida dura de la UE, y cree que solo descartando esta posibilidad mantendrá la cohesión en su grupo parlamentario.
Disensiones en el laborismo
El laborismo, sin embargo, empieza a hacer aguas. La débil intervención de Corbyn en el debate de la moción ha dado alas a la rebeldía. Un grupo de diputados relevantes ha ignorado la orden de su líder de no tener contacto con Downing Street. Con la excusa de que son presidentes de diversos comités de la Cámara de los Comunes, Yvete Cooper, Hilary Benn, Stephen Kinnock, John Mann o Ben Bradshaw se dejaron ver este jueves a su llegada a los distintos edificios ministeriales.
May comparte el esfuerzo de esta ronda de contactos con dos de los miembros con más peso de su Gobierno, David Lidington y Michael Gove, y fueron ellos los encargados de recibir a los laboristas disidentes.
Hasta el ex primer ministro, Tony Blair, ha intervenido en la polémica para reprochar a Corbyn, en una entrevista con la BBC, que no acudiera a la llamada de la primera ministra en una situación de crisis.
A pesar de la firmeza con que el Gobierno de May aparenta defender su postura, las filtraciones de las múltiples reuniones de trabajo que se han producido en las últimas horas indican que el equipo de la primera ministra está estudiando todas las opciones. Desde la extensión del artículo 50 a las dificultades legales que entrañaría un nuevo referéndum. La portavoz de los nacionalistas galeses del Plaid Cymru (Partido de Gales), Liz Saville-Roberts, desveló a Sky News, a la salida de su encuentro con May, que Downing Street calcula que sería necesario al menos un año para los preparativos de una nueva consulta a la ciudadanía.
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