Vera Jourová: el azote de Viktor Orbán en Bruselas
La vicepresidenta de la Comisión Europea pone la lupa en Vox por “vetar la participación” de medios de comunicación en sus actos
La vicepresidenta de la Comisión Europea Vera Jourová (Trebic, Chequia, 56 años) confesaba en un congreso en Londres que envidiaba a su colega de gabinete Margrethe Vestager por haber logrado el apodo de “horrible lady tax” (la horrible mujer de los impuestos) de Donald Trump. Y para deleite de los medios anglosajones, hizo valer su condición de guardiana de los datos de los europeos para proponerse como “lady privacity” (señora privacidad). Jourová hacía gala del sentido del humor que se le atribuye en Bruselas, pero también de dos de las cualidades que explican que haya suscitado la ira del líder húngaro Viktor Orbán. De Jourová dicen que es franca y directa, y catalogó la gobernanza del húngaro como “democracia enferma”. “Había dicho tal vez cien o mil veces que tenemos serias preocupaciones con la democracia húngara. Así que por una vez empleé un vocabulario distinto”, sostiene en una conversación con varios medios, entre ellos EL PAÍS.
Jourová puntualizó en una entrevista en Der Spiegel al primer ministro húngaro, quien presume de estar construyendo una “democracia antiliberal”. La política checa apostó por llamarlo “democracia enferma”, lo cual desató la ira de Orbán, quien pidió su dimisión en el colegio de comisarios. Fuentes comunitarias coinciden en que la vicepresidenta encargada de Valores y Transparencia quería lanzar a Varsovia y Budapest el mensaje de que, como hizo su antecesor Frans Timmermans, iba a ser implacable con la vulneración del Estado de derecho y la corrupción.
La procedencia de Jourová es otro palo para esas dos capitales. La vicepresidenta milita en el partido del primer ministro checo, el magnate Andrej Babis, quien se ha alineado en multitud de ocasiones con Hungría y Polonia en política migratoria o medioambiental dentro del llamado eje de Visegrado. Sin embargo, con Jourová no valen los supuestos ni las probabilidades. No en vano, Jourová pasó de la prisión provisional en 2006 por una supuesta trama corrupta de la que fue exonerada y resarcida a tener la cartera de Justicia en 2014 en el Ejecutivo de Jean-Claude Juncker. O de dejar la esfera pública y montar su asesoría a ser elegida una de las políticas más influyentes por la revista Time.
Hija de una pareja que dirigía un grupo folclórico en la pequeña ciudad de Třebíč, Jourová estudió antropología cultural en Praga cuando se desmoronó el bloque soviético. Diez años más tarde, empezó su carrera política, muy vinculada a la gestión de los fondos comunitarios que su país empezaba a recibir. Tras su episodio en prisión, estudió Derecho y montó su consultora, hasta que regresó a la política de la mano de Babis, primero como ministra de Desarrollo Regional durante un breve periodo y enseguida como comisaria.
Si bien su trayectoria sugería que podría hacerse con la cartera de Cohesión, Juncker le acabó dando la de Justicia. Eso le brindó visibilidad al tener que enfrentarse a las grandes tecnológicas por la gestión de la información sobre sus usuarios y encargarse de carpetas como el Reglamento General de Protección de Datos, con repercusiones a nivel global. Fuentes comunitarias destacan que ha sabido rodearse de un equipo potente y activo, encabezado por la alemana Renate Nicolay. Pero su franqueza la ha llevado más allá de no morderse la lengua respecto a Donald Trump o a plantar cara a Orbán. En plena ola del movimiento #metoo, Jourová confesó que había sido víctima de la violencia machista.
Sus colaboradores destacan de ella que es pragmática, trabajadora y auténtica. Lee todo cuanto llega a sus manos y pregunta siempre sobre el impacto de la legislación. Si tiene dos alternativas, elige siempre la más efectiva. Por eso, eligió un código de conducta en lugar de una legislación para combatir el discurso del odio. “Siempre busca la vía que sea más efectiva”, dicen.
Quienes la conocen sostienen que la misión que le encomendó la actual presidenta Ursula von der Leyen le va como anillo al dedo. Como vicepresidenta de Valores y Transparencia, Jourová debe velar por el cumplimiento del Estado de derecho, luchar contra la corrupción o garantizar la independencia de los medios. “El hecho de haber crecido bajo un régimen comunista explica su firme compromiso con el Estado de derecho o la libertad de expresión”, cuentan desde su entorno. “Viví la mitad de mi vida en un Estado en el que un sistema judicial imparcial era un sueño, en el que ansiábamos la libertad de prensa y la crítica de los medios y en el que la igualdad era solo para algunos”, recuerda la vicepresidenta.
Aun así, esa tarea es siempre compleja. Y muy delicada, teniendo en cuenta que debe plantar cara a la deriva de Polonia o Hungría, los casos de corrupción en Bulgaria y los asesinatos de periodistas en Malta o Eslovaquia. Aunque su lupa es mucho más amplia. “En España estamos siguiendo ahora el caso del partido Vox, que, si estoy bien informada, prohíbe o veta la participación de medios concretos en sus actos”, sostiene Jourová, quien no esconde su “preocupación” por esa práctica.
Liberal y europeísta, Jourová quiere combatir la eurofobia en el Este de Europa. “La Unión Europea fue creada como un antídoto a esas tendencias autoritarias”, razona. Y por ello, cree que la UE tiene “buenas razones” para “prestar más atención al Estado de derecho”. La política checa no está dispuesta ni a dejar pasar el acoso al colectivo LGTBIQ+ en Polonia ni las andanadas de Orbán. Ahora, no obstante, está dispuesta a rebajar la tensión y sentarse a hablar. “No soy alguien que solo quiera hablar con aquellos de los que voy a tener una reacción cómoda”, sostiene. Pero, por ahora, Orbán le niega la condición de interlocutora.
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