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Cien días para sentar las bases de cinco años

El nuevo equipo prepara su estrategia para afrontar el cambio climático, las migraciones y el desafío tecnológico

Lluís Pellicer
Christine Lagarde, Ursula von der Leyen, Charles Michel y David Sassoli, el domingo en Bruselas.
Christine Lagarde, Ursula von der Leyen, Charles Michel y David Sassoli, el domingo en Bruselas.JULIEN WARNAND (EFE)

El nuevo Ejecutivo de Ursula von der Leyen quiere recuperar el espíritu del periodo de gracia que instauró en 1933 Frankin D. Roosevelt. Bruselas ambiciona pertrechar en sus 100 primeros días de trabajo un New Deal que ponga a Europa en la vanguardia en la lucha contra la emergencia climática. Pero también es el plazo que se ha dado para poner las bases para los próximos cinco años en varias áreas clave para una Comisión que revindica su carácter “geoestratégico”: agenda digital, migraciones, las sacrosantas reglas fiscales o defensa.

Esas iniciativas, no obstante, deberán enfrentarse a una Eurocámara fragmentada que hasta ahora ha exhibido un elevado nivel de exigencia con la Comisión y a un Consejo que en las últimas semanas se ha mostrado incapaz de hallar una posición común en el cambio climático o la política de ampliación. Estas son las principales iniciativas que llegarán a su mesa en los próximos meses:

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Cambio climático. El New Green Deal, que liderará el vicepresidente Frans Timmermans, está llamado a ser el buque insignia de la nueva Comisión. Bruselas quiere desplegar un plan para que en 2050 la UE pueda prescindir de los combustibles fósiles. Ello supone modificar los objetivos a medio plazo. Con todas las iniciativas aprobadas, la UE podría reducir las emisiones en hasta un 45% en 2030. Von der Leyen propuso elevar el listón hasta entre el 50% y el 55%. Esa rebaja extra no es sencilla. La meta actual es el resultado de un complejo equilibrio entre los países del norte y el sur, que quieren ir más allá, y el Este, que piden más tiempo para no dañar a unas economías muy dependientes de los combustibles fósiles.

Polonia, Hungría, la República Checa y Estonia impidieron que el Consejo Europeo fijara 2050 como punto y final de las emisiones de dióxido de carbono. Para convencerlos, la UE está dispuesta a poner dinero sobre la mesa. El Banco Europeo de Inversiones de momento ha aprobado movilizar dos billones de euros para ese tipo de inversiones. Además, Bruselas acompañará el plan con un fondo de 5.000 millones para compensar a las regiones mineras.

El investigador de Bruegel Grégory Claeys aboga por avanzar en dos pilares. El primero consiste en reforzar el sistema de comercio de emisiones fijando un precio significativo del carbono para todos los sectores y aumentando el precio de las emisiones que no estén cubiertas por ese mecanismo. Pero la UE no puede arriesgarse a que esa transición provoque nuevas tensiones sociales, como las que lideraron los chalecos amarillos en Francia. “Debe haber una segunda pata. Para una transición se debe invertir, por ejemplo, en transporte público, para que no perjudique a las clases bajas”, advierte.

Agenda digital. La vicepresidenta Margrethe Vestager se ha dado 100 días para trazar un plan para fijar una estrategia en inteligencia artificial que también aborde el uso de los datos en las innovaciones. Europa se ha quedado descolgada en la industria tecnológica, dominada por grandes corporaciones norteamericanas y en la que las compañías asiáticas pugnan por hacerse con el mercado de las telecomunicaciones. Pero la Comisión cree que el continente todavía está tiempo de dar la batalla en el ámbito industrial.

Una de las tareas más ambiciosas será recuperar la “soberanía” en el ámbito de los datos, como anhelan París y Berlín. Según un estudio del think tank CEPS, el 92% de los datos están en manos de empresas norteamericanas. No solo se trata de la información que han logrado redes sociales como Facebook, que está bajo la lupa de Bruselas por si puede lograr una posición de mercado aún más asboluta con su proyecto de moneda digital. También se trata de las nubes en las que se almacenan datos sensibles de compañías y organismos europeos.

Migración. Los departamentos coordinados por el vicepresidente Margaritis Schinas aspiran a sentar las bases de una política europea de asilo y migración para superar el infructuoso debate de las cuotas. Aun así, el nuevo equipo de Von der Leyen es consciente de la fractura existente entre los países miembros, por lo que no presentará ninguna iniciativa antes de asegurarse el apoyo de las capitales. La Comisión quiere abordar el reto migratorio mediante un paquete con medidas que responden a las demandas de varias capitales, entre otras, una reforma del reglamento de Dublín, acuerdos con países de origen y tránsito, un programa de retornos o el refuerzo de los controles de fronteras.

Defensa. “Europa debe aprender el lenguaje del poder”, afirmó recientemente Von der Leyen. La presidenta se propone crear una “Unión Europea de la Defensa”, para lo que contará con 13.000 millones de euros entre 2021 y 2027 para innovación y desarrollo en esa área, que comandará el francés Thierry Breton.

El director ejecutivo de CEPS, Karel Lannoo, recuerda que ahora “todo el gasto en defensa se produce a nivel nacional”, impidiendo cualquier “capacidad de escalar” ni de “coordinación” a nivel comunitario. “Europa necesita una estructura para ejercer un poder del que ahora no es capaz”, sostiene. Desmarcándose del presidente francés, Emmanuel Macron, Von der Leyen defiende que el proyecto de defensa europeo será siempre complementario en la OTAN. Pero Bruselas sí cree que hay desafíos —como ciberataques o amenazas híbridas— cuyas respuestas Europa debería poder hallar por si sola.

Estado de derecho. Las instituciones han activado el artículo 7 para los casos de Polonia, a iniciativa de la Comisión, y Hungría, a instancias del Parlamento. Sin embargo, los procedimientos permanecen paralizados. Los departamentos de la checa Vera Jourová y el belga Didier Reynders estudiarán cambios que permitan evitar, de forma más efectiva, que los socios de la UE emprendan reformas que socaven el Estado de derecho. Una de las vías que se barajan es la congelación de fondos estructurales.

Reynders también deberá culminar en breve la evaluación sobre el funcionamiento de las euroordenes. A partir de ahí, podría estudiarse su reforma, aunque Bruselas es más partidaria de realizar mejoras puntuales en lugar de abrir un melón que podría llevar a una menor cooperación.

La difícil revisión de las reglas fiscales

Bruselas hará este mes una evaluación sobre las estrictas normas fiscales que deben seguir los países, las llamadas two pack y six pack. A partir de ahí, deberá decidir si quiere abrir la caja de los truenos y afrontar una reforma de las reglas. Los países coinciden en la complejidad del actual marco, pero a la hora de plantear reformas no hay acuerdo: el sur, encabezado por Italia, demanda más flexibilidad, mientras que el norte quiere sanciones inmediatas si hay incumplimiento.

La UE también debe seguir con la reforma del euro. Los países de la moneda única afrontarán esta semana un Eurogrupo clave —y complejo— para seguir con la integración fiscal y bancaria. Para los próximos cinco años, Von der Leyen ha puesto encima de la mesa nuevos instrumentos, como el fondo de desempleo comunitario.

Ese nuevo mecanismo levanta ampollas en el norte y suscita entusiasmo en el sur. España y Francia, de hecho, han presentado este año una propuesta para su diseño. Pero la situación en la que ha quedado uno de sus defensores, el vicecanciller alemán Olaf Scholz, podría poner en jaque ese nuevo impulso al proceso de integración fiscal en plena desaceleración.

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Sobre la firma

Lluís Pellicer
Es jefe de sección de Nacional de EL PAÍS. Antes fue jefe de Economía, corresponsal en Bruselas y redactor en Barcelona. Ha cubierto la crisis inmobiliaria de 2008, las reuniones del BCE y las cumbres del FMI. Licenciado en Periodismo por la Universitat Autònoma de Barcelona, ha cursado el programa de desarrollo directivo de IESE.

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