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Opinión
Texto en el que el autor aboga por ideas y saca conclusiones basadas en su interpretación de hechos y datos

Argelia: un auténtico falso golpe de Estado

El jefe del Estado Mayor ha dado la razón a los millones de manifestantes argelinos contra Buteflika, pero les roba su victoria

Kamel Daoud
El jefe del Ejército argelino, Gaid Salah, en un acto en Argelia en junio de 2012.
El jefe del Ejército argelino, Gaid Salah, en un acto en Argelia en junio de 2012.STRINGER (EFE)

¿Ha habido un golpe de Estado militar en Argelia? Visto desde lejos, sí: la destitución de Buteflika la ha decidido un jefe del Estado Mayor del Ejército, tras unas manifestaciones de una magnitud inédita en Argelia. Visto desde cerca, el caso argelino resulta ser, una vez más, algo singular, al igual que su primavera, pacífica en comparación con las demás primaveras árabes.

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¿Qué ha pasado? Después de más de cinco semanas de levantamiento popular contra un inverosímil quinto mandato de un presidente enfermo, mudo, invisible y sustituido por una foto y por miembros de su familia, la situación argelina ha quedado bloqueada. La familia Buteflika y sus partidarios, incapaces de encontrar una salida de emergencia, de formar un Gobierno, de negociar una renuncia o de acabar con la revuelta, han preferido al final guardar silencio. Desde hace un mes, la escena política argelina se ha convertido en una escena surrealista: cada viernes, millones de personas se manifiestan y los demás días de la semana se vuelve a la rutina, pero con un régimen que ya no le dice nada a nadie. Todo estaba paralizado a la espera de la decisión de marcharse que no llegaba. Buteflika, destituido en 1980 tras la muerte de su mentor, el expresidente Huari Bumediene, ya conocía la desgracia, la desposesión, los ataques contra su familia, las campañas de la prensa y los juicios punitivos. Se acordará de todo eso, así como sus dos hermanos y su hermana. Pero hasta hoy, incluso con una aplastante mayoría que los rechaza, habían resistido.

La situación no tenía salida y, lentamente, las miradas se volvieron hacia el Ejército, el árbitro tradicional en los conflictos políticos en Argelia desde el nacimiento del país. El Ejército tenía la costumbre de nombrar, echar y pedir la renuncia a los presidentes, pero algo que en la tradición de la década de 1970 podía resolverse con un golpe y un “levantamiento revolucionario”, ya no era posible ahora. El jefe del Ejército es uno de los más fieles a Buteflika. Según la leyenda de Argel, este último salvó supuestamente a este general de la desgracia decidida por sus pares y le nombró para dirigirlos. La táctica de Buteflika consistía en debilitar al club de los generales argelinos, que decidían quiénes eran los presidentes. Y lo había logrado casi, hasta el pasado 26 de marzo.

Gaid Salah, la máxima autoridad militar, era fiel a la familia por su edad, por reconocimiento y por desconfianza hacia los servicios secretos argelinos, a los que contribuyó a debilitar y a poner de nuevo bajo la batuta de la presidencia. El general Gaid Salah es un hombre de poca cultura política al que, como excombatiente, le gustaba reivindicar la epopeya de la guerra de liberación argelina y sus valores de fraternidad y de fidelidad.

Lo que sucede es que la situación se ha vuelto insostenible desde hace más de un mes. La calle rechazaba las reformas y las promesas, el Ejército no podía o no quería reprimir, la policía a la que Buteflika había favorecido estaba salpicada por un inmenso escándalo de tráfico de cocaína descubierto en 2018 y la oposición argelina tenía muy poco crédito.

De modo que, el 26 de marzo, al finalizar el día, el fiel general decidió el final de su amigo. ¿Una solución a la egipcia con un Al Sisi como sustituto para poner fin al recreo democrático? No exactamente. El Ejército argelino no ha empleado la violencia como el generalísimo egipcio y no se ha enfrentado a la legalidad, sino que su jefe se ha limitado a sugerir al Consejo Constitucional (un órgano soberano con grandes fieles a la familia Buteflika) que aplique un artículo de la ley fundamental. Este artículo establece que la presidencia queda vacante si se declara que el presidente no es apto. Eso abre la posibilidad de que se celebren elecciones presidenciales en unos meses. El jefe del Ejército no se hace con el poder, no se convierte en presidente, no impone nada. Por tanto, técnicamente, no es un golpe de Estado.

Pero sí lo es, ya que si el general ha intervenido como árbitro es porque el Ejército es el poder en Argelia, y da la razón, mediante un consejo, a los millones de manifestantes argelinos, pero les roba su victoria. De ellos extraemos tres conclusiones. La primera es que Buteflika, que quería debilitar a los generales, ha acabado por depender de un solo general. La segunda es que el régimen sacrifica a Buteflika y a su familia, pero sigue controlando los aparatos que lo sostienen: los partidos, los sindicatos y los ministerios. “Dentro de unos meses, tendremos el mismo régimen, pero con otros nombres”, deduce un internauta. Y la tercera es que todo es posible todavía y las manifestaciones del próximo viernes darán la respuesta al general.

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