Lula da Silva: “No guardo rencor, lo que tengo es sed de justicia”
El expresidente de Brasil exige en una entrevista que se anulen sus condenas y se le permita recuperar sus derechos políticos mientras acusa a Bolsonaro de bendecir a la extrema derecha
El expresidente Luiz Inácio Lula da Silva (Garanhuns, 75 años) se presenta a la entrevista por videoconferencia con evidente tranquilidad. Elegante con un traje que le regaló el expresidente de Bolivia Evo Morales, dice que no siente rencor por haber estado en la cárcel entre abril de 2018 y noviembre de 2019, condenado por corrupción por la compra de un triplex en un balneario de São Paulo, una operación que la justicia vincula a los sobornos desta...
El expresidente Luiz Inácio Lula da Silva (Garanhuns, 75 años) se presenta a la entrevista por videoconferencia con evidente tranquilidad. Elegante con un traje que le regaló el expresidente de Bolivia Evo Morales, dice que no siente rencor por haber estado en la cárcel entre abril de 2018 y noviembre de 2019, condenado por corrupción por la compra de un triplex en un balneario de São Paulo, una operación que la justicia vincula a los sobornos destapados por la Operación Lava Jato. Tiene, además, otra condena por una parcela en los alrededores de São Paulo. El dirigente deja claro, sin embargo, que anular sus condenas y recuperar sus derechos políticos siguen entre las prioridades de su agenda.
Pese a todo, es el Lula de siempre, llama a sus interlocutores por su nombre, y mantiene la memoria fresca de sus años en la presidencia (2003-2010). “Gracias, Carla, gracias Flavia. Cuando necesiten a alguien para conversar, aquí estoy”, dice al finalizar la entrevista que parece no querer terminar. Se muestra feliz por poder defender el legado del Partido de los Trabajadores (PT) durante la campaña para las elecciones municipales de noviembre en más de 5.500 ciudades, aunque lo haga virtualmente por la pandemia. “Piensa un hombre que tiene motivación para vivir”, dice él, que está confinado desde el 12 de marzo para protegerse de la covid-19. Otra razón lo motiva: A a sus 75 años ha encontrado el amor con Rosangela, a quien llama Janja, con quien desea casarse en cuanto termine la pandemia. “Dios es muy generoso conmigo”, dice.
Pregunta. ¿Qué cree que hemos aprendido desde 2016 hasta ahora? ¿Estamos vacunados contra las mentiras?
Respuesta. El mundo ya venía de una tendencia conservadora, derechista y a veces incluso fascista en algunos países un poco antes de aquellas elecciones. Tras varios años de Gobiernos progresistas en Europa, en América Latina, de los ocho años de [Barack] Obama en Estados Unidos, los estadounidenses no se merecían una candidatura como la de [Donald] Trump, ni Brasil una como la de [Jair] Bolsonaro, o como sucede en Hungría. Hay una ascensión de la extrema derecha, de la negación de la política. EE UU está en proceso de construcción democrática desde la guerra civil y nadie contaba con la entrada de Trump. Los periódicos publicaron recientemente que contaba 11 mentiras diarias. Uno no se puede imaginar que la economía más grande del mundo está gobernada por mentiras. Vi un discurso de Trump en el que llamaba “comunistas” a [Hillary] Clinton y a Obama. Me imagino cómo se revolverían Marx y Lenin en la tumba, porque eso es de una ignorancia... Es algo que no tiene ni pies ni cabeza.
P. Pero que funciona.
R. En política, cuando uno no tiene nada bueno que presentar, presenta a un enemigo. Y a veces se convierte en la razón para hacer cualquier disparate. En 2003, Estados Unidos inventó una mentira para la humanidad, las armas químicas en Irak. El discurso de Trump es igual, ha puesto a China como enemiga. Estimula el odio en su propia población. ¿Han visto el debate electoral? Imaginemos a una persona que está viendo a los candidatos a la presidencia del país más importante del mundo. Parecía una discusión de preescolar. Necesitamos recuperar el humanismo que existía dentro de nosotros, volver a tener corazón, solidaridad y compromiso con la verdad.
P. ¿Cómo afronta el PT la campaña de las municipales, después de sufrir un importante descenso en 2016?
R. El PT es el partido más importante de Brasil y la formación de izquierdas más grande de América Latina. Paga el precio de sus aciertos y de sus errores. El partido ha ganado muchas elecciones desde que nació, sufrió un revés en los comicios de 2016 porque veníamos de una farsa mediática como no se había visto nunca en la historia de este país. ¿Y qué hizo? Lanzó candidatos propios en todas las ciudades posibles, para recuperar el prestigio que tenía, e hizo propuestas nuevas. Estoy viendo muchos analistas muy precipitados. La campaña apenas ha empezado y la gente cree que ya ha acabado. Ni siquiera hay campaña en la televisión, aún no se ha hecho ni un solo debate. Vamos a esperar el resultado de las elecciones. Y obviamente ganamos y perdemos, forma parte de la democracia. Pero no por eso vamos a desaparecer. Vamos a volver a ser fuertes, y, prepárense, porque el PT volverá al Gobierno en 2022.
P. El PT surgió en los años ochenta cuando el sindicalismo era fuerte pero hoy vivimos una uberización de los empleos. ¿Cómo encaja eso en el PT?
R. El pueblo obra en función de los mensajes que recibe. Hace falta crear una narrativa para convencer a la sociedad. La base originaria del PT es más pequeña, porque hay menos obreros en las fábricas que en los años ochenta pero el pueblo sigue siendo trabajador. Ahora se ha empezado a difundir la idea de que los conductores de Uber o los repartidores son pequeños emprendedores. Han hecho que esa gente se crea que vive en un mundo más feliz. Basta con que la moto se les estropee o que se pongan enfermos para que se den cuenta de que el Estado brasileño los ha desheredado, de que no tienen derechos. Necesitamos recolocar el discurso del movimiento sindical para poder alcanzar representatividad en esos sectores difusos de la sociedad.
P. ¿La propuesta del PT es dar marcha atrás a la reforma laboral? ¿Aprobar una renta básica?
R. Posiblemente haga falta reconstruir lo que ya tuvimos, incluso de una forma diferente. Nadie sabe qué es la nueva normalidad y la nueva normalidad es que uno vuelva a tener un contrato de trabajo, a tener vacaciones, a reconquistar lo que nos han quitado. Estamos quitándole el sueño a la gente y diciéndoles que solo sobrevivirá quien pueda sobrevivir, y que se fastidien los demás. No es así. Cuando instituimos el [programa de ayudas económicas] Bolsa Familia estábamos creando un ejército que empezaba a tener ciudadanía. Esos que piensan que no hay que proteger a los indios, el agua y los bosques. El Estado solo existe ahora para asegurar la rentabilidad del sistema financiero. La humanidad tiene que adquirir la capacidad de indignarse.
P. El Gobierno quiere un nuevo programa para sustituir al Bolsa Familia. ¿Qué le parece?
R. En vez de eso, sería mucho más fácil aumentar el presupuesto del programa en lo que haga falta. Lo que no se puede hacer es inventarse un nuevo programa social. Tiene que ser un dinero perenne, previsto en los presupuestos del Gobierno, no una ayuda que uno no sabe cuánto va a durar. No creo que el nombre del Bolsa Familia sea una cuestión de principios pero lo que no se puede decir es que no esté yendo bien. Es necesario que la economía vuelva a funcionar, reducir el peso de la deuda pública en el PIB y hacerlo solo aumentando el tamaño de la economía. Y eso solo se puede conseguir si hay inversiones. Si el Gobierno no tiene confianza para invertir, ¿por qué lo haría la iniciativa privada? No hay más que ver cualquier entrevista del ministro de Economía. Solo propone ajustes fiscales. Uno tiene que tener credibilidad, el pueblo tiene que creer en lo que hace el presidente. Y el Gobierno actual no transmite confianza.
P. Pero tiene un 40% de aprobación.
R. Nos olvidamos de que Dilma [Rousseff] tenía un 75% de aprobación en 2012 y que cuando dejé la presidencia, tras ocho años, mi aprobación era del 87%. Tener un 40% es poco para quien aún está en su segundo año de mandato. Significa que no todos los que lo votaron entonces lo aprueban ahora.
P. El politólogo Jairo Nicolau afirmó en una entrevista con este diario que Bolsonaro es el Lula de la derecha, un líder que representa a esa población. ¿Qué le parece?
R. La leí. Creo que Bolsonaro es un tipo que ha hecho una cosa por Brasil: darle ciudadanía a la extrema derecha brasileña, a la que le daba vergüenza serlo. Se hizo con el 25%-30% de la sociedad que no votaba o se abstenía y les dio ciudadanía. Les dijo: “Ahora tenéis a alguien que os defienda. Defended el régimen militar, estad en contra del aborto, defended la tortura y la violación, que yo estoy aquí para defenderos.” Les dio ciudadanía como nosotros se la dimos a la izquierda en los años ochenta.
P. Desde 2016, la historia ya está contada: impeachment, Lava Jato, su encarcelamiento, su salida... Usted habla de recobrar sus derechos políticos y también del PT en 2022. Pero recuperarlos depende de un fallo del Supremo. ¿Confía en la anulación de sus procesos?
R. A mí no me preocupa ese problema electoral por mi juicio. Lo único que espero es que juzguen el fondo del proceso, sobre todo el habeas corpus que solicitamos contra [el exjuez y exministro de Justicia con Bolsonaro, Sergio] Moro, para poder probar que es un mentiroso, que no fue juez, que se inventó una sentencia y que dirigía el equipo de investigación de la Lava Jato. Todo eso lo venimos diciendo antes de [las grabaciones de los fiscales reveladas por] The Intercept, y todo eso ya está más o menos demostrado. Moro, que era una especie de dios de barro, ha fracasado, y se quiere marchar a Estados Unidos para dar clases. Para no tener que dar explicaciones de las mentiras que contó aquí. Quiero recuperar mis derechos políticos porque ya he demostrado mi inocencia. Ahora quiero que ellos demuestren la culpabilidad de quien me acusó. Yo ya he sido presidente de la República. Gracias al pueblo brasileño, hasta hoy soy considerado el mejor presidente de la historia de este país. No me preocupa lo de volver a ser presidente. Soy inocente, quiero demostrar que lo que hicieron conmigo fue una tremenda canallada.
P. ¿Guarda rencor? ¿Hacia él, hacia la justicia, a quien le dio la espalda?
R. Yo no guardo rencor, lo que tengo es sed de justicia. Lo que quiero es que la justicia diga que soy inocente y que Bolsonaro es un lacayo. Y que [el fiscal de Lava Jato Deltan] Dallagnol era el jefe de una banda, tratando de robar dinero de Petrobras. Mis abogados ya se han cansado de demostrarlo. Solo quiero que lo reconozcan, que lo juzguen. Al fin y al cabo, es la Historia la que nos va a juzgar.
P. Lleva un traje que le regaló el expresidente de Bolivia Evo Morales. ¿Habla con él? ¿Sigue las elecciones?
R. Esta chaqueta, siempre que me la pongo, es para rendir homenaje al primer presidente indio de Bolivia. Hizo una política de inclusión social, hizo crecer la economía. Últimamente no he hablado con Evo. Pero me cae muy bien y lo respeto. Creo que le hicieron la mayor jugarreta política de la historia de Bolivia. Recientemente publicaron un documento en el que la OEA [Organización de los Estados Americanos] reconoció que no había habido fraude en Bolivia. Pero la OEA no pide perdón, mantuvo su error. Mira, en España, el presidente puede permanecer lo que quiera, Felipe González estuvo 12 años. O mire a [Angela] Merkel o Margaret Thatcher. ¿Por qué en el sistema presidencialista no se puede estar más de ocho años?
P. Pero es otro régimen y usted mismo renunció a otra reelección.
R. Para mí, cuando una persona empieza a creerse imprescindible, insustituible, está empezando a creerse un dictador. Yo defiendo la alternancia de poder, pero no solo para el presidencialismo; para el parlamentarismo, también.
P. ¿Cree que Evo Morales se equivocó al presentar esa petición?
R. Tuve la oportunidad de hablar con Evo: “Evo: yo que tú, no intentaba el tercer mandato”. Y llevó a cabo una consulta equivocada, tras ganar su segundo mandato, y perdió en el referéndum. Pero cada uno hace lo que quiere.
P. ¿También habla con [Nicolás] Maduro? ¿Considera que Venezuela es una democracia plena?
R. ¿Considera que EE UU, en manos de Trump, es una democracia plena? Quien define la democracia de Venezuela es el pueblo de Venezuela. El 25 de enero de 2003, yo solo llevaba 25 días en el poder. Creé el grupo de amigos de Venezuela. [Hugo] Chávez acababa de ganar las elecciones, hizo un referéndum y lo ganó. Y todos los años de elecciones la oposición le hacía la canallada que Aécio [Neves, segundo en las elecciones que ganó Rousseff] le hizo a Dilma. Todos los años que Chávez ganaba las elecciones, la oposición interponía un recurso para invalidar el resultado. Maduro ganó las últimas elecciones...
P. ¿Cree que fueron elecciones libres y justas?
R. No participé. Y no me venga con eso de la ONU. La OEA participó en las elecciones de Bolivia y elaboró un informe mentiroso.
P. Michelle Bachelet, alta comisionada de la ONU para los Derechos Humanos, hizo un informe incisivo sobre la situación de Venezuela.
R. Vi el informe y lo suscribo. Lo que creo es que no le compete a Estados Unidos ni a Bolsonaro interferir en la situación de Venezuela. Ahora habrá elecciones y [Henrique] Capriles quiere participar, el canalla de [el presidente encargado de Venezuela, Juan] Guaidó no quiere [al final Capriles se echó atrás y dice que solo participará si la votación de diciembre se pospone]. Maduro le está pidiendo a la Unión Europea que mande a sus observadores. Lo que no puede ser es que la oposición no quiera participar y luego diga que ha sido un robo, que no le dejaron participar.
P. ¿Usted conversaría con la oposición?
R. Con Guaidó no hablo. Con Capriles he hablado mucho. Lo que creo es que no nos corresponde a nosotros decir lo que tiene que pasar en Venezuela. Lo que debemos garantizar es que el proceso sea libre y democrático, que todo el mundo pueda participar. Por eso Europa tenía que enviar observadores. Lo que no tiene cabida es aceptar la idea de que el presidente y los primeros ministros de Europa acepten firmar un documento dándole a Guaidó el cargo de presidente de Venezuela. Es la payasada llevada al extremo.
P. No se puede tratar a Venezuela como una democracia cuando hay millones de venezolanos huyendo del hambre y de todo lo que está pasando...
R. Yo creo que la crisis de Venezuela, que no es nueva, solo se solucionará con el ejercicio de la democracia. Maduro lo sabe. Le mandé una carta el día de su toma de posesión, que se la entregó Dilma. No habrá democracia si Guaidó asume el proceso que quiere Trump. Cuando Bolsonaro manda a los militares a la frontera, cuando Trump manda a sus observadores a hacer tonterías a través de Colombia, eso no lleva a la paz. La única explicación para ese comportamiento es que están interesados en el petróleo de Venezuela.
P. Y en Brasil, ¿es posible un frente amplio contra Bolsonaro?
R. Frente amplio se ha vuelto una expresión mágica. ¿Frente amplio para qué? Si lo quieres para recuperar los derechos de los trabajadores, hacer una reforma tributaria para que los ricos paguen impuestos de verdad y volver a darle ciudadanía al pueblo que está excluido desde los tiempos de la esclavitud, estoy dispuesto a hacer un frente amplio. Estamos ante un mercado que respalda todas las estupideces que [el ministro de Economía, Paulo] Guedes está haciendo. Restablecer la democracia no es sustituir a por b, es cambiar la clase social que está gobernando ese país. La élite quiere seguir siendo élite, cree que un salario mínimo de 1.045 reales [158,5 euros] es pagar mucho para tener una empleada en su casa, para su jardinero. Lo más fácil para enaltecer la democracia es cuidar a los más humildes, a los trabajadores.