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“El PCC compró fincas para producir marihuana en Paraguay y cocaína en Bolivia”

El fiscal brasileño revela la expansión internacional de la mayor organización criminal de América Latina

Naiara Galarraga Gortázar
El fiscal Lincoln Gakiya, al frente de la lucha contra el PCC, durante la entrevista con EL PAÍS.
El fiscal Lincoln Gakiya, al frente de la lucha contra el PCC, durante la entrevista con EL PAÍS.RAONI MADDALENA

El brasileño Lincoln Gakiya (Presidente Prudente, 1966) cuenta que se hizo fiscal porque, desde niño, las películas de juicios con jurado le fascinaban. “Era mi sueño”, dice el hombre que está al frente de la lucha judicial contra el Primer Comando de la Capital (PCC), la organización criminal más poderosa de Sudamérica, nacida en una prisión brasileña en 1993. Un grupo con peculiares rituales secretos —del bautismo a la prohibición de matar sin permiso— que ejerce su dominio en decenas de prisiones y barriadas de Brasil. Gakiya habla en esta entrevista realizada en la sede de la Fiscalía de São Paulo, en los últimos días antes de la pandemia, sobre las actividades del PCC, su expansión internacional para traficar drogas, la decisión de dispersar a la cúpula y las amenazas de muerte que sufre desde 2004. Gakiya respondió recientemente a un par de preguntas más.

Pregunta. ¿Puede la cúpula del PCC dirigir el grupo desde la cárcel? ¿Incluso si están aislados?

Respuesta. Mandé a Marcola (Marcos Williams Herbas Camacho, considerado el líder) cuatro veces al régimen de aislamiento. Estaba un año y salía más fortalecido. El preso aislado no tiene derecho a visitas íntimas, pero sí a la visita semanal de la familia y los abogados. Estos se encontraban después con familiares de otros dirigentes presos, intercambiaban informaciones y empezamos a entender que era necesario el aislamiento geográfico. Solicité que Marcola y otros 21 presos fueran a cárceles federales para que, además de estar 22 horas al día encerrados, estuvieran aislados entre sí. Eso dificulta aquellas decisiones colegiadas que eran tomadas en las penitenciarías. Es un gran avance.

P. ¿Por qué empezó usted a investigar el PCC?

R. Era fiscal en la comarca de Presidente Venceslao (en el estado de São Paulo) cuando surgieron las primeras noticias de líderes del PCC en la región. En 2004 procesé a algunos, pedí que fueran aislados y uno de ellos ordenó que me mataran. La Fiscalía me envió 15 días de permiso a casa. Mi mujer acababa de dar a luz. Al volver, quise saber cómo, dónde y por qué querían matarme. ¿Necesitan permiso de los líderes? Así inicié las investigaciones.

P. El último plan para matarlo descubierto es de diciembre.

R. El último revelado… Existe una orden de la cúpula del PCC para que me maten. Acabé siendo el único responsable del traslado a principios de 2019 de los líderes al sistema penitenciario federal. Era una cuestión de seguridad porque había un plan inminente de rescate. Hubo un acuerdo inicial para que la petición fuera colectiva, pero coincidió con una época de transición política muy difícil y me vi compelido a hacerlo solo. Para el PCC quedó como una cosa personal. Y eso es malo.

P. ¿Cuál es ahora el principal negocio del grupo?

R. El tráfico de drogas. Todavía venden más dentro de Brasil, pero el tráfico a Europa es un camino sin retorno porque es un lucro fantástico con poco riesgo. El PCC la vende allí por 25.000-30.000 euros un kilo, dependiendo de el país, cuando aquí haría 12.000 reales (2.200 euros). Y si el container es incautado, pierden la droga pero normalmente nadie es detenido. El PCC lleva la droga hasta los puertos, a partir de allí (distribuirla) es responsabilidad de sus socios, la mafia italianas, nigerianas, serbias o yugoslavas. La mafia se queda el 40% de la droga y pagan el resto en euros al precio de venta.

P. ¿Ya blanquean dinero?

R. Hasta hace poco lo guardaban o enterraban y a veces les robaban o era incautado. Al entrar en el tráfico internacional, empezó a recibir el dinero en Europa. Primero, lo transportaban en avión, en barco, pero el volumen de billetes hizo imposible transportarlo. Ese dinero no transita de manera física, sino a través de sistemas usados en Lava Jato por los cambiadores de dinero y disponen de él en Perú, Paraguay, Colombia, Bolivia… países productores de droga. Sabemos que el PCC ha comprado propiedades de producción de marihuana en Paraguay, de producción de cocaína en Bolivia. No sabemos si está siendo blanqueado allí porque ese dinero limpio no ha regresado todavía.

P. ¿En qué países tiene presencia?

R. En todos los de América del Sur. Tiene algunos miembros en EE UU, en Portugal y en España. Incluso presos; normalmente brasileños aunque ya hubo noticias de españoles implicados en la logística del tráfico. En Holanda… en Inglaterra, tenemos hasta hijos de líderes. El sobrino de Marcola vivía en Londres hasta hace poco. Marcola tiene una hija viviendo en Australia, estudia allí ingeniería si no me engaño.

P. ¿Están los hijos implicados?

R. No tengo noticia de que tengan algún negocio ilícito. Sobreviven como los hijos de Escobar, con lo que los padres acumularon con el crimen. El hermano de Marcola tiene una hija viviendo en Milán. En Europa es aún incipiente, son pocos miembros. En América del Sur ya son bastantes. Mire la fuga de la cárcel de Paraguay.

P. ¿Eso fue organizado por el PCC como organización o por algún miembro?

R. Por integrantes, no fue una orden de la cúpula. Pero es una preocupación muy grande porque tenemos un número muy grande de paraguayos bautizados en el PCC.

P. En Brasil se dice mucho que las cárceles son lugares de reclutamiento para las organizaciones criminales, que cuando entran se les pregunta con qué grupo quieren ir. ¿Es así?

R. Desgraciadamente, sí. El primer factor de crecimiento de cualquier facción criminal es la ausencia del Estado. El PCC solo existe y se fortaleció por la ausencia del Estado. Primero en las cárceles y después se extendió a las calles, supliendo las deficiencias del Estado. El 85% de las prisiones de São Paulo están dominadas por el PCC. Solo entras si eres del PCC o simpatizante. Si eres del Comando Vermelho (el gran grupo criminal de Río) no entras porque te van a matar. El preso que entra por primera vez va a ser cooptado. Alguien se va a acercar a él y le dirá, ‘quédate tranquilo, nadie va a abusar sexualmente de ti, ni de tu esposa. Si necesitas hablar por teléfono ve allí al fondo, di que yo te mandé, si necesitas pasta de dientes… puedes pedir, que te damos’. Y así la persona se siente protegida, está con la mayoría.

P. Muchas reglas y un sistema muy organizado.

R. Es como una jerarquía militar pero más riguroso, el castigo es la muerte. Acaban poniendo orden en el caos. Cuando cierras la puerta de una celda, hay 50-60 presos, no sirve llamar a los guardas. Y aprovechan esa situación para conseguir sus objetivos.

P. ¿Cuántos calcula que suman los bautizados?

R. Unos 35.000.

P. Pero el poder del PCC va más allá, ¿sobre cuánta gente tiene autoridad?

R. Es imposible saberlo. Prácticamente todo el tráfico de droga del estado de São Paulo es del PCC o permitido por el PCC y eso hace que necesiten una red de aproximación a las barriadas. Principalmente zonas necesitadas, que es donde se venden las drogas. La gente de Jardims (un barrio rico) va a comprar en la vera de la favela. Eso ocurre en Rio y en el mundo entero. Como quieren a la policía lejos, se aproximan a través de líderes que crecieron allí, financian eventos para dar una diversión que el Estado no da. Esa gente no tiene cómo venir aquí, a Paulista, a divertirse. Algunos de esos bailes funk son financiados por el PCC, distribuye regalos el Día de la Madre, juguetes en el Día del Niño. Es pan y circo.

P. ¿Son entonces un factor clave en la enorme caída de los asesinatos en São Paulo en este siglo?

R. Discrepo. Pueden ser un factor en determinadas comunidades donde actúan, pero perpetran los homicidios fuera de esas regiones. No veo correcto considerar que, como ellos pacificaron ciertas regiones carentes, son los responsables, y no el Estado, de la disminución de los asesinatos.

P. ¿Cuánto dinero calcula que mueven anualmente?

R. Cuando colocaban unos 500 kilos al mes de coca en Europa, una tonelada máximo, la facturación era en torno a 100 millones de dólares. Ahora, con el tráfico internacional, la tendencia es que se multiplique por diez, pero no tenemos una aprensión de documentos que lo retrate.

P. ¿Cuál es la manera más eficaz de combatir el PCC?

R. Es una respuesta difícil. El primer paso, el aislamiento, ya fue dado. Con 35.000 miembros, todos los engranajes están bien aceitados, los negocios cotidianos siguen. Pero las cuestiones estratégicas, motines, ataques… eso ha resultado perjudicado porque el sujeto que está en libertad no tiene autonomía para tomar esa decisión. Esperamos que con la dispersión surjan otros líderes que aspiren al poder y haya una disputa interna. Todas las mafias implosionaron.

P. El PCC ya tuvo su guerra interna.

R. Sí, y ¿qué hizo Marcola? Lo pacificó, se convirtió en un líder y se trajo a todas las personas de su confianza, lo consideran su padrino. Deciden con él en la Sintonía Final (el máximo órgano), funcionan como una hermandad.

P. ¿Cuántos son?

R. En la Sintonía Final, ocho. Mandamos al primer, el segundo y el tercer nivel (de dirigentes) a prisiones federales. Fue un gran golpe, los sorprendimos.

R. ¿Con qué otras medidas les combate?

R. Tenemos que identificar a los líderes callejeros que pueden tomar decisiones estratégicas y detenerlos para crear un vacío de poder y una disputa por el liderazgo. Es importante porque hace que ellos pierdan el foco y nosotros avancemos en el combate. Y lo más importante es cortar el flujo de dinero. No hablo de extinguirlo porque el PCC no acabará con el fin de Marcola y esos 22 líderes. Va a seguir existiendo como las demás mafias, pero esa generación va a acabar.

P. Parece una organización bastante horizontal.

R. No. Tiene una base, pero el PCC es una pirámide. Tenemos que lograr que no les compense estar en la cúpula del PCC. Que digan: ‘Voy a acabar aislado, voy a perder la familia, me van a robar los negocios de la calle y voy a perder el poder porque no puedo estar muchos años aislado y mantener el respeto de la calle’. El PCC es bueno para la cúpula. Son millonarios, tiene hijos viviendo en Europa, las esposas les van a visitar en avión, tienen abogados carísimos.

P. ¿Cómo afecta la pandemia a la banda?

R. Afecta, como a los negocios lícitos e ilícitos de todo el mundo. Estamos con las fronteras cerradas, los puertos y los aeropuertos están al mínimo, eso le ha afectado bastante. En la parte interna, el PCC aún tiene mucha droga almacenada aquí en el estado de São Paulo. Pero esas biqueiras (puntos de venta) tuvieron una caída muy grande compradores, hay cuarentena, han cerrado barres y locales. Pero creo que será temporal.

P. ¿Cómo es posible que Marcola compareciera en una comisión parlamentaria de investigación en 2006?

R. Las incongruencias de Brasil. No solo eso, en su día fue traído a São Paulo en avión para ser escuchado por altos cargos, por policías. Hoy en el sistema federal es tratado como cualquier recluso, tiene que someterse a revista.

P. Son cárceles mucho mejores que las estatales

R. Marcola no estaba mal, compartía celda con una persona. En (la cárcel de) Presidente Venceslao los presos más peligrosos están solos o con otro. No están como aquí, en São Paulo, compartiendo celda con 30, 40, 50 presos durmiendo en el suelo. Por eso no quería salir de allá.

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Sobre la firma

Naiara Galarraga Gortázar
Es corresponsal de EL PAÍS en Brasil. Antes fue subjefa de la sección de Internacional, corresponsal de Migraciones, y enviada especial. Trabajó en las redacciones de Madrid, Bilbao y México. En un intervalo de su carrera en el diario, fue corresponsal en Jerusalén para Cuatro/CNN+. Es licenciada y máster en Periodismo (EL PAÍS/UAM).

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