Lula busca su sitio en la política brasileña
El antiguo presidente ha dedicado los dos meses y medio desde que fue excarcelado a reconstruir su partido en un ambiente de amplia hostilidad y copado por Bolsonaro
No dijo nada. Era innecesario. La expresión de la brasileña Nanci Ramos Menezes, de 64 años, lo decía todo. Su cara era la de una profunda decepción. Cuando oyó que el expresidente Lula da Silva, 74 años, no iba a llegar, que cancelaba su presencia en el acto donde le esperaba desde hacía dos horas, tuvo un instante de incredulidad. Pero sí, estaba confirmado. Lula dio plantón en el último minuto a unas 250 personas reunidas por el Movimiento de Afectados por las Represas, un veterano movimiento popular, en Betim (Minas Gerais) este viernes de fuertes tormentas. El político estaría en esa ciudad, a 27 kilómetros de Brumadinho, la víspera del primer aniversario del desastre industrial más grave de Brasil, que este sábado recuerda a las 270 personas devoradas por una marea de lodo en una mina.
Era una ocasión para que Lula se reencontrase, por primera vez desde que fue excarcelado hace dos meses y medio, con sus seguidores de Minas Gerais, de lograr al mismo tiempo un hueco en televisión y en el debate nacional. Hasta que llegó el aviso: su equipo de seguridad le desaconsejaba viajar a Betim ante un temporal de intensas lluvias que ha causado al menos una docena de muertos.
Mientras un Brasil aletargado disfruta del verano preCarnaval, Lula se dedica a reorganizar el Partido de los Trabajadores, que fundó hace casi 40 años, y su vida. Viudo, tiene novia, planes de casarse y busca una nueva vivienda. Disciplinado, comienza el día con caminatas y pesas e intenta no alargar las jornadas laborales. “Está viendo amigos, a gobernadores de centro-izquierda”, explica su portavoz. Además, ha presidido un congreso continuista del PT, ha sido aplaudido en actos político-festivos y ha jugado un partidillo de fútbol con Chico Buarque y militantes del Movimiento de los Sin Tierra.
Busca su lugar en la política brasileña tras 19 meses preso por corrupción y dos condenas que le impiden ser candidato. “Debe fortalecer a la izquierda, tiene que hablar con las bases”, decía Ramos Menezes de Lula cuando aún se le esperaba como protagonista estelar.
No es fácil para el izquierdista encontrar su sitio porque Bolsonaro y los suyos, con un torrente de decisiones controvertidas y declaraciones explosivas, no dejan espacio en el discurso político a casi nadie. El único que logra asomarse de vez en cuando a los titulares es el presidente de la Cámara de Diputados. Como ocurrió en EEUU cuando Trump llegó con sus rompedores usos a la Presidencia, la prensa brasileña está con la lengua fuera intentado cubrir el bolsonarismo, que copa los canales informativos clásicos y las redes.
Un ejemplo. Las 24 horas anteriores al acto de Lula comenzaron con un comentario racista. Bolsonaro dijo que, “cada vez más, los indios son seres humanos como nosotros”. También amenazó con degradar el ministerio que dirige su ministro más popular, Sergio Moro. El antiguo juez calló públicamente, pero hizo saber a través de terceros que si aquello se consumaba se iría; y se abrió una cuenta en Instagram que en nada tenía más de medio millón de seguidores. Bolsonaro se desdijo rápidamente desde India, donde está de visita oficial. No, el ministerio de Moro se queda como está. Mientras, una veterana dama de las telenovelas cumple su séptimo día pensado si aceptar la invitación presidencial para ser ministra de Cultura en sustitución del plagiador de Goebbels. Parece lógico que los brasileños adoren los memes.
La doctora en Ciencia Política Flavia Bozza Martins sostiene que Lula puede calibrar ahora mejor cómo están los ánimos en la opinión pública y la política institucional. “Es importante porque tal vez no viese con claridad desde su celda en la Policía Federal que la opinión pública está desconectada”. Una de las dificultades que afronta es que a los mítines van solo militantes y “la falta de espacio en los medios tradicionales impide a Lula llegar como le gustaría a los oídos del ciudadano de a pie”.
Él también tiene una relación difícil con la prensa, incluida la omnipresente red Globo. El expresidente ha declarado que le gustaría dar una entrevista en directo pero “ningún medio del grupo Globo ha pedido entrevistarlo”, según el portavoz de Lula, que al recuperar la libertad sólo habló con medios extranjeros -incluido este diario- y algunos blogs brasileños.
El escenario político, con elecciones municipales en octubre, es otro desafío. “Pese a que figuras importantes del PT han declarado que es un momento crucial para la democracia brasileña y que tiene que aliarse con otras fuerzas para detener el crecimiento de la derecha, (el partido) tiene una gran dificultad para dar un paso atrás y renunciar a la hegemonía o al amplio protagonismo en nombre de una candidatura electoralmente más viable”, explica esta politóloga de la Universidad Estatal de Río de Janeiro. A causa de la corrupción, una parte de Brasil odia con toda su alma al partido, a Lula e incluso el rojo que los simboliza.
El viernes en un hotel de Belo Horizonte, el obrero que hizo historia al presidir Brasil se reunió con los dirigentes del PT en Minas Gerais. Su mensaje fue claro: en las municipales hay que presentar todas las candidaturas propias posibles. Insistió en que “necesitamos la garra de los inicios, la garra de los ochenta” ante la “criminalizacion del PT”, explica Andrea Cangussu, 37 años, secretaria petista de mujer en Minas. Lo cuenta en Betim, después de que Leonardo Boff, de 82 años, padre de la Teología de la Liberación, y los afectados por las represas hayan terminado sus intervenciones. Una banda en directo y el reparto de merienda amenizan la espera a Lula.
Él “está volviendo a su papel de articulador político con los grupos locales del PT. Trabaja en un proceso dialéctico con el partido. Escucha, habla, argumenta… No impone, pero su opinión cuenta bastante, es una voz con experiencia política que tiene mucho peso”, apunta su portavoz.
Condenado a 25 años por corrupción, tiene pendientes varios casos. “Existen muchas ramificaciones legales, por lo que Lula puede volver a la cárcel o sus juicios pueden ser anulados”, advierte la politóloga. Por eso considera que el mayor partido de Brasil -y el mayor grupo parlamentario— hace una apuesta bastante arriesgada al insistir en el nombre de Lula. Añade que si la idea fuese apostar por un nuevo líder, ya debería estar siendo construido. Pero no hay ningún indicio. La figura de Lula eclipsa a su partido y a la izquierda brasileña. Oliver Stuenkel, de la Fundación Getulio Vargas, coincide: “Cada día que pasa es un día perdido para construir un nuevo liderazgo”.
Fue premiado en España este viernes, 43º aniversario de la matanza de Atocha, por la fundación que recuerda a los abogados asesinados. Galardón que agradece en un vídeo. Mientras, uno de los asesinos confesos, el ultra Carlos Garcia Juliá, espera su inminente extradición desde Brasil. Lula quisiera que el primer viaje al extranjero en esta nueva etapa fuera a Francia para recoger el título de ciudadano honorario de París concedido por la alcaldesa socialista Anne Hidalgo mientras estaba preso.
Una vez aceptó resignada que no vería a su líder en Betim, la pedagoga Ramos Menezes dijo: “Tenemos que animar al pueblo porque va a quedar frustrado”. Confía en que la campaña de las municipales le dé una nueva oportunidad de escuchar en directo a su admirado Lula.
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